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La lección de The National

The National se sobreponen con oficio a un recinto inhóspito en Madrid

Jesús Travieso

La madurez puede salir bien o mal. Bien puedes evolucionar de una manera acertada hasta mejorar en aquellas disciplinas a las que les dedicas más tiempo, e incluso de las que vives, o puedes seguir haciendo lo mismo que cuando eras un chaval sin que dicha actitud se adecue a lo que ven los demás. Afortunadamente, a The National le ha ocurrido lo primero. Los de Cincinnati han sabido explotar lo que ya hacían bien, a la par que han corregido sus defectos y han incluido ciertos matices en sus composiciones. Esta transformación paulatina les ha permitido acaparar cada vez más público con su último disco, Trouble Will Find Me. Como las miles de personas que este miércoles llenaron el Palacio Vistalegre de Madrid para asistir a una auténtica lección de cómo debe ser un concierto de rock en directo. Todo a pesar de un pabellón donde los asistentes pasaron frío y en el que el sonido no es el deseable para ningún conjunto.

La de The National es una puesta en escena austera, con una pantalla y unos juegos de luces que cambian de color o parpadean según el momento musical. El inicio, con Don’t Swallow The Cap y I Should Live in Salt, fue enérgico dentro de la sobriedad que les caracteriza. Pero ya ahí demostraron porqué se les elogia cuando ofrecen una actuación ante sus seguidores.

Los temas míticos de la banda comenzaron con la tercera canción, caso de Mistaken for Strangers, la misma que da título al documental sobre la anterior gira que realizaron por su disco High Violet. A esta le siguió Bloodbuzz Ohio, uno de sus singles más conocidos y esperados de la noche. Demons continuó esta primera parte reposada y efectiva del concierto.

Cuando Berninger comenzó a darlo todo

La tranquilidad se evaporó al instante con Sea of Love, el single de este último trabajo, y en la que el cantante, Matt Berninger, comenzó desprenderse de su timidez para hacer uso de esa voz inigualable que atesora y que le permite controlar hasta lo que en otros serían gritos. El gran momento lo mantuvieron con Slipped (una de las novedades), Afraid of Everyone y Conversation 16.

Ni Berninger ni el resto de miembros del grupo abusaban de las palabras para dirigirse al público. El primero se reservaba para dedicar canciones a los miembros del equipo que les acompañan en la gira, y el resto daba las gracias y anunciaba algunas canciones que sonarían. El buen ambiente que la banda había instaurado en el recinto provocó que cada nota fuese un triunfo. También lo fueron las de Squalor Victoria, I Need My Girl y This is the Last Time.

La fórmula de alternar sus canciones melancólicas con las rítmicas y movidas funcionó a la perfección. All the Wine y Abel representaron a esos inicios del grupo cuando apenas juntaban a decenas de personas en pequeñas salas y se les acusaba de ser unos tristes.

De la melancolía a la catarsis

Pero la tristeza que aplica Berninger cuando compone puede dar como resultado temas de rock preciosos y cargados de emoción. Así son Slow Show y, sobre todo, Sorrow, que mantuvo a todo el público callado para escuchar cómo The National demostraba lo que mejor sabía hacer. Pink Rabbits y England sirvieron para asumir lo que había sucedido minutos antes. Todo volvió a cambiar cuando sonó Graceless, y los saltos y palmas arreciaron por todo el pabellón. La relajante About Today logró que la atención de la gente hacia el escenario no se disipase.

Fue ahí cuando comenzaron a escucharse el sonido característico de la increíble Fake Empire. El propio Berninger, tras cantar, se dedicó a bailar en soledad mientras sus compañeros la remachaban con los instrumentos. Fue el momento de la catarsis, de vivir en directo una canción que se lleva años viviendo en los auriculares o el altavoz. The National ya había triunfado en Madrid. Aunque hubiesen tenido que derrotar al mal sonido de Vistalegre. Y faltaba lo mejor.

Fiesta en la pista con un micrófono volador

Tras un breve descanso, los estadounidenses regresaron con ganas de agradar aun más. Para ello dispusieron de algunas armas infalibles en cuanto a un directo se refiere. Aunque todo indicaba que iba a ser una despedida tranquila, sobre todo por la elección de Hard to Find como inicio del bis.

Matt Berninger lo tenía todo planeado. El grupo tocaba Mr. November mientras él cantaba sin sobresaltos. Hasta que sorprendió tirándose a la pista con su micrófono de cable. El líder de The National se recorrió todo el foso flanqueado por sus seguidores, que ansiaban tocarle y acompañarle en la canción, mientras los operarios mantenían arriba los metros de cable que necesitase, para que el micro prácticamente volase por encima de todas las cabezas. Su gran calidad vocal le permitía soportar el agobio de todo el que se le acercaba para no desafinar ni un segundo.

Ese momento enardeció al público, que no esperaba que con la siguiente, Terrible Love, ocurriese lo mismo. Al principio parecía que el cantante quería andar por encima de los asistentes, en una suerte de dios que camina sobre el agua. Pero pronto se dio cuenta de que debía caer al suelo y volver a darse otro paseo por en medio de los centenares de personas que permanecían en la parte baja de Vistalegre. El rubio lo daba todo, y generó una fiesta a su alrededor.

La despedida definitiva fue en acústico y casi a capella. Vanderlyle Crybaby Geeks supuso la comunión entre The National y los asistentes al concierto. Los miembros del grupo y sus dos acompañantes, que tocaban teclados y trombón, se acercaron al filo del escenario para invitar a todo el mundo a cantar junto a ellos. Fue el colofón a un directo inolvidable de un grupo que no para de mejorar con los años sin envejecer. Simplemente se hacen mayores. Bendita madurez.

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