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La evolución humana de los europeos contada por doce genes

La evolución humana de los europeos contada por doce genes

EFE

Madrid —

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Los europeos actuales somos el resultado de la evolución de una docena de genes que en los últimos 8.000 años nos han ido moldeando hasta convertirnos en lo que somos hoy en día.

Los investigadores han sido capaces de reconstruir la historia de nuestra evolución genética gracias al estudio del genoma de 230 individuos de la prehistoria (163 de ellos no se habían analizado antes) de Europa y Asia Central.

Los esqueletos estudiados tienen entre 8.000 y 3.000 años de antigüedad, es decir, son del Mesolítico (cuando los hombres eran cazadores), de los inicios del Neolítico (cuando llegaron los primeros agricultores de Oriente Próximo), de la Edad del Bronce (15 individuos de la cueva del Mirador, en Atapuerca, Burgos) y de la Edad del Hierro (los más recientes).

El estudio ha sido realizado por un grupo multidisciplinar de investigadores liderados por David Reich (Broad Institute, Harvard), Ron Pinhasi (University College Dublin) y Wolfgang Haak (Max Planck Institute) con la colaboración de investigadores del Instituto de Biología Evolutiva (CSIC-UPF), del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES-URV) y del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana (CENIEH) de Burgos.

El trabajo, publicado hoy en Nature, permite ver qué variantes genéticas son las que nos han permitido adaptarnos al entorno y sobrevivir en este continente.

Según Josep Maria Vergès, investigador del IPHES y coautor del trabajo, “los datos obtenidos son fundamentales para comprender el papel que han jugado las adaptaciones culturales en la configuración genética de las poblaciones europeas de la Prehistoria reciente”.

Carles Lalueza-Fox, del Instituto de Biología Evolutiva y coautor del estudio ha dicho a EFE que éste es el “primer estudio global de selección natural genética”, gracias al cual se han podido descubrir los doce genes que han creado “un arrastre selectivo”, es decir, los que han dejado una marca en el genoma que se puede rastrear.

Algunos de ellos “empiezan en baja frecuencia y acaban en frecuencias muy elevadas”, o sea, son los que triunfan en el proceso evolutivo. “Son los que han hecho que los europeos se adapten y sobrevivan a las condiciones de Europa y los que nos hacen distintos de los europeos del pasado”, afirma el biólogo.

Los doce genes que se han impuesto al desafío adaptativo tienen que ver con la dieta, la respuesta inmunológica y la pigmentación.

Entre los primeros están el gen de la enzima lactasa, el que hace unos 4.000 años nos permitió digerir la leche y sus derivados (ningún mamífero toma leche después del periodo de lactancia), o los de genes de la enfermedad celíaca, cuya función es protegernos de las deficiencias vitamínicas derivadas del paso de una dieta altamente proteica (del Mesolítico) a una más agrícola (la que adoptamos durante el Neolítico).

Otros genes están implicados en la respuesta inmune y “confieren resistencia a varios patógenos como tuberculosis o lepra y a otros que no sabemos distinguir. Esto significa que estos patógenos han supuesto una amenaza para la supervivencia de los europeos”.

“Actualmente, la mayoría de los patógenos que nos afectan vienen de la zoonosis, es decir del contacto con los animales domésticos. Por eso creemos que todas estas señales están imbricadas en la respuesta de la evolución de los europeos a la cultura del Neolítico”, sostiene el biólogo.

Del mismo modo, los genes relacionados con la pigmentación “probablemente están relacionados con el hecho de es necesario tener una piel clara para sintetizar vitamina D, una vitamina que en dietas agrícolas es más deficitaria que en las basadas en la ingesta de carne como la que tenían los cazadores del Mesolítico (de piel oscura y ojos azules, como el hombre de La Braña, en León).

El estudio también ha detectado genes relacionados con la estatura, si bien, este es un tema “complejo”, avisa Lalueza-Fox.

Sobre este aspecto se ha encontrado la contribución de unos 200 genes que “tienen un pequeño efecto en el producto final del individuo”.

“Hemos mirado unos 200 marcadores asociados a la estatura y quizá lo más llamativo es la selección hacia estaturas más bajas en la Península Ibérica, lo que probablemente es una adaptación relacionada con el clima y la disponibilidad de recursos”, explica.

Además, para este investigador, lo más probable es que este rasgo de estatura baja esté en todos los habitantes del sur de Europa pero la falta de muestras de Italia y Grecia no permiten constatarlo.

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