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“La economía crece, pero la desigualdad no disminuye: eso es culpa de la precariedad laboral”

Francisco J. Goerlich, catedrático de Análisis Económico e investigador en el Ivie

Laura Martínez

Francisco Goerlich es es catedrático de Análisis Económico en la Universitat de València e investigador en el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas. Sus campos de especialización son la macroeconomía, la distribución de la renta, la demografía, la economía regional y la econometría aplicada. Acaba de publicar en la colección del Magnànim su estudio 'El empobrecimiento valenciano', que analiza qué ha ocurrido en esta sociedad durante y después de la crisis. 

En el libro dibuja un panorama bastante pesimista. ¿Éramos pobres y lo seguiremos siendo?

Es un poco lo que hay. En términos de renta per cápita la comunidad valenciana empezó a perder posiciones hace mucho tiempo, antes de la crisis. Ya a finales de los 80 empezó a distanciarse. En ese sentido, como sociedad ya éramos pobres. La crisis lo único que hizo fue agravar la situación, en especial a partir de 2007. Somos más pobres que el promedio nacional.

¿Eso se debe a la estructura productiva valenciana? ¿Al modelo basado en la construcción y el turismo?

En gran parte sí. Los sectores que más crecían antes eran el turismo, la construcción y la hostelería, los relacionados con la actividad turística. Los mismos que han empezado a crecer de forma importante en los últimos años.

¿Nuestro modelo económico ya nos abocaba a esto?

No necesariamente. La economía valenciana tenía mucha industria manufacturera que se ha perdido. La producción física se ha ido trasladando a los países emergentes y la tendencia continuará en el futuro. No hemos sabido ir adaptándonos. La valenciana y la española son economías desarrolladas, pero no están en la frontera del conocimiento y tienen dos grandes presiones. La globalización presiona muy a la baja los salarios para ser competitivos con los países emergentes, donde está la producción. La única solución a eso es moverse hacia la innovación y el desarrollo; si tienes que competir en la producción física, lo haces con países con salarios muy bajos. La otra presión es la brecha digital, que la revolución tecnológica crea una divergencia enorme entre los salarios de los trabajadores cualificados -para el mundo tecnológico- y los que no lo están. La gente que en la crisis se quedó sin empleo con 40 años tiene más difícil volver a encontrar trabajo. Y si lo hace es en sectores poco cualificados y en sus escalas más bajas.

Parece que el mundo evoluciona de forma que los no cualificados se quedan abandonados...

Sí. Por eso necesitamos un cambio en la estructura productiva. Todo el crecimiento no puede depender de la construcción y esos sectores.

Dice en el libro que parte de la culpa la tiene la precariedad.

En los últimos 4 años la economía ha vuelto a crecer y se ven también en la renta per cápita, pero los índices de desigualdad no disminuyen al mismo ritmo. Eso es culpa de la precariedad laboral. El tipo de empleo que se crea tiene salarios inferiores -a los de antes de la crisis- y gran tasa de temporalidad.

Para los jóvenes que se incorporan al mercado de trabajo la precariedad parece la regla, lo normal. ¿Qué consecuencias tiene esto para la vida laboral de una persona y para el sistema económico?

Los jóvenes lo van a sufrir más. Seguiremos creciendo, pero también los niveles de desigualdad. La relación entre aumento de la riqueza y su reparto no es la misma hoy que antes de la crisis. En la época del boom, incluso era menor.

¿Con estos niveles se puede garantizar un movimiento del consumo, la emancipación de un joven del hogar?

Normalmente no. Los indicadores indirectos lo dicen: la tasa de edad de abandono del hogar ha crecido, se ha producido un reagrupamiento familiar... Es el fenómeno de los 'working poor'. No se te etiqueta como pobre aunque tengas una jornada reducida, aunque seas autónomo y no factures... Mucha de esta población activa empleada no tiene los suficientes ingresos como para emanciparse. No es suficiente para salir de los umbrales de pobreza.

Llama la atención la forma de medir la pobreza. Que antes de la crisis, con un nivel de renta de 8.000 euros uno entrara en la categoría de pobre y hoy no. Con la misma renta. 

La pobreza se mide a nivel de hogar. Es una de las críticas que se hace en el libro, que en desigualdad no hay unidad en los indicadores. En la pobreza están los indicadores de la Unión Europea (AROPE, en el marco de la estrategia 2020), que hacen una media de rentas para medir el nivel de pobreza. Esta línea varía todos los años. De esta forma, cuando miras las estadísticas de pobreza que hace el INE, por ejemplo, si la renta cae mucho, la pobreza no aparece como aumentada.

¿Los indicadores son tramposos?

