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Víktor Tsói, el rockero ruso bandera de cambios 30 años después de su muerte

Víktor Tsói, el rockero ruso bandera de cambios 30 años después de su muerte
Moscú —

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Moscú, 22 dic (EFE).- A Putin no le gusta el rock, pero el rostro desafiante de un rockero sigue presidiendo la calle más popular de Moscú 30 años después de su muerte. Es Víktor Tsói, el músico cuyas canciones sobre las ansias de cambio siguen inspirando a la juventud más rebelde en Rusia y en todo el espacio postsoviético.

“Tsói aún está vivo porque seguimos necesitando los cambios. Con (el presidente ruso, Vladímir) Putin hemos retrocedido a un estado de anquilosamiento soviético. Por eso sus canciones siguen siendo actuales, porque suenan como si hubieran sido escritas hoy”, comentó a Efe Artiom Troitski, el más famoso crítico musical de la época, ahora exiliado en Estonia.

Comparado por su influencia con Kurt Kobain, líder de Nirvana, el músico de San Petersburgo se mató en un accidente de coche en 1990, a la edad de 28 años, en la cima de su popularidad y un año antes de que se cumpliera el sueño de muchos jóvenes cautivados por el rock y la Perestroika: la desintegración de Unión Soviética.

UNA CANCIÓN, UN HIMNO

Más de 100.000 personas acudieron a su último concierto en el estadio Lenin el 24 de junio de ese año. Fue la última vez que se escuchó en directo la canción “Peremen” (Cambios), que se ha convertido en un himno del descontento, según Troitski.

“¡Cambios! Demandan nuestros corazones ¡Cambios! Demandan nuestros ojos”, reza la letra de la canción que muchos adolescentes rusos conocen mejor que el himno nacional.

Troitski, que organizó en 1981 uno de sus primeros conciertos clandestinos en Moscú, cree que ese es un “gran tema”, entre otras cosas, porque habla de aquello que “las autoridades temen más que nada: los cambios”.

“Es una palabra mágica para los rusos. La gente siempre quiere cambios, pero el poder no. Por eso es una canción que siempre es actual. La vida en Rusia es muy triste. Siempre que ha habido cambios son para peor. De Jruschov pasamos a Brezhnev y de Yeltsin a Putin”, apuntó.

Canciones como “Paquete de cigarrillos” o “Tipo de sangre”, y películas como “Assa” o “Iglá” convirtieron a Tsói en una estrella y su muerte prematura le elevó a los altares del fervor popular donde se encuentran figuras como Gagarin.

Aunque no era ningún intelectual, no tenía un gran dominio del escenario y apenas tenía estudios, Tsói era un “gran compositor” que escribió “unas canciones fantásticas que se han convertido en parte de la cultura rusa, no sólo desde el punto de vista musical, sino también social y político”.

BANDA SONORA DE LA REVOLUCIÓN

Pasan los años y Tsói sigue siendo joven. Cada vez que se produce una revolución o nace un movimiento de protesta en un país exsoviético, la primera canción que se oye por los altavoces es “Peremen” del cantante de padre coreano y madre rusa.

Así ocurrió estos últimos meses en Minsk, donde los manifestantes no dudaron en poner sus canciones para animar las protestas contra el autoritario presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko, que ordenó su prohibición y la detención de los osados por alterar el orden público.

Y eso que a Tsói nunca el interesó la política. “Era una persona apolítica. No participaba en mítines y no recuerdo que hiciera alguna vez un comentario sobre la situación política en el país”, señala.

“Estuve en el concierto en que interpretó por vez primera la canción en público. Estaba a favor de la libertad, la democracia y contra todo lo soviético, pero no apoyaba a ningún partido”, recalca.

El director de cine Alexéi Uchítel, que conoció al músico en sus inicios, cree que Tsói no compuso la canción para instigar “una revolución” o “derrocar” a un dictador.

“Él decía que los cambios deben empezar por uno mismo, de lo contrario somos nosotros los que nos anquilosaremos”, explica.

UNA PELÍCULA RECUPERA EL MITO

Una película, “Tsói”, recupera estos días su figura en el 30 aniversario de su desaparición de la mano de Uchítel, quien intenta explicar el mito a partir de su muerte al chocar contra un autobús en Lituania.

“La idea es que después de muerto sigue influyendo en nuestras vidas. Tsói, como pocos artistas, ha superado la prueba del tiempo”, comentó a Efe Uchítel.

El cineasta siempre estuvo fascinado por la figura del conductor del autobús, al que conoció poco después del siniestro, y cuya vida cambió para siempre, aunque no tuvo responsabilidad en la muerte del músico.

“Quería hacer una película protagonizada por el conductor, aunque pensé que la historia finalmente moriría. Pero cada año Tsói era más y más popular. Y no sólo por sus canciones, sino por su carisma. Se ha convertido en una figura casi divina. Tsói es sinónimo de talento, libertad y cambio”, afirma.

Uchítel rodó en tiempos soviéticos un documental, “Rock”, en el que grabó a Tsói llevando carbón para las calderas de un edificio de viviendas en San Petersburgo, lugar de peregrinación desde su muerte, al igual que el cementerio donde fue enterrado, adonde miles de seguidores siguen acudiendo a cantarle, guitarra en mano, sus sueños de cambio.

“Era como un chamán. Aún nadie ha podido desentrañar su magia”, indica el cineasta, cuyas hijas pequeñas se conocen “de memoria” las canciones de Tsói.

Ignacio Ortega

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