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Mucho museo para tan poco país

Espacio Andaluz de Creación Contemporánea/ Nieto Sobejano / Córdoba

J.M. Costa

España es un país de museos. Algunos pueblos, como Guadalest en Alicante, tienen hasta 9 museos para sus 236 habitantes, desde uno Histórico Medieval, hasta uno de Saleros y Pimenteros. El visitante de su Castell encuentra una oferta insospechada.

Sí, en nuestro territorio encontramos museos de todo tipo y condición. Algunos de tema esperable como los Históricos, Municipales, de Arte Religioso, Etnográficos o Bellas Artes. Algunos más inesperados como el del Orinal en Ciudad Rodrigo o el de la Boina en Balmaseda. Unos son excelentes, otros vulgares, algunos pedestres. Como la vida misma. Pero en estas fechas la atención se ve reclamada hacia un ámbito diferente, más del ahora mismo que del pasado: los Museos/Centros de Arte Contemporáneo.

Sabemos que en Santander la Fundación Botín se expandirá el año que viene a un nuevo edificio y llegan noticias confusas sobre una sucursal del Reina Sofía en la misma ciudad para acoger la colección bibliográfica del Archivo Lafuente (El Diario Montañés: “La iniciativa es fruto del trabajo que desde Madrid, ya hace más de un año, se ha desarrollado por parte de la Secretaría de Estado de Cultura, cuyo titular es el santanderino José María Lassalle”). El Patronato del Reina dice que no sabe nada. Coordinación perfecta.

También el año que viene abrirá el flamante Espacio Andaluz de Creación Contemporánea en Córdoba, para doblar al ya existente Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla. Y, en Málaga, la ciudad de los mil museos, abrirán sendas delegaciones del Pompidou y del Hermitage.

Quién dijo crisis

Nadie diría pues, que estamos en crisis. Si se abren nuevos museos, será que a los existentes les va bien. ¿O quizá no tanto? Consideremos otra noticia de estos días, la convocatoria para cubrir la plaza de director en el Centro Gallego de Arte Contemporáneo en Santiago (CGAC), dejada vacante por el portugués Miguel Von Hafe. La convocatoria exige licenciatura y se puntúan doctorado, años de experiencia en cargo similar, libros y publicaciones etc. Un poco burocrático todo, la dirección de un Museo no es un puesto académico.

Tanta cualificación y responsabilidad se premia con un sueldo bruto anual de 46.000 €. Esto viene a ser unos 2.200 € mensuales netos. Teniendo en cuenta como está el corral, puede pensarse que se han visto sueldos peores. La realidad es que resulta una miseria, más si el elegido ha de trasladarse con una familia a Santiago, alquilar una casa, etc. Y no solo eso, si el director está así pagado, ¿cuánto cobrarán los sucesivos niveles subalternos? No veo a un Responsable de Exposiciones superando los 1.500 €. El CGAC paga muy mal, pero no mucho peor que el resto de los centros públicos.

Hasta aquí la actualidad. Solo que para entenderla hay que retroceder algo en el tiempo. Unos treinta años, tampoco más.

La explosión en España: 1985-2014

En 1985 apenas había algún museo de Arte contemporáneo en España. Existía uno en la Ciudad Universitaria de Madrid, semiclandestino y que no visitaba nadie. Algunos otros, como el de Arte Abstracto de Cuenca o Las Fundaciones Juan March y Miró hacían algún pinito en la Contemporaneidad. Poca cosa.

Luego llegaron espacios como la Fundación La Caixa, el Reina Sofía y el Ivam y, a día de hoy, tenemos unas 40-50 (depende de criterios) instituciones, por lo general públicas. Esto significa una actividad edilicia bastante frenética, de más 1,5 museos al año. A modo de comparación, en Alemania no habrá más de 10 Museos/Centros consagrados exclusivamente a lo contemporáneo, aunque bastantes Museos de lo Moderno acogen exposiciones muy actuales. En Francia sucede algo parecido, con unos 12 Museos/Centros dedicados. Como en Alemania, Museos de Arte Moderno en incluso de Bellas Artes, acogen también exposiciones contemporáneas. Teniendo en cuenta las diferencias demográficas y de riqueza, lo de España parece un exceso.

