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El Steve McQueen nunca visto renace en París

El Steve McQueen nunca visto renace en París

EFE

París —

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Las imágenes inéditas de Steve McQueen, un solitario impredecible y adicto a la velocidad que enamoró a Hollywood con sus ojos tristes y azules, llegan a París con material nunca antes expuesto de su difunto amigo y fotógrafo Barry Feinstein.

La galería “L'Instant” expone hasta el próximo 16 de septiembre en el barrio parisino de Le Marrais “Unseen McQueen”, que reúne instantáneas de “dos apasionados del motor, fueran motos o coches, que se conocían desde inicios de los años sesenta, salían a conducir juntos por el desierto californiano”.

Steve McQueen quitándose unos guantes de piloto, fumando un cigarrillo a lomos de una motocicleta, derrapando durante un rodaje, empuñando un revólver o conduciendo un bólido. Muchas fotografías en blanco y negro y dos amigos, un fotógrafo perfeccionista y un artista salvaje al que llamaban “El rey de cool”.

Feinstein, fallecido en 2011 a los 80 años, trabajó por primera vez para McQueen en 1968 durante el rodaje de “Bullitt”, un cinta de Peter Yates en la que un teniente de la policía de San Francisco intenta desentrañar un crimen con conexiones entre la mafia y la política.

“Capturó la intensidad del artista durante el rodaje, pistola en mano, a los mandos de su coche o en brazos de Jacqueline Bisset.

Como siempre, Steve está sublime, con esa fotogenia única que creó su leyenda“, agregan los responsables de la galería.

“Bullitt”, recordada por las persecuciones automovilísticas, consolidó en el estrellato a McQueen, que ya había rodado títulos memorables como “Los siete magníficos” o “La gran evasión”, ambas de John Sturges.

En esa última cinta sobre una fuga en un campo de prisioneros en la Segunda Guerra Mundial, McQueen enamoró al mundo escapando de los nazis en una moto Triumph TR6 de 1962, escena que sugirió el propio actor y que terminaría por convertirse en el emblema de la película y en una prueba más del influjo de la velocidad en su vida.

Hijo de una madre alcohólica y de un padre que lo abandonó recién nacido, Steve McQueen llegó al mundo en Estados Unidos durante la Gran Depresión (Beech Grove, 1930) y se crió entre el vandalismo, los reformatorios y los golpes de su padrastro hasta que a los 17 años, disléxico y sordo de un oído, ingresó en el cuerpo de Marines.

El insubordinado McQueen salió del Ejército a los 20 años y se fue a Nueva York, donde trabajó como camarero o estribador, hasta que con 22 años se matriculó en una escuela de teatro y con 25 debutó en Broadway.

Dio el salto definitivo al cine en 1956, con un papel en “Marcado por el odio”, que protagonizaba Paul Newman y dirigida Robert Wise.

Esa película marcó el inicio de una brillante carrera cinematográfica, que eclipsaba la complicada vida personal de un actor marcado por su áspera infancia.

Colérico, envidioso, arrogante, egoísta... las tres esposas y los dos hijos de McQueen fueron desgranando detalles sobre su intimidad tras el deceso del actor, a los 50 años.

Su hijo Chad lo hizo en el documental “I Am Steve McQueen”, en el que retrata con honestidad a un magnífico padre, pero también a un hombre intransigente y casi imposible en su relación con el resto del mundo.

Su obsesión por la velocidad también queda patente en “Steve McQueen, The Man & Le Mans”, que los directores Gabriel Clarke y John McKenna presentaron durante la última edición del Festival de Cannes y donde narran el gran proyecto fallido del actor: rodar una película revolucionaria sobre la carrera de las 24 horas de Le Mans.

El largometraje, con poco diálogo y mucho frenazo, se filmó en 1971, bajo la dirección de John Sturges, posteriormente sustituido por Lee H. Katzin.

Le costó a McQueen parte de su fortuna y el divorcio de su segunda esposa y madre de sus hijos Neile Adams.

Sin diálogos en los primeros 37 minutos, plagada de problemas, sobrecostes y retrasos, la cinta (en la que trabajó como extra un joven de 17 años llamado François Fillon, primer ministro de Francia entre 2007 y 2012) fue un fracaso en taquilla, pero ha pasado a la historia considera una película de culto para los amantes del motor.

Tras el batacazo de la que hubiera querido que fuera la obra maestra de su carrera, McQueen todavía rodó películas imprescindibles como “La huida”, de Sam Pechkinpah (1972), “Papillon”, de Franklin J. Schaffner (1973), o “El coloso en llamas”, de John Guillerminy (1974).

Murió prematuramente y abrazado a una Biblia en 1980 en Ciudad Juárez (México), donde había llegado para buscar una cura milagrosa para su cáncer de pulmón. Ahora tendría 85 años.

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