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Este blog se ocupará de las series más influyentes del momento, recomendará otras que pasan más desapercibidas y rastreará esas curiosidades que solo ocurren detrás de las cámaras.

'Atrapados' temporada 2, un viaje a la cara oculta de Islandia

Póster de la segunda temporada de 'Atrapados'

Belén Gómez

  • Las dos temporadas de la serie están disponibles en Movistar Seriesmanía, en exclusiva en Movistar+

Hay pocas series que, tras solamente una primera temporada, se conviertan directamente en clásicos. En referentes ineludibles para entender la imaginería de un país o de un momento histórico. Y, sin embargo, el éxito y la habilidad con la que Atrapados planteó su refomulación del nordic noir, la convierten hoy en una cita ineludible para los amantes del subgénero, pero también para aquellos que quieran saber qué se cuece en la ficción construida más allá de las fronteras de Europa central.

En 2017, Atrapados se convirtió en el thriller islandés más visto a nivel internacional. Una intriga semanal seguida por nada menos que el 86% de los espectadores islandeses, unos números de vértigo si hacemos el ejercicio comparativo: una serie con unos índices de share parecidos en nuestro país sería un absoluto evento generacional y social. Pero es que, además, se tradujo en un fenómeno mundial con más de 1.2 millones de espectadores en BBC Four en Reino Unido y más de 5.7 millones para los dos primeros episodios en Francia.

Las razones del éxito podrían ser muchas. Empezando por su protagonista, el carismático actor Ólafur Darri Ólafsson, a quien este año pasado hemos podido ver en Megalodón, El espía que me plantó y Animales Fantásticos: Los crímenes de Grindelwald. Pasando por el creador de la serie: Baltasar Kormákur, un realizador con demostrada pericia en la intriga gracias a películas como 2 Guns o Everest. Y terminando por su capacidad por sintetizar el sentir de un país en cambio en el que conviven viejas mitologías nórdicas, con crímenes muy actuales. Todos ellos, ingredientes no solo presentes en esta segunda temporada, también dispuestos de forma que esta ficción nórdica alcance nuevos niveles de tensión y calidad.

El aire frío del cambio en tierras inhóspitas

Un hombre toma como rehén a la ministra de industria y economía de la isla, convirtiendo su acto en un escenario que mantiene en vilo a todo el país. Pero por mucho que la policía intente controlar la situación y mantener alejadas las miradas, no hay forma de atrapar el aire de cambio que se avecina. El secuestrador termina por inmolarse prendiéndose fuego junto a su rehén a las mismas puertas del parlamento.

El inspector jefe de la policía de Reikiavik, Andri Ólaffson -un magnífico Ólafur Darri Ólafsson-, aún intenta superar su divorcio cuando recibe el encargo de investigar el hecho que tiene conmocionado a la nación. Pero sus pesquisas le llevarán muy lejos de la capital, hasta el entorno rural de una Islandia montañosa menos congelada y nevada pero más opresiva que la que conocimos.

Pronto descubrirá que la postal idílica que presenta el impresionante paisaje esconde la crudeza de muchas realidades más bien corrompidas. Andri lucha contra sus demonios mientras presencia cómo se masca el descontento entre los habitantes locales debido a los planes de expansión de una central geotérmica en la zona.

Los granjeros locales, cada vez más enfadados con las medidas que toman desde el gobierno en favor de intereses empresariales y privados, se sienten olvidados y traicionados. Y entre ellos empieza a calar el discurso de un grupo de extrema derecha conocido como El martillo de Thor. Muy pronto, la sangre llegará al río: uno de los capataces de la planta aparecerá brutalmente asesinado.

Los interrogantes se acumulan en la mente de Andri, que tiene que apoyarse en sus compañeros Ásgeir -Ingvar Eggert Sigurðsson- e Hinrika -Ilmur Kristjánsdóttir-, para no desmoronarse ante un entorno rural que, a cada paso que da, se asemeja más a una olla a presión.

Baltasar Kormákur traslada su mirada desde la Islandia nevada a la más rural, para explorar temática y metafóricamente todo lo que propuso en la primera temporada de Atrapados. Esta vez, siendo más ambiciosos en sus presupuestos y apuntando hacia un discurso de actualidad política que, a la vez que pone los pelos de punta, hace reflexionar sobre los tiempos de crispación que vivimos y sus causas.

La segunda temporada de este nordic noir no se conforma con ofrecer un viaje hacia una Islandia cambiante, en la que conviven dos mundos enfrentados -la innovación industrial y tecnológica choca con los intereses de los lugareños-. También apunta hacia el auge de la extrema derecha en Europa, las ramificaciones del odio y la homofobia, e incluso las raíces más profundas de los mitos nórdicos y su vigencia en la psique colectiva, como razones de un descontento que tiene como rehenes a toda una generación. 

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