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Un torbellino llamado Miles Kane

Miles Kane presenta en Madrid su disco "más inspirado"

Jesús Travieso

Quien ya conociese a Miles Kane sabía que este británico suele dar todo cuando se sube al escenario. Su juventud se lo permite, y forma parte de su personalidad, hasta el punto de dejarse la voz y todo lo que haga falta frente a su público. Pero tanto los que no le habían visto en directo como los que sí se sorprendieron con la energía que puede llegar a desprender el músico de 27 años. Una fuerza que le permite meterse al público en el bolsillo al mínimo gesto y de la que se vale para poner a bailar a todo un auditorio.

Eso es lo que hizo este jueves en Madrid Miles Kane, un auténtico torbellino que ofreció en la Sala Joy Eslava un espectáculo apoteósico y en el que fue muy difícil no dejarse llevar por por la catarsis general que él y su banda provocaron entre los más de mil asistentes. Un ambiente agradable y contagioso que el exlíder de The Rascals propició con la presentación en directo de los temas de su nuevo disco, Don't Forget Who You Are, así como los de su debut en solitario, The Colour of the Trap. Un concierto en el que él y su banda lograron que no faltase de nada: momentos de desenfreno, de tranquilidad para escuchar al músico, o de locura máxima, especialmente al final.

Kane comenzó a deleitar a un público que le tenía ganas, en el buen sentido, con You're Gonna get it, que sirvió de calentamiento para uno de los singles de su último trabajo, Taking Over, con la que ya se vislumbró qué pretendía el británico: que toda la sala no parase quieta ni un segundo de una manera u otra. Para refrendar su propósito, apostó muy pronto por su canción más conocida hasta la fecha, Rearrange, con la que empezó a desatarse hasta el más tímido. Al también líder de The Last Shadow Puppets (junto a Alex Turner) le bastaba una simple caricia a su guitarra para que los aplausos y los vítores arreciasen.

Tras el vertiginoso inicio, Kane comenzó a explotar su particular complicidad con los fans, a los que provocaba acercándose lo máximo posible para que pudiesen tocar su guitarra o a él mismo. Todo lo que decía con su cerrado acento británico era bien recibido, algo a lo que él correspondió mostrando a todos los asistentes lo que le tiraban desde las primeras filas o chocando manos. Entre gestos simpáticos, llegaron What Condition Am I In, Quicksand, Better than That o Kingcrawler.

A partir de ahí el joven música sacó todo su poderío e incitó al salto y al empujon entre sus seguidores. Para ello se valió de temas como Give Up, una versión de Sympathy for the Devil de los Rolling Stones, y Darkness in Our Hearts, con la que prácticamente buscó reventar al auditorio con ese Gotta be, gotta be ready for it de la letra tan estimulante y que invita al coro.

Después de la explosión general y mientras repartía carisma a raudales, Miles Kane quiso dar pausa con una de sus pocas canciones más lentas a lo que acostumbra, Take the night from me, que fue el único momento tranquilo que se pudo vivir en la sala. Pero no duró mucho. La recta final del concierto iba a comenzar, y el británico demostró que quería despedirse de la mejor forma. Así llegaron My Fantasy, Tonight e Inhaler, temas impregnados del brit-pop más puro que llenaron de ritmo todo el recinto. A la vez, el protagonista seguía dando la mano a los que estaban en las primeras filas o grababa vídeos con el teléfono de uno de los asistentes.

Fue entonces cuando llegó el momento de la gran canción de la noche. Don't Forget Who You Are, que da título a este último disco de Kane, significó la comunión definitiva entre el músico y el público, que cantaron juntos cada una de las estrofas entre botes, movimientos de cabeza y aplausos. E incluso la siguieron cantando cuando él se retiró momentáneamente antes de dar paso a los dos últimos temas del concierto. Quizá por las ganas que demostró el auditorio decidió Kane no tardar mucho en reaparecer para su adiós a España hasta una próxima ocasión.

El británico dio incluso menos tregua en los estertores del concierto, y para ello dispuso de The Colour of the Trap y de la adictiva Come Closer, cuyos coros la extendieron hasta el doble de su duración gracias a los asistentes y a Kane. Una última canción interpretada de forma espectacular con la que hizo sudar a todo el que acudió a su llamada. Con declaraciones de amor, su numerito con la guitarra en la cabeza y la petición de loas a su batería (quizá el mejor junto al solista), su guitarrista, su teclista y su bajista, se despidió el británico.

Fue así como Miles Kane logró su propósito perentorio: satisfacer a todos de puro placer musical con su directo. Y para ello solo necesitó hora y cuarto subido al escenario.

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