La construcción de Museos/Centros de AC tuvo lugar en los años de las vacas gordas y aún se mantiene esa tendencia cuando no hay ni para mantener a las vacas. Como había dinero, cada autonomía y luego casi cada provincia quiso tener su institución. Edificios impresionantes como el MUSAC de León, casi elefantiásicos como LABoral de Gijón, recuperaciones de cárceles como en Salamanca o Badajoz, etc. Son instituciones levantadas para hacerse la foto pero a las que jamás se dotó de una mínima seguridad financiera y, en ocasiones y como entidades públicas que son, sin posibilidades administrativas de recabar financiación externa. Resultado, los Museos/Centros dependen de los presupuestos anuales y desde el 2009, sus asignaciones han bajado de media más del 50%. La misma frivolidad con que se construyeron los museos, se utiliza ahora para recortar su presupuesto y dejarlos en una situación lamentable, sin mayores posibilidades de actuación. Se trata de sobrevivir.

El efecto Guggenheim no era poner un museo

Esa frivolidad condujo también a que no se tuvieran en cuenta algunos requisitos para el buen funcionamiento de un Museo de estas características, casi todos ellos con vocación internacional. Los Museos de AC en Europa (y en todo el mundo) están situados bien en grandes capitales y ciudades, bien en localidades más pequeñas pero en regiones de alta densidad demográfica. Karlsruhe, que acoge al ZKM, tiene solo 300.000 habitantes, pero la región circundante (Baden Würtemberg) son al menos 10 millones de personas muy bien conectadas. Frente a esto nosotros tenemos Badajoz (Ciudad: 150.000 hab., Prov. 600.000 hab.). Lo mismo puede valer para Castellón, Lleida, Salamanca, Murcia, Alicante, Gijón, Córdoba… Y no se trata de cerrar instituciones (¿para hacer qué?) pero tal vez haya que re-imaginarlas.

Como la política no se preocupó de estudiar el tema con seriedad, la mayor justificación para estos centros tenía que ver con un vaporoso concepto de “nueva cultura” pero, sobre todo por sus presuntos beneficios para el turismo local. Hay estudios apoyados en el éxito turístico del Guggenheim de Bilbao que no tienen en cuenta el icónico edificio de Frank Gehry; el apoyo de una institución como el Guggenheim; el hecho de que Euskadi no solo está densamente poblada, sino que tiene un algo nivel de vida o que el Guggenheim se incluye en un plan general de transformación de la ciudad… A falta de cifras fiables, cabe dudar de los efectos turisticos de la mayor parte de los Museos/Centros.

Los profesionales (directores, personal de la institución, críticos, comisarios, los mismos artistas) tampoco se pueden ir de rositas. Hemos importado un modelo de Museo de corte internacional que muchas veces no tenía sentido en poblaciones no muy grandes y sin la menor tradición, no ya de Arte Contemporáneo, sino incluso Moderno. Teniendo en cuenta que la enseñanza de las Artes en España se acerca a cero, igual no ha sido la mejor idea plantear exclusivamente exposiciones de alta exigencia, a veces incomprensibles para los no iniciados. La Casa Encendida de Madrid, con mucho dinero antes y bastante menos ahora, apostó por ser a la vez un lugar para las Artes y para la actividad vecinal. Eso le da una vida constante y la convierte en un hecho social. Hay Museos/Centros que tratan de abrirse a lo local de diferentes maneras, pero estamos lejos de una verdadera transformación.

Tenemos, pues, una red de Museos/Centros poco o nada planificada, cuya financiación jamás se aseguró a medio plazo y ahora sufre recortes salvajes, cuyo funcionamiento administrativo no es a veces ni medio sensato y cuya localización les impide los altos vuelos que se habían propuesto. Todo ello, unido a actitudes muy poco didácticas y abiertas por parte del mundo del Arte, ha desembocado en una postración general y, eso sí, en un fuerte espíritu de supervivencia. Es lo que queda.

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