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El Acuerdo del Botánico según Antonio Montiel: “Con todas sus limitaciones, ha sido herramienta y símbolo para un cambio que ha traído dignidad”

Antonio Montiel, exsecretario general de Podemos en la Comunitat Valenciana

Laura Martínez

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Hace más de un año que Antonio Montiel, primer secretario general y portavoz de Podemos en la Comunitat Valenciana, trabajaba en un libro sobre el Acuerdo del Botánico. La idea del político, que hace unas semanas dejó la primera línea y decidió dedicarse al partido de otra forma, era presentarlo en esta edición de la Fira del Llibre. 

En política, donde un instante importa como una eternidad, los planes se vieron alterados rápidamente. Ximo Puig anunciaba el adelanto electoral autonómico, cuestión que alteró ligeramente el texto de Montiel, que, finalmente, estará disponible en las librerías a una semana de las elecciones generales y las autonómicas valencianas. Si dos elecciones simultáneas parecía poco, el libro de uno de los firmantes del Acuerdo de Gobierno alegrará aún más esta campaña.

Editado por Balandra y escrito junto al politólogo Gonzalo Guillén, 'Acord del Botànic' reflexiona sobre los cambios políticos en el País Valenciano que posibilitaron el último giro del parlamento hacia una mayoría, aunque con una ventaja ligera, de colores progresistas. Desde la pérdida de la hegemonía socialista, a quienes critica haberse acomodado en la dinámica institucional, hasta el pacto del PP con Unió Valenciana, las luchas sociales vinculadas a la izquierda y el replanteamiento de los partidos de este hemisferio político hasta llegar al momento de 2015. El libro se presentará este martes en el Centre Instructiu Musical de Benimaclet a las 19.30.

Montiel ha comentado en varias ocasiones que no es un libro que busca revancha. De un líder político desencantado con su partido uno podría esperar fuertes bofetadas en sus memorias, pero, por el momento, la pluma ha sabido controlarse. Aun con la indisociable visión personal del político, resulta un buen manual para entender cómo se gestó el cambio en la Comunitat Valenciana, con la intrahistoria del acuerdo: las llamadas, las visitas, las dudas, las tensiones.

Los autores coinciden en ubicar a Podem como responsable del entendimiento entre socialistas y Compromís, a quien parecen no perdonar que cediera en sus ansias de ostentar la presidencia de la Generalitat -condición más ventajosa para los morados- y dejara libre el camino al Palau a Ximo Puig. El dirigente morado explica sus razones para que Podemos no entrara en el Consell; una decisión que venía condicionada por el contexto electoral viniente y por las órdenes de Iglesias de que su formación no entrara en ningún Ejecutivo autonómico con los socialistas. Los líderes de Podemos aún confiaban, aupados por las encuestas, en dar el sorpasso al PSOE en el Congreso, por lo que no se habría entendido una campaña contra sus socios de Gobierno. La decisión de Oltra, señala el libro, no les dejó más opción que ejercer de vigilantes.

Si las tensiones para firmar el primer acuerdo estuvieron a punto de dejarlo caer, no fueron menos las que llegaron para suscribir la negociación de su renovación. Ni las que han estado presentes en ciertos momentos de la legislatura. Los autores explican algunas anécdotas en la gestión del Gobeirno y de la relación de este con su socio parlamentario morado. Por ejemplo, cómo estuvo a punto de frustrase la renovación del Acuerdo -en junio de 2017- por una cuestión de forma. “Podem asumió por responsabilidad estampar su firma, aunque la confianza entre las fuerzas del  Botánico volvió a acusar un nuevo golpe”, cita el texto, que considera esta firma como la “única auditoría ciudadana del acuerdo” -un compromiso que se ignoró por los tres partidos-, ya que Podem pidió a sus simpatizantes que realizaran propuestas de mejora y evaluaran el pacto. 

La decepción con este Gobierno progresista es un aspecto que se deja ver desde las primeras páginas y se confirma llegados al quinto capítulo: Limitaciones del Botànic, donde se denomina a la experiencia “una legislatura intensa pero agridulce”. Pese a destacar los avances en materia social y de ampliación de derechos, el protagonismo de la cámara legislativa autonómica o la fluidez del diálogo entre grupos, creen que el “rendimiento notable aunque desigual”, no ha satisfecho las expectativas.

Dicen los autores que, al margen de la herencia recibida (infrafinanciación, déficit de inversiones, deuda, la estabilidad presupuestaria) ha existido una brecha entre los planes comprometidos y los resultados. Hay planes y leyes aprobadas que no han tenido el desarrollo para empezar a percibirse como reales: cambio climático, función social de la vivienda, plan estratégico de industria, transformación del modelo económico.... Los autores realizan un listado de incumplimientos que ocupa dos páginas, eje por eje, en el que recriminan que no se haya puesto en marcha la ampliación del parque público de vivienda, el vaciado de las diputaciones, la agencia contra el Cambio Climático o la reversión del hospital de Dénia.

No obstante, los roces parecen ser para los autores, el mal menor. Entre veinte años de mayoría corrupta y conservadora y un acuerdo de progreso con limitaciones, escogen Botànic: “Con todas sus tensiones, limitaciones y dificultades ha sido herramienta y símbolo de un cambio político que ha traído dignidad, diálogo, honradez y regeneración democrática”.

El Acuerdo del Botànico es la consecuencia de lo que expone Montiel: una sociedad harta del expolio -que aún no habían avalado los tribunales, pero que las calles intuían-, una izquierda desnortada que tuvo que reconstruirse, adaptando sus consignas a nuevos tiempos en los que no importaba tanto el traje y la corbata, que se entendía como cercano el mensaje de la camiseta, el tú a tú. “[La ciudadanía] tuvo que afrontar por sí misma un lento proceso de maduración sociopolítica autónoma en un contexto general de desafección respecto de las estructuras y lógicas del partido”, escriben, confiados en que el cambio perdure.

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