Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Noticia de agencia

Noticia servida automáticamente por la Agencia EFE

Esta información es un teletipo de la Agencia EFE y se publica en nuestra web de manera automática como parte del servicio que nos ofrece esta agencia de noticias. No ha sido editado ni titulado por un periodista de eldiario.es.

Una verdad de ficción para lo que ETA nunca desveló

Una verdad de ficción para lo que ETA nunca desveló

EFE

San Sebastián —

0

Adolfo García Ortega ha recuperado en “Una tumba en el aire” la memoria de tres jóvenes gallegos desaparecidos en el País Vasco francés en 1973. Todo ha apuntado siempre a un crimen ETA y el escritor cree que el único, o de los pocos miembros de la banda que puede conocer lo ocurrido, es Josu Ternera.

“En esa época estaba ya en el entorno directivo de ETA y algo de información tendrá, pero es especulativo por mi parte, es una sospecha”, señala el autor vallisoletano en una entrevista con EFE, en la que habla de su novela, con la que ofrece una versión “muy plausible” de un caso nunca esclarecido ni policial ni judicialmente.

Solo se sabe que los coruñeses Humberto Fouz, Fernando Quiroga y Jorge García Carneiro, que vivían en ese momento en Irun, cruzaron la frontera el 24 de marzo de 1973 con la intención de ver en Francia la película “El último tango en París”.

No se ha vuelto a saber nada de ellos en 46 años, sus cuerpos no han aparecido y no ha surgido en todo este tiempo ninguna pista significativa. Pero sí, desde el principio, su caso se vinculó a ETA.

Las primeras informaciones periodísticas de ese mismo año ya mencionaban la autoría de la banda y así ha seguido siendo con las publicadas luego de forma intermitente.

Mikel Lejarza, infiltrado en la organización terrorista en esos años con el nombre de Gorka y conocido como “el Lobo” para los servicios secretos españoles, ha contado y también se lo ha dicho a García Ortega que el histórico etarra José Manuel Pagoaga, Peixoto, le reconoció que ellos habían matado y torturado a los tres jóvenes gallegos.

Pero el silencio entre la militancia etarra ha seguido siendo absoluto, aunque al escritor un miembro de la banda en esa época, al que entrevistó durante la preparación de la novela, le admitió que había sido ETA.

“Me dijo: ahí nos equivocamos, cometimos un error, se nos fue de las manos. Era plenamente consciente de que yo aludía a este caso, se lo pregunté directamente, aunque cuando hablé con él y con otros les dije que estaba buscando información para una novela sobre ETA, en general, no sobre esta cuestión en concreto”, explica.

El novelista piensa que puede acabar habiendo un reconocimiento público de la autoría, de la misma manera que hace poco más de un año ETA terminó por admitir el atentado perpetrado en 1974 en la cafetería Rolando de Madrid, aunque de ningún modo cree que vaya a ir acompañado de una petición de perdón ni de una acusación específica.

Su historia parte de la misma tesis que han sostenido las informaciones periodísticas, que un “talde” etarra refugiado en la entonces permisiva Francia confundió a los tres jóvenes con policías españoles.

Además de etarras como Peixoto y Txomin, también entran en escena los jefes militar y político de esa época, Eustakio Mendizábal, Txikia, e Iñaki Múgica, Ezkerra, que se encontraban ya preparando la operación Ogro contra Luis Carrero Blanco.

“Había una paranoia, pues creían que estaban siendo infestados por confidentes y por infiltrados, como tiempo después así fue. La razón por la que es tan insistente la tortura de estos chicos es porque la paranoia les lleva a querer saber si la Policía sabe algo más de la operación. Eso encaja en la psicología de dirigentes como Txikia o Peixoto de todo por la causa y de deshumanización total del enemigo”, señala.

Recalca que, como texto de ficción, ha buscado “una atmósfera y una serie de indicios” que le permitieran “abrir la imaginación a una versión verosímil sobre unos hechos de los que no se sabe prácticamente nada”.

Y como parte de esa trama introduce un protagonista más, el del escritor y político nacionalista Telesforo Monzón, “un personaje oscuro y muy curil que les amparaba y les daba una justificación incluso histórica”. “Algo de responsabilidad moral tuvo en muchas cosas de esa época”, agrega.

García Ortega dice que la causa se instruyó “muy mal” en 1974, pero que posteriormente no se han sabido encontrar “ni las pruebas ni las pistas adecuadas”, aunque opina que “donde se podría abrir un cauce importante es en Francia más que en España”, país este último en el que la batalla por esclarecer el caso la ha llevado durante años Coral Rodríguez Fouz, sobrina de Humberto, que fue senadora socialista y parlamentaria del PSE-EE.

“Al no haber aparecido los cuerpos es un caso que sigue abierto, incluso la Ley de Amnistía de 1977 no le afectaría”, añade.

Este escritor, que obtuvo el duodécimo Premio Málaga de Novela con “Una tumba en el aire”, sí tiene la sensación de haber hecho algo más que literatura con esta obra.

“La literatura debe servir también para construir memoria y, cuando se basa en hechos reales, para intentar focalizar o dar la idea de algo parecido a la verdad”, subraya.

Por Ana Burgueño

Etiquetas
stats