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Villamanuela 2015 y bailar y bailar por toda la ciudad

The Sonics. Foto: David Sarabia

David Sarabia

Vino, vio y se fue. Hasta el año que viene: el Villamanuela 2015 rodó por Madrid durante el fin de semana previo al día de la fiesta nacional y llenó salas, bares y calles mezclando un poco de todo. Punk, rock, electrónica, exposiciones, charlas, coloquios y gastronomía -en forma de tapa con cerveza por tres euros- para decorar la capital desde el 9 al 11. Entre toda la oferta, destacaron dos bandas: The Sonics y ESG, pioneros, cada uno con su estilo, del punk-rock y el dance-punk en EEUU en las décadas de los 60 y 80, respectivamente.

Era otro viernes de octubre y en la ciudad se respiraba ambiente. Es ese aroma que se huele en el aire, casi eléctrico porque acabe de llover o vaya a romperse el cielo de un momento a otro. El Teatro Barceló abría sus puertas por segunda vez durante la tarde noche tras acoger la actuación de Fat White Family, con ese sonido country tan rockero que les está valiendo para poder actuar hoy aquí y mañana en los alrededores del London Bridge. Terminaron Lias, Saul y Nathan y entonces, al escenario salieron las chicas del Bronx (EEUU), las hermanas Scroggins, Emerald Sapphire Gold: ESG. No es que se llamen esmeralda ni zafiro ni oro, es que valen tanto como esos tres elementos. 

Subidas a la tarima de la reconvertida sala Pachá, ESG hizo bailar a su público con toques de funk, swing, ritmos afroamericanos, y hasta de jazz; el bajo de Deborah y la voz de Renee, todo ello acompañado por una fascinante batería y un percusionista que no dejaba de saltar durante la hora y pico que duró el concierto. La del viernes fue la última vez en la que se pudo degustar en directo temas como Moody o U.F.O, ya que las Scroggins, tantas veces sampleadas por Grandmaster Flash y Public Enemy se retiran. Y la Barceló cerro con la sensación de que faltaba algo, un fin de fiesta mejor. Al día siguiente, cinco rockeros sesentones demostraron que la vida es actitud y 50 años tocando bien merecen componer un nuevo disco.

Si en el 65 The Sonics debutaron con Here are The Sonics, 50 años después, sabedores de que su sonido ha creado escuela, traen This is The Sonics. Como si el rock no pasara de moda. The Sonics abarrotaron un teatro Barceló que vibró con los éxitos de la banda de Washington (EEUU), los máximos exponentes del garage allá por los años 60. Gerry Roslie, Rob Lind, Larry Parypa, Dustin Watson y Freddie Dennis hicieron corear sus temas más famosos a nuevos y viejos, cuarentones y veinteañeros, a los que poco les importó que Roslie lleve media vida subido a los escenarios. Abrieron con Cinderella y se despidieron cantando The Witch, un tributo a los buenos años, a esos tiempos en los que el punk sonaba en la radio y las bandas de rock eran bandas de rock, sin intereses comerciales más allá de su música.

Ahí estaban los cinco. Roslie y su voz desgarradora, Lind animando al público y ocupándose del saxo -y la armónica a veces-, Watson golpeando fuerte la batería y Farypa y Dennis con los rifts en las guitarras. No han pasado los años por ellos: su sonido potente, metálico, punk, blues a veces, R&B otras y rock sobre todo, hizo mover la cabeza y disfrutar del ritmo a todos los que se acercaron a verles.

Más Villamanuela en Conde Duque

Además de las 33 actuaciones musicales, el Villamanuela también fueron exposiciones y actividades, en forma de charlas. José Luis Espejo habló en Espacio Ciento y Pico del desarrollo de la tecnología musical en Madrid a lo largo del siglo XX en su conferencia titulada Cuando no existía el play. Rafael Suñén, por su parte, ofreció una visión alternativa sobre las bandas de nueva creación y sus primeros pasos en Manual de carretera... Estos son solo dos de los seis coloquios que tuvieron lugar entre el viernes y el sábado en el Conde Duque y el Espacio.

Los asistentes a la charla de Espejo en el Espacio Ciento y Pico estaban rodeados de color. El francés 3ttMan fue quien lo puso. Su exposición, que se podía visitar hasta el domingo en la galería de la calle Velarde -aunque en los muros de Tabacalera hay varias obras suyas-, hacía referencia al espacio exterior, los alienígenas, la tecnología y los hombres, mitad humanos, mitad extraterrestres. Guerra de las Materias precisamente se titula así porque en el mundo del “agitador de medio ambiente”, el futuro está invadido por cyborgs que han terminado con todas las formas de vida de la Tierra, teniendo que luchar contra sí mismos y el conglomerado del que están hechos. Al menos, son de colorines.

Lo que se sabe y lo que se intuye (pero realmente se desconoce) y Arqueología Prohibida fueron las otras dos exposiciones, estas sí, colectivas, que propuso el Villamanuela a toda la ciudad. Las muestras fueron localizadas en el Centro Cultural Conde Duque y tanto la una como la otra, aunque con temáticas radicalmente opuestas, invitaban a desgranar y reconocer esa parte oculta del nosotros, del pasado y la existencia. El espíritu de un señor -Domingo- encerrado en su ordenador y la intervención, en la que se plasma su espíritu, quizá sea lo más impactante de Lo que se sabe y lo que se intuye (pero realmente se desconoce). La obra, de Enrique Radigales, formó parte junto a la de Nora Barón y Carlos Fernández-Pello en una exposición que más bien se trataba de una crítica a la tecnología desde el punto de vista más efímero posible.

Por su parte, Arqueología Prohibida reunió a Eltono, Will Sweeney, Jethro Haynes, Lilli Hartmann, Susumu Mukai, Sixe Paredes y Luis Pérez Calvo con un punto de partida basado en todas esas teorías cósmicas y sólidas demostraciones que trastocan la rigidez de la cronología del origen del ser humano y su desarrollo posterior. Simpáticos aliens, cohetes de barro cocido, una instalación de madera sobre grafito y papel que imita un muro... Y cuando no, el mágico mundo de Haynes con gomaespuma y resinas: pequeños planetas, grandes construcciones.

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