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'Rocadragón': venganza en el nombre de la madre y un extraño cameo

Cersei y Jamie Lannister haciendo recuento de sus aliados

Mónica Zas Marcos

Se acabaron los avisos, “el invierno ya está aquí”. Juego de tronos estrenó anoche nuevo eslogan y la esperada premiere de su séptima temporada después de doce largos meses. Las expectativas aumentan según nos acercamos al final, por eso el episodio Rocadragón cumple una función doble: debía dar la bienvenida a la serie y servir como aperitivo para el epílogo (aunque aún falta una octava temporada y doce capítulos más).

Como siempre nos gusta avisar, este análisis contiene spoiler tras spoiler. Así que, si no han tenido ocasión de ver el primer episodio, les invitamos a hacer tiempo con el repaso de la sexta temporada, trama por trama, para poner a todos los personajes sobre el tablero. Y una curiosidad más: ¿por qué el invierno llega a Poniente en verano?

Los primeros episodios de Juego de Tronos no destacan por su acción trepidante, sino por situar las figuras de una partida de ajedrez que esperamos que sea muy sangrienta. Rocadragón ha cumplido la norma con una salvedad: sus cinco primeros minutos.

Nos trasladamos al reino de Los Gemelos, donde el señor Walder Frey convida a sus hombres a un copioso banquete para recordar la masacre de La Boda Roja. No en vano, como dice el anfitrión, fueron capaces de “destripar a una mujer embarazada, cortar el pescuezo a una madre de cinco y sacrificar a los invitados a su propia casa”. ¿No merece tal hazaña una celebración? Parece demasiado retorcido incluso para el viejo Frey.

La trampa se desencadena con el primer brindis. Arya envenena a toda la corte con la misma facilidad con la que degolló a su líder en la temporada anterior. Ya dijimos que la pequeña de los Stark se había convertido en un arma de destrucción y no se iba a conformar con el trozo grande del pastel. La Sin Rostro firma la matanza en el nombre de las dos madres asesinadas de su familia -Catelyn y Talisa, la esposa de su hermano Rob-. Un espectáculo en mayúsculas.

“Si te preguntan, diles que el Norte no olvida. Y que el Invierno llegó a la Casa Frey”, dice la loba. Queda demostrado que la lista de muertes aumenta a su antojo, por lo que aún puede depararnos grandes y brutales momentos.

Hasta aquí la acción, porque la lucha por el Trono de Hierro requiere estrategia, y esta es la que va a primar en el resto del episodio. Estrategia, y un extraño cameo del cantante británico Ed Sheeran, que se suma a otras apariciones musicales como el batería de Coldplay y algunos miembros de Sigur Ros. La canción es bonita, aunque algo ñoña después de la carnicería que se acaba de marcar Arya. Juzguen ustedes mismos.

Recelo al Norte y al Sur

Las otras grandes protagonistas de Rocadragón son las dos mujeres más poderosas al norte y al sur de Poniente. No es la primera vez, pero en este episodio se produce de nuevo una simbiosis entre Sansa y Cersei. La hija mayor de los Stark ha admirado a la Lannister desde la primera temporada, cuando se lanzó a los brazos de su hijo Joffrey. Han cambiado muchas cosas desde entonces y Sansa no es la niña malcriada que solo quería ser una mujer florero en la corte de los Siete Reinos.

Las semejanzas entre ambas mujeres son más palpables, pero también la inquina tras años de dolor y muerte. En Invernalia, Sansa asume su papel de segundona después de que Jon Snow fuese proclamado el Rey en el Norte y recibiese el apoyo de todas las casas allegadas. Al Sur, en cambio, la leona se acaba de hacer con el Trono de Hierro por primera vez después de mucho tiempo. Tras esta aparente calma, cada una digiere su derrota.

La primera, por no poder ostentar el trono del Norte, a pesar de ser la última Stark de pura cepa (o eso cree ella). La otra por reinar en el momento más vulnerable de Desembarco del Rey, sin aliados y con Daenerys Targaryen salivando por su asiento.

Tanto el Norte como el Sur debe cerrar alianzas para la gran guerra. Sin embargo, en otra analogía, Sansa y Cersei se muestran escépticas y rechazan la nueva lealtad de los que un día traicionaron a sus reinos. La Stark se enfrenta a su medio hermano por aceptar en sus filas a casas traidoras y la reina rechaza -de momento- la flota de su otrora enemigo Euron Greyjoy, autoproclamado ahora rey de las Islas del Hierro.

En algún momento, ambos reinos tendrán que batirse en duelo, y será cuando veamos hasta dónde llega la sed de poder y venganza de estas dos mujeres. Sansa sabe que Cersei es una rival a tener en cuenta, aunque no sea una prioridad para Jon. “Parece que sientes admiración por ella”, le recrimina su medio hermano. Un respeto que, como ella recuerda, no minará su fiereza en el caso de un enfrentamiento cara a cara. Veremos si se da la ocasión en esta temporada.

Una sorpresa de Vidriagón

Aunque el episodio Rocadragón le dedica su rato a todas las tramas que quedaron abiertas en la sexta temporada, sorprende la cantidad de minutos que reciben dos personajes secundarios. Durante buena parte acompañamos a Sir Sandor Clegane, el Perro, por las Tierras de los Ríos junto a sus nuevos compañeros de batalla, la Hermandad Sin Estandartes.

Poco se avanza en esta historia, de hecho, en ciertas ocasiones da la sensación de que el metraje se estira sin un mayor pretexto. Hay escenas que quizá se podrían condensar en menos tiempo, y la del entierro de los esqueletos de un campesino y su hija es una de ellas. El otro afortunado del capítulo es Samwell Tarly, del que por fin descubrimos su labor en la Ciudadela de los maestres.

Básicamente, como dicen en The Atlantic, se dedica a limpiar orinales y a servir comida en una escena escatológica que ya se merece un Emmy. Sam también lucha por que le dejen acceder a la parte restringida de la biblioteca de los sabios. Ante las negativas, el muchacho se cuela y encuentra un tomo de lo más interesante.

Según ese manuscrito, bajo la fortaleza de Rocadragón se encontraría enterrada una cantera enorme de Vidriagón, el único arma capaz de derrotar a los Caminantes Blancos. Cualquier ayuda es poca, porque los muertos están cada vez más cerca y cuentan con refuerzos importantes como tres gigantes zombies. Ese descubrimiento quizá le sirva en un futuro a la madre de dragones, que acaba de regresar a su hogar después de seis temporadas.

El final del episodio es una de esas escenas silenciosas, pero tan míticas, que será recordada siempre entre las mejores. Daenerys de la Tormenta, Khaleesi y cabecilla de los Dothrakis, los Inmaculados y parte de la flota Greyjoy, ya está en casa: la isla Rocadragón, situada en la entrada de la bahía del Aguasnegras.

Sale del barco, toca la arena mojada, sube por la eterna fortaleza y llega hasta la mesa de Risk más famosa de la serie. Aquella donde la bruja Melisandre y Stannis Baratheon concibieron a un ser demoniaco. La Targaryen recorre la miniatura de los Siete Reinos con los dedos hasta llegar al norte del tablero. “¿Comenzamos?”, pregunta. Y ojalá que sí, porque no se llega a conquistar Poniente con demasiados preliminares.

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