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Tokio rinde homenaje a Hokusai, uno de sus artistas más emblemáticos

Tokio rinde homenaje a Hokusai, uno de sus artistas más emblemáticos

EFE

Tokio —

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A Katsushika Hokusai se le conoce fuera de Japón fundamentalmente por su pequeño cuadro en la que domina una gran ola, a pesar de que la intención del artista era la de rendir homenaje a una montaña, el icónico Monte Fuji.

Hokusai (1760-1849), uno de los autores más emblemáticos de Japón, es uno de los artistas más conocidos de la llamada era Edo, que antecedió a la era Meiji, marcada por la apertura de Japón al resto del mundo.

Tokio le rinde ahora un homenaje con una exposición de medio millar de sus obras, de distintas épocas y estilos.

Y también de distintos nombres, porque Hokusai utilizó cerca de treinta identidades, algunas de ellas ligadas precisamente a su etapa artística.

“Buscó siempre algo nuevo, la expresión innovadora, durante casi los 70 años desde que debutó, desde cuando tenía 20 años”, dice a Efe Mika Negishi, asesora de la exposición que le rinde homenaje, en la galería Mori Arts Center de Tokio.

Al pintor japonés se le conoce especialmente por obra “Bajo la ola de Kanawama”, un grabado sobre tabla que forma parte de la serie “36 vistas del Monte Fuji”.

Esa pieza, en la que aparece en primer término una gran ola, al fondo el Fuji y tres embarcaciones que se mimetizan con los surcos del oleaje, es una de las más reproducidas en el mundo.

Llegó a ser elogiada por Van Gogh y, más recientemente, su perfil es un símbolo emoji para representar el océano o el surf.

“Es muy valorada no solamente fuera de Japón, sino también en Japón. Seguramente porque tiene la expresión de la figura innovadora e impresionante”, agrega Negishi.

“No hay evidencia de que Hokusai estuviera buscando que la composición del cuadro hiciera destacar la ola, pero quizás es una de las razones por las cuales ha impresionado a todos”, sostiene la asesora de la exposición.

En la muestra, titulada “Hokusai Actualizado”, que estará abierta hasta el 24 de marzo próximo, se exponen casi quinientas obras del autor, a partir de sus primeros trazos, cuando se convirtió en un aprendiz de Katsukawa Shunsho, hasta sus últimas obras.

Precisamente de ese primer maestro Hokusai adoptó su nombre para la primera identidad que llegó a utilizar, Katsukawa Shunro. Luego vendrían otros más, como Hokusai Tokimasa, Gakyokin Hokusai o Katsushika Hokusai (el más conocido), que el artista utilizaba para rendir otros homenajes a quienes influyeron en sus creaciones.

La última etapa de Hokusai incluye otra serie dedicada a la montaña más emblemática de Japón, “Cien miradas del monte Fuji”. Ya para entonces Hokusai se había movido progresivamente desde sus grabados iniciales hasta pinturas sobre tela y tabla.

Ese recorrido por la vida de Hokusai a través de sus dibujos se cierra con una de sus obras mayores, una pieza para enrollar pintada con tinta negra y colores titulada “El sacerdote Kobo Daishi exorcizando a un demonio”.

El demonio era el responsable de una plaga, y su mirada desencajada de terror se ve compensada con la paz del semblante del sacerdote encargado de expulsarlo de la vida terrenal.

La delicadeza de las líneas y los colores de Hokusai se ven en múltiples temas, desde las damas con rostros alargados hasta las flores y aves, como “La flor de jamaica y el gorrión”, en la que el pájaro queda suspendido en el aire adornando la planta.

“No creo que haya un antes y un después de Hokusai en la historia del arte. Sin embargo, es verdad que las obras que ha dejado Hokusai han influido en muchos campos”, sostiene la experta.

La exposición coincide con el 170 aniversario de la muerte del artista. Muchas obras forman parte de la Colección de Seiji Nagata, compuesta por unas 2.000 obras y que fueron donadas en 2017 para pasar a integrarse al Museo de Arte de Shimane, en la prefectura del mismo nombre.

Pocas veces ha llegado a Tokio una colección tan importante de Hokusai, y pueden pasar muchos años antes de que se pueda contemplar en la capital japonesa algo tan completo de ese artista tan polifacético.

Yoko Kaneko y Agustín de Gracia

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