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La portada que cierra una revolución nació de un confinamiento a la francesa

Al dibujante Alfonso Zapico, Premio Nacional del Cómic 2012 por su retrato de la vida cotidiana de James Joyce, el obligatorio confinamiento por el coronavirus en su casa de la localidad francesa de Angoulême le ha aportado ya, al menos, la portada del cuarto volumen de "La balada del Norte", el último capítulo de su monumental recreación de la Revolución de 1934 en Asturias que se publicará en 2021.

EFE

Oviedo —

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Al dibujante Alfonso Zapico, Premio Nacional del Cómic 2012 por su retrato de la vida cotidiana de James Joyce, el obligatorio confinamiento por el coronavirus en su casa de la localidad francesa de Angoulême le ha aportado ya, al menos, la portada del cuarto volumen de “La balada del Norte”, el último capítulo de su monumental recreación de la Revolución de 1934 en Asturias que se publicará en 2021.

Sin abandonar sus tareas docentes a través de internet con los alumnos del colegio cercano a Burdeos en el que trabaja, Zapico (Blimea, Asturias, 1981) aprovecha un tiempo que hasta ahora no tenía para embarcarse de forma definitiva en la creación de las primeras páginas del libro que cerrará las peripecias del minero Apolonio, de su hija Isolina y de su novio Tristán y narrará la persecución y la derrota de los revolucionarios.

“Empezar la casa por el tejado me ayuda”, bromea en una entrevista telefónica con Efe sobre su peculiar manera de trabajar. Primero un borrador provisional de la portada, ya definida pero que aún sufrirá algún cambio, y luego, a partir de un croquis previo, el trabajo de ir creando las viñetas que desarrollan el guión, una labor que asegura llevar a cabo “de forma más automática” una vez que la emprende.

Pese a que ni él mismo sabía que “La Balada del Norte” acabaría siendo una tretralogía, el autor de “Dublinés” asegura que siempre tuvo claro el final de la historia pese a tener que reordenar tiempos y capítulos -“saber qué meter y qué no es lo que da más guerra”- en una narración que “engorda” con las historias de personajes que, en el primer momento, no tenían tanto protagonismo como acabaron adquiriendo en la obra.

Ahora, advierte, el desarrollo de la trama en el último volumen debe servir para conectar a algunos de esos personajes y que “quede redonda” una historia que, pese a haberse extendido más de lo previsto, siempre se planteó con un carácter único en su desarrollo hasta el final.

“Ni se trataba de hacer una serie de Netflix, ni es un documental ni soy historiador y por eso puedo ir cambiando personajes, pero el final siempre ha sido el mismo” desde que concibió una obra que confiesa tener ganas de terminar para emprender otros proyectos tras unos seis años dedicados a “La Balada”.

A LA ESPERA DEL MERCADO FRANCÉS Y LA REFERENCIA DEL “BERLÍN” DE JASON LUTES

Tras vender más de 50.000 ejemplares en España de los tres primeros volúmenes, una cifra elevada para el exiguo mercado del cómic nacional, Zapico está a la espera de concluir el cuarto libro para que la obra comience a editarse en Francia, donde se fusionará en tres libros que se irán publicando con el menor tiempo posible de diferencia. “Tengo ganas de ver cómo encaja esta historia el lector francés”, apunta Zapico.

El creador de “Budapest” asegura compartir con Jason Lutes, el autor de otra monumental serie, “Berlin”, sobre el ascenso del nazismo en la Alemania de entreguerras la utilización de historias anónimas para hacer entender una época y el enorme esfuerzo de documentación para recrear el paisaje urbano de la época.

Además, recuerda la advertencia de sus editores (Astiberri) le hicieron cuando planteó “La Balada del Norte” de que no les hiciera lo mismo que Lutes a los suyos y tardara veintidós años en completarla y admite no tener “tanta obsesión por la fidelidad histórica” como el estadounidense que recrea el Berlín de entreguerras y sí la ventaja, bromea, de haber nacido en Blimea para contar una historia que transcurre en las cuencas mineras.

UN CONFINAMIENTO DIFERENTE AL ESPAÑOL

Mientras avanza en el cuarto libro, Zapico trabaja también en los dibujos que ilustrarán la segunda parte de “Los niños del humo”, el retrato generacional y sentimental de un espacio con un carácter tan definido como el de las cuencas mineras a través de los relatos de la periodista Aitana Castaño y tiene tiempo además para reflexionar sobre las diferencias entre el confinamiento ciudadano en Francia y en España.

“Veo que en España se da mucha más información, aquí es más difícil saber lo que está pasando. Quizás entienden que la República lo organiza y lo gestiona todo de manera eficiente y no les preocupa tanto” afirma, asombrado, del confinamiento “más light” de los franceses pese a jornadas con hasta casi mil muertos.

Sus vecinos de Angoulême, asegura, no parecen tener conciencia del drama que supone la pandemia, “o a lo mejor es que el sentido familiar o los vínculos con la gente mayor no son los mismos en España que en Francia”.

Raúl Molina

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