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De Botín a Aznar: las mil caras de Alberto San Juan para golpear al capitalismo

Alberto San Juan y Marta Calvó en 'Masacre'

Mónica Zas Marcos

Ser de clase media en España es algo muy digno, tanto como para alardear de ello en la televisión. En escena, un matrimonio heterosexual de unos cincuenta años, con dos hijos y piso en una urbanización residencial, explica al público qué es ser de clase media.

Empiezan dudando, ¿clase media baja o media alta? Da igual. Lo importante es que ambos trabajan en un banco y se pueden permitir tomar una cervecita cada tarde mientras los niños juegan.

El problema es que esas pequeñas rutinas, su hábito de consumo y las aspiraciones de este grupo se han reducido en la última década tras la crisis. Pero a la clase media le une algo más fuerte que una renta específica. Es un estilo de vida y un concepto cultural muy difícil de abandonar, sobre todo si implica ir hacia abajo. De eso trata Masacre, una breve historia del capitalismo español, la nueva obra que llega al Teatro del Barrio de Madrid y que pretende adentrarse en la realidad económica de nuestro país.

Alberto San Juan escribe y protagoniza un diálogo complejo y necesario para entender la implicación de la historia política en nuestros bolsillos. Él y la actriz Marta Calvó mudan de piel en incontables ocasiones para representar a esa pareja de clase media infeliz y demasiado preocupada por las apariencias, a Emilio Botín, Esther Koplowitz, Franco, su primer ministro de Hacienda, Adolfo Suárez, Aznar e incluso al IBEX-35.

Todo ello sin cambiar de atuendo ni de escenario, porque lo importante queda en las palabras. San Juan y Calvó hilan discursos reales y ficticios que dieron los miembros más destacados del poder económico desde finales del siglo XIX hasta ahora mismo. El espectador se encontrará nombres de sagas que aún encabezan los titulares -los Botín, los March- y otros menos conocidos que sentaron las bases del capitalismo en España hace décadas y que hoy se mantienen intactas sin el menor esfuerzo.

“En el franquismo se consolida el poder económico que ahora tiene sometida a la ciudadanía. Y en la Transición se acepta a este mismo poder económico y la regla del juego de que aquí los que mandan son ellos”, cuenta Alberto San Juan en una entrevista con este diario.

Tampoco es difícil ver su nombre unido al de proyectos atrevidos y metido hasta el fondo de la actualidad política. “En el Teatro del Barrio hemos hecho obras que hablaban de la monarquía, de la corrupción política, de los GAL y de las mujeres en el franquismo. Masacre no pretende hablar desde la posesión de la verdad absoluta. Lo máximo que puede conseguir es despertar la voluntad de saber”, afirma su creador.

Cadáveres de clase media

El título bebe de un concepto que tradujo de forma brillante Naomi Klein en su ensayo La doctrina del shock. Según la madrina del movimiento antisistema, “el capitalismo no es posible sin que haya una masacre previa a gran escala, ya sea física, como ocurrió en la posguerra franquista o, por ejemplo, provocada por una crisis de deuda”, como resume San Juan.

Como a cualquier forastero en la materia, al dramaturgo le ha costado asimilar los conceptos más complejos de análisis económico. Sin embargo, defiende que todos los ciudadanos deberían aprender a interpretar por su cuenta la realidad económica y que ésta deje de ser coto privado de empresarios, profesionales de las finanzas y del Gobierno.

Decidió establecer al matrimonio de clase media como personaje principal porque “me he basado en mi propia experiencia y mis aspiraciones de alcanzar cierta posición social y poder acumular no sé qué patrimonio”. Es mucho más sencillo empezar por lo simple, lo actual y lo que muchas familias llevan sufriendo en sus hogares desde 2008. La vergüenza de admitir que estás en el paro, que no puedes pagar los lujos a los que te habías acostumbrado, que el estrés ha acabado con la armonía de la casa y otras muchas cosas que no sonarán ajenas.

“Es una pareja que aprovechó el momento ascendente del modelo económico especulativo, con el ladrillo y las finanzas, y ahora está sufriendo el bajón”. Los dos insisten en un sueño de recuperación que, con la crisis, se ha truncado para siempre, como vaticina Klein en su doctrina del shock. “Ha habido tal acaparamiento de los recursos, que el estado de desigualdad actual no permite que haya una mayoría social acomodada”, resume San Juan.

Unido al monólogo de la frustración que representa la pareja, aparecen en clave de humor la privatización de compañías como Endesa, Telefónica o Repsol, la creación del turismo de masas o el falso estado del bienestar que adoptamos en la Europa de posguerra. San Juan asegura que no es una clase de Historia, y es cierto: es mucho más entretenida.

Las tres realidades inmutables

En El Rey, Alberto San Juan utiliza la figura de Juan Carlos como excusa para hablar de las últimas cuatro décadas, “según los cánones oficiales son los 40 mejores años de nuestra historia, los de mayor libertad y prosperidad”. Esta visión única de la Transición favorece el inmovilismo de instituciones como la monarquía. El artista ha querido repetir la estrategia con el estatus económico, tan tradicional y petrificado como el de los monarcas.

“Fíjate lo sensible que es la clase media a los cambios, pero el grueso de esa minoría social que son los grandes propietarios se mantiene a través de las décadas, de los siglos y de los sistemas políticos. Es una realidad inmutable”, confirma San Juan. Junto a la monarquía y al bipartidismo, las grandes empresas conforman un status quo que se necesitan juntas para que el proceso de concentración del capital siga adelante. “Si quitas una pieza, quién sabe hasta dónde se puede tambalear el edificio entero”, sintetiza.

Esto funciona en España porque nuestro país tiene peculiaridades derivadas de los 40 años de dictadura que la diferencian de la del resto de Europa. “En realidad, al capitalismo no le hace falta para nada la monarquía, es una cosa anacrónica. No le hace falta para nada el nacionalismo ni el ramalazo católico rancio español”, explica. Dice que el neoliberalismo se aprovecha de la fatiga de la clase trabajadora, tan despojada de sus derechos que ni sueña con conquistar otros nuevos.

“No nos planteamos que, si esto no funciona para el bienestar general, podemos experimentar otras posibilidades de organizar la economía. Tenemos miedo de que todo lo que no sea capitalismo nos lleve a vivir a una caverna sin lo elemental”, se lamenta. Sin embargo, asegura que a raíz del 15M el “hambre de conocimiento” se ha impuesto sobre el miedo. Él lo nota con cada obra que une “el rigor informativo con el hecho artístico” en el Teatro del Barrio.

Desde ahora (y hasta el 27 de septiembre) invitan a reírse con la interpretación de un Franco cascado, a meterse éxtasis con el IBEX-35, a bailar pegados con las nórdicas en la España de Alfredo Landa y a acabar con las versiones oficiales de nuestra historia.

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