(Ríe) La estadística siempre hay que mirar cómo está medida. Si cae mucho la renta, tienes que fijarte en cómo quedan los que están en la cola. En el libro se propone no fijarse en el nivel de renta de cada año, sino en el nivel que teníamos antes de la crisis. Si haces eso, ves que el aumento de la pobreza es mucho mayor. Se juntan los que están en la cola de la distribución y que medimos a los pobres no con el nivel de renta de cada año, sino con el de 2007. No es que sean tramposos, pero hay que tener en cuenta lo que medimos. Si estamos midiendo los pobres en función del nivel de renta anual, el crecimiento es menor. Si mides desde dónde estuvimos, te das cuenta de que somos mucho más pobres. Entre otras cosas, porque no hemos recuperado los niveles de renta del hogar antes de la crisis. Perdimos mucho, alrededor de un 24% de renta en los hogares.

¿Nos estamos acostumbrando a la pobreza? Antes ser mileurista era una vergüenza; hoy se ve como un privilegio.

Se puede ver así. ¿Por qué ahora es un privilegio? Porque los niveles de renta han caído tanto que con mil euros la gente se conforma. En una parte sí, nos estamos acostumbrando a niveles más bajos.

La precarización de los nuevos empleos es consecuencia de la reforma laboral?

Sí. Hay que reconocer que una parte de las medidas impulsoras para reactivar el mercado laboral son generadoras de desigualdad. La pregunta es ¿Vale la pena tener empleos precarios o gente en desempleo? Bueno... ahora es mejor tener gente empleada, pero tiene que evolucionar, ser una transición. Las políticas no pueden perpetuar estas situaciones. Es necesario forzar que los empleos temporales sean residuales y en sectores determinados, no la norma.

¿Hemos salido de la crisis?

Aquí solo puedo opinar. Si miras los grandes números y las normas, sí. Desde el punto de vista de los niveles de vida, no. No hemos recuperado ni los niveles de vida ni los de empleo. La tasa de desempleo sigue siendo muy alta, es menor, pero sigue alta. Hemos mejorado, pero no hemos vuelto al punto de partida.

Los empleos relacionados con la economía colaborativa, a través de apps... ¿Qué impacto tienen?

Es muy difícil de medir. Las nuevas tecnologías acabarán trayendo formas de economía que creíamos desterradas, como el trueque. Hay intercambios de casas, compartir coches... Pensábamos que estaba fuera de las economías desarrolladas. Todavía no hay estadísticas, muchas de esas actividades escapan a la medición. Algunas prácticas cambiarán la estructura del mercado laboral y, si no se regula, no será para bien. Por ejemplo, en las empresas de distribución, la magistratura de trabajo ya ha fallado en contra de sus prácticas, en las que el trabajador lo aporta todo y se relaciona con la aplicación. El trabajador tiene que buscarse sus medios de producción y sus clientes... No está claro que beneficie a la sociedad. Beneficia a los consumidores, que pueden elegir y tienen precios más bajos, pero puede perjudicar a quienes prestan el trabajo. No tengo nada claro que sea positivo para la distribución de la renta ni para el mercado laboral.

La tendencia es que este tipo de actividades sean cada vez más importantes. Hace pocos años no se conocían y están creciendo. En los taxis, distribución de mercancías, distribución de alimentación... Empresas como Amazon se comprometen a hacerlo en dos horas. Es una presión enorme sobre los trabajadores.

¿Por qué la mayoría de informes no se segregan por género o miden si hay algún tipo de discriminación? Generalmente, los hacen las ONG u otras entidades y tenemos que acudir a ellas para un colectivo concreto.

Esto se hace en base a la Encuesta de Condiciones de Vida. Son genéricos. Salvo que hagas un estudio específico, no es posible saberlo. Las variables las decide Eurostat o un acuerdo entre los países miembros. La encuesta, con nombre diferente, existe en todos los países europeos con preguntas pactadas para que todos los resultados sean comparables. Siempre se puede recoger más información.

¿Qué debería hacer el Gobierno para paliar las desigualdades?

A parte de las transferencias monetarias (pensiones) y el acceso a los servicios básicos, para combatir la pobreza se debe hacer mediante los servicios sociales. Hay que incrementar los esfuerzos en el corto plazo, muchos hogares lo necesitan.

¿Y a largo plazo? Para un sistema que no abandone a la gente.

Fomentar la formación. Que la gente pueda buscar los mejores trabajos que pueda. Siempre habrá un porcentaje de hogares a los que atender, pero debemos procurar que sea los menores posibles.

¿Y qué hay de la renta básica universal?

Hay muchas formas de implementarla. Alguna vez existirá, pero tardará mucho en llegar a España. En algunos países existen algunos tipos, por ejemplo para los estudiantes. Tardará porque hay que buscar un mecanismo de financiación y no creo que llegue hasta que estemos en mejores niveles económicos. No he visto aún estudios financieros sobre ