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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Cinco series de animación que aún estás a tiempo de descubrir este año

Buddy Thunderstruck, una de las series de animación del año

Francesc Miró

Esta temporada ha venido cargada de estrenos seriéfilos interesantes que han palidecido ante el dominio absoluto de la pantalla de Juego de tronos  y la polémica constante ante todo lo que ha rodeado a HBO. Como siempre, los árboles no dejan ver el bosque y, a la sombra de novedades de acción real, triunfan una serie de propuestas de animación que han estrenado nueva temporada o han debutado a lo grande en nuestras pantallas.

El interés por las series de animación crece y la respuesta de las grandes plataformas es clara: Netflix va a estrenar 13 animes en 2018. Disney, por su parte, ha hecho números y retirará sus productos de esta plataforma, con un buen puñado de series de animación incluidas, para iniciar su andadura con una plataforma propia. Y en nuestro país, servicios como Filmin anunciaban hace escasos días que iban a estrenar también hasta seis animes en su catálogo.

Desgraciadamente, si no eres de Los Simpson, en la programación de televisión española, las series de animación continúan mayormente enclaustradas en canales infantiles o programadas a horas intempestivas.

Sea como fuere, este año han llegado nuevas temporadas de series que maduran a pasos agigantados, y también han debutado algunas propuestas dispuestas a instaurar nuevos referentes. Todas merecen la pena por una razón u otra y son solo una pequeña prueba: hay decenas de series de animación que podrían estar en esta colección.

Archer

Archer

Sterling Archer es un agente secreto adicto a beber, drogarse, vivir de noche y matar de día. Es también el protagonista de una comedia casi coral que narra las desventuras de la agencia de espionaje ISIS (International Secret Intelligence Service) y de sus integrantes, una colección de misántropos y sociópatas que por razones profesionales se dedica a salvar el mundo.

Adam Reed empezó su carrera como becario en un departamento de marketing en el que tenía que analizar por qué Los Picapiedra tenían el éxito que tenían. Parece ser que aprendió la lección de lo que funcionaba en una sitcom y eso le valió para hacer carrera en Adult Swim, la filial adulta de Cartoon Network. Luego vendió su talento a la Fox, donde creó esta parodia del cine de espías que hoy en día es mucho más que eso.

Archer es una comedia negra que ha erigido un homenaje sobre los resortes de la interpretación macabra de los temas más polémicos de la sociedad contemporánea (racismo, pobreza, machismo...). Hace unos meses estrenaba su octava temporada y en ella trasladaba la acción a los años cuarenta, cuna estética y narrativa del noir, para dedicarla a rendir pleitesía a los clásicos del género.

Eso lo hacía por puro deleite estético después de haberse dedicado a investigar satíricamente las claves de las series policíacas de los ochenta, las buddy movies, las road movies, la tragicomedia familiar y hasta el thriller procedimental. Todo, con un carisma y un humor corrosivo solo comparable en estos momentos a la eterna South Park.

F de familia

F de familia

El pasado mes de julio llegó la segunda temporada de la historia de Frank y Sue Murphy, padres de tres hijos y definición de clase obrera norteamericana que se las ven y se las desean para llevar una vida normal a mediados de los setenta.

Menos negra y más emotiva que la anterior, esta serie sigue el modelo canónico de desarrollo y anclaje en esa enciclopedia de cultura pop que es Los Simpson. No en vano, uno de sus creadores, Michael Price, se curtió en esta para luego pasar a probar suerte con productos más abiertamente infantiles como la franquicia animada, Lego Star Wars. Sin embargo, moderniza muchos de los modelos típicos de aquella, gracias a la inteligencia del retrato de personajes y a su tristeza inherente.

En esta recién estrenada temporada, la serie ha aumentado en calado dramático gracias a despojar de protagonismo al padre de familia superado por las circunstancias, manido tropo que por desgaste ya parece tener poco que aportar. A cambio, ha ganado en interés en su retrato de la mujer -estupenda Laura Dern en la versión original-, y de una juventud aturdida ante los cambios culturales de mediados de los setenta.

Rick y Morty

Rick y Morty

Con la tercera temporada recién estrenada, Rick y Morty es hoy la serie más elaborada y valiosa de Adult Swim. No en vano sus fans aumentan a pasos agigantados y la locura de sus episodios parece seguir la misma senda. Sobre el papel, podríamos decir que se trata de una comedia de ciencia-ficción que sigue a las andanzas de un adolescente llamado Morty que acompaña a su abuelo, moderna recreación del mad doctor, Rick Sánchez, en viajes interdimensionales de todo tipo.

Rick y Morty es un proyecto conjunto entre Dan Harmon, que ya cosechó merecido éxito con Community; y por Justin Roiland, aguerrido creador que ha trabajado en series como Gravity Falls u Hora de aventuras. Ambos se compenetran a la perfección: el primero ha refinado su gusto por la parodia hasta llevarlo a niveles de análisis metaliterario en Rick y Morty, mientras que el segundo tiene lo que al primero le falta, conocimiento de los resortes de la animación y sus infinitas posibilidades.

El resultado no es solo una explosión animada de barroquismo visual. Hecha por y para fans, ha aprovechado la ciencia-ficción y la fantasía en favor de la locura narrativa más sana. Todo es posible en Rick y Morty y eso la convierte en una deliciosa montaña rusa para amantes de lo imprevisible.

Buddy Thunderstruck

La gran apuesta animada de Netflix este año es, mal que nos pese, una de las pocas series en animación stop motion que parece tener visos de futuro en el panorama contemporáneo. Una amable comedia que sigue las aventuras de un perro piloto de carreras de camiones llamado Buddy Thunderstruck.

Tom Krajewski escribió esta serie sin tener experiencia previa en la stop motion, pero arrastrando consigo una mochila de años de escribir para multitud de series de animación como Max Steel, Los padrinos mágicos, Scooby-Doo o Los pingüinos de Madagascar. Y sin saberlo, su última creación no solo se ha convertido en testigo de una técnica de animación en vías de extinción seriada, sino que abandera los cambios más interesantes de la industria. No en vano, Buddy Thunderstruck es una de las primeras series que ha probado la narración interactiva: capítulos en los que tú tomas decisiones sobre qué hacen los protagonistas. Es decir, un Elige tu propia aventura  pero en tu televisión.

Siendo una ficción más relajada y más “para todos los públicos” -pongan este adjetivo en cuarentena siempre que puedan-, de cuantas ocupan esta lista, Buddy Thunderstock se alinea con productos de la calidad como Historias corrientes o El asombroso mundo de Gumball, preocupándose más por el entretenimiento que por su desarrollo.

BoJack Horseman

El 8 de septiembre llega a nuestras televisiones la esperada cuarta temporada de una de las series más importantes de la animación para adultos de la última década. No exageramos: BoJack Horseman se ha convertido en escasos tres años en uno de los puntales de la industria gracias a su astucia y savoir-faire. La miserable vida de BoJack, antigua estrella de la televisión por haber protagonizado una sitcom en los noventa, no solo da para reflexionar sobre el star system hollywoodiense y sus cloacas, sino para hacerlo de la vida misma.

Raphael Bob-Waksberg era apenas un desconocido antes de que Netflix comprara su idea de un mundo en el que humanos y animales antropomórfos conviven sin más. De hecho, acababa de cumplir treinta años y entendía a sus personajes y sus dudas tanto como se conocía a sí mismo. De ahí que el realismo emocional que destila cada episodio de esta serie sea tan sinceramente desarmante.

Hoy ya cómoda en el drama, género que no abrazó desde el principio pero en el que se ha desarrollado de forma natural, BoJack Horseman se ha revelado como una de las visiones de la moderna insatisfacción de la clase media occidental, fuere o no animada.

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