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Elogio de la ciudad

'El panfleto', 1929. Equipo Crónica.

Moisés Pérez

Como consecuencia de las grandes revoluciones industriales, las ciudades experimentaron su eclosión. Tanto, que desde los inicios del siglo XX el arte empezó a ver el hecho urbano como motivo de inspiración. Los edificios, su diseño a través de la arquitectura, las personas que habitan en ellas o las situaciones que se dan en las grandes urbes empezaron a copar cuadros, películas o fotografías.

El Institut Valencià d'Art Modern (IVAM) reivindica ahora bajo la idea acuñada por Walter Benjamin de “perderse en la ciudad” eso mismo: el hecho urbano como leit motiv para las creaciones de los artistas. Con el título de 'Perdidos en la ciudad. La vida urbana en la colección del IVAM', la exposición cuenta con alrededor de 300 obras pertenecientes a cerca de 100 artistas.

La muestra se divide en diez salas. 'Fascinación por la metrópolis' es la primera. Y en ella la fotografía toma un papel protagonista. Especialmente, para ilustrar a través de las obras de Eugène Atget o César Domela la ciudad de Paris o los rascacielos centrales de otras grandes metrópolis. Pese a ello, entre las piezas que se encuentran en dicha sala destaca 'El panfleto', uno de los cinco cuadros que integran la serie 'El Cartel', del Equipo Crónica, y que supone una crítica sobre la sociedad burguesa. De la mano de Gabriel Cualladó, con varias series fotográficas y con el apoyo de artistas y expresiones dadaístas, se completa la segunda sala denominada 'Deambulaciones urbanas'. También hay imágenes de la Buenos Aires de Horacio Coppola.

El tercer espacio de la exposición -'Espacios banales'- propone un viaje conceptual por los edificios y las calles de la ciudad, y la cuarta sala -bajo el lema 'Deconstruyendo la ciudad- se sumerge en los lugares más inhóspitos y olvidados de las urbes. Allí donde la desigualdad, la falta de limpieza y la degradación se han apoderado de todo. La pintura de Dieter Roth sobre Londres, donde se difumina la imagen, es el ejemplo de esa ciudad desconocida y abandonada. El quinto espacio es un reflejo de la ciudad de nuestros días, de cómo la globalización económica ha invadido las grandes urbes. La fotografía de Thomas Struth 'Times Square N.Y. 2000' lo retrata perfectamente.

La intención en la siguiente sala es hacer un canto a las multitudes diversas, a las diferentes tribus urbanas y realidades. Aunque con el foco puesto en aquellos sectores marginados socialmente y ocultos hasta no hace mucho tiempo. De esa reivindicación de la pluralidad se pasa a la toma de Miquel Navarro del séptimo espacio con esculturas que formulan y evocan “ciudades imaginadas” -el título de la sala-. Un paso previo para desnudar la ciudad, que es lo que se propone seguidamente.

Los trabajos reflexivos y críticos respecto a la condición existencial del ser humano de Anzo, Juana Francés o Juan Muñoz dan paso a los 'Mundos Extraños', título de la novena sala. El último pedazo de esta muestra es un canto al miedo impuesto, a esa arquitectura creada para ese fin. Y las piezas de Sigmar Polke 'Campo de concentración' y 'Torre de vigilancia' son el ejemplo perfecto: retratan el horror del holocausto. Un pánico que solo se rompe con libros relacionados con temáticas urbanas que están colgados en hilos, y que cualquier persona puede sentarse a leer en unos sillones colocados allí.

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