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La cultura llega en pie de guerra a las urnas del 26J

Cinco guerras a las urnas

Mónica Zas Marcos

Ni palmaditas en el hombro por el efecto Ocho apellidos vascos ni ridículos protagonizados por citas ficticias de Kant. El sueño de la cultura por aparecer en esta segunda vuelta de las elecciones duró lo que se tarda en pronunciar “rebaja del IVA” en un debate de dos horas. Esto es porque los partidos han empleado una baraja idéntica de propuestas y se han centrado en cazar el voto de otros sectores menos molestos y más lucrativos.

El exiguo bagaje cultural de los candidatos no sorprende, como tampoco lo hace el desinterés mediático durante la campaña. Pero las guerras culturales gozan de una visibilidad inversamente proporcional al efecto que causan en las instituciones. Las artes han aprovechado cada atril que se les ha puesto por delante y sus propios debates sectoriales para denunciar un trato desde la “humillación y el desprecio”. Y este pregón aborda muchos temas aparte del famoso IVA cultural.

Todas las disciplinas recordarán esta legislatura como la hostigadora de un programa caprichoso de recortes que les relega a ser las últimas de la lista. Pero el Partido Popular no es al único que sitúan frente al paredón. Y menos en la última etapa política, donde las redes sociales se han convertido en un coto de caza accesible y los dirigentes se han mostrado conscientes e impasibles ante la precariedad de los artistas. Han sido muchos los conflictos durante estos cuatro años, pero hay algunos que han aprovechado para dar sus últimos coletazos sobre las urnas del 26J.

La danza cuelga las zapatillas

Aunque están acostumbrados a enfrentarse a sus antagonistas ficticios sobre las tablas, nada había preparado al Ballet Nacional Español para un enemigo de carne y hueso. Los bailarines y músicos de la compañía se prepararon para colgar las zapatillas de baile y silenciar su orquesta ante una situación de desesperada precariedad. Al principio fue un lamento en puntas, pero ahora quieren entonar un grito de guerra que llegue hasta los reductos más escépticos con esta disciplina. Y la huelga era la última salida para tomar la atención mediática por asalto.

Nadie puede decir, y menos el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM), que haya sido una medida in extremis. Los bailarines llevaban tiempo alertando de que el backstage de la compañía estaba lejos de la opulencia que se luce en escena. Cuando se quitan el maquillaje y vuelven a casa, algunos apenas tienen qué comer con un sueldo mileurista y otros se enfrentan a la incertidumbre diaria con sus contratos temporales. Así que los decidieron no presentar las funciones de su espectáculo Homenaje a Antonio Ruiz Soler y así lo han mantenido.

El INAEM se ha mostrado abierto a un diálogo con limitaciones y reiterando que las exigencias del BNE son inviables. No es la primera vez que los representantes de la danza se chocan contra un muro al intentar negociar sus condiciones laborales con el instituto. Fue bien sonada la polémica de la Compañía Nacional de Danza cuando intentaron darles gato por liebre en 2014. Los bailarines exigían una remuneración por las horas extra y solo consiguieron un complemento de libranzas que era incompatible con el rígido horario de las compañías. Dos años después, la situación se ha silenciado pero no solucionado.

A vueltas con el enaltecimiento

Hace cuatro meses encabezaron los rotativos, protagonizaron los Premios Max y prendieron la mecha en las redes sociales, pero, ¿dónde están ahora los titiriteros? Desde que pusieron un pie en la calle, Raúl García y Alfonso Lázaro perdieron su hueco en la prensa española y dejaron de ser los mártires visibles de la Unión de Actores y Actrices. Aunque pueda parecer que la polémica terminó en armonía, los dos titiriteros siguen imputados por un delito de enaltecimiento del terrorismo y otro contra las libertades individuales.

Lejos de amedrentarse, Títeres desde abajo volvió a principios de junio con la cachiporra más afilada que nunca. Celia Mayer podría ser la villana de su nueva obra sobre una 'concejala de cultura' que termina apaleada por un panadero. Aunque la escena tiene un tono mucho más amable que el de La Bruja y Don Cristóbal, todo apunta a que se trata de una venganza inocente por la denuncia, y posterior arrepentimiento, del Ayuntamiento de Madrid.

Pero los titiriteros no son los únicos que se enfrentan a un juicio por presunto enaltecimiento del terrorismo. Esta vez no fue una actuación en directo, sino un comentario en Twitter el que hizo saltar las alarmas de la Fiscalía. “El fascismo sin complejos de Esperanza Aguirre, política del Partido Popular, me hace añorar hasta los GRAPO”, escribía César Strawberry, líder del grupo Def con Dos, en su cuenta de la red social. Otros seis tuits -incluido uno que animaba a secuestrar a Ortega Lara (político de Vox)- y un retuit le han enfrentado a una pena de 20 meses de cárcel que se resolverá el próximo 12 de julio.

La mecha del Primavera Sound

Hablando de Def con Dos, hace unos días la banda de rap-metal anunciaba su apoyo a la recién nacida Unión Estatal de Sindicatos de Músicos, Intérpretes y Compositoras junto a otros muchos artistas. El embrión de este sindicato transversal surgió a las puertas del Primavera Sound, en una doble estrategia que ponía a sus organizadores contra la pared y se garantizaba todos los focos de atención mediática. Los músicos denuncian las prácticas de los promotores que, por ejemplo en el festival baercelonés, gestionan los patrocinios privados sin la supervisión de las bandas. “Las marcas se están ahorrando miles de euros con los músicos porque no estamos organizados sindicalmente”, contaba el sindicalista David García Aristegui a eldiario.es.

En el manifiesto que prepararon para convocar públicamente a su manifestación en el Primavera, la Unión destacaba que sus objetivos no eran administrativos sino políticos. “Si te pagan 400€ para cinco personas y debes encima darte de alta de la Seguridad Social, es imposible ser profesional”, dictaba el comunicado. “Nuestra intención es estar unidos, trabajar juntos y llevar al Congreso un Estatuto del Músico, al igual que hizo la Unión de Actrices y Actores con su Estatuto del Artista”, adelantaban. Un paso inevitable tras años de explotación del artista precario en beneficio de un mánager, promotor o dueño de una sala.

Rebelión en el museo

En febrero, el primer conflicto en LABoral de Gijón destapaba las precarias condiciones de los trabajadores de los museos españoles. Tres operarios del centro de arte contemporáneo, que eran considerados como tal precisamente cuando la institución tenía a bien, hizo que nos fijásemos en la situación de sus compañeros del Museo Reina Sofía de Madrid y del MACBA de Barcelona. Y la evidencia resultó ser el reflejo de una realidad que dista mucho de ser aislada. Todos ellos contaban con contratos de falsos autónomos; una situación que, unida a la precariedad laboral, se ha agudizado en estos últimos años de la crisis.

Los últimos en visibilizar el entramado podrido de sistema artístico-cultural han sido los trabajadores del Museo de Bellas Artes de Bilbao. “Una huelga que desvela el lado tenebroso del Efecto Guggenheim y la burbuja cultural, desde el epicentro de su gestación”, escribían los artistas del museo, aplaudiendo la valentía de sus compañeros de mantenimiento.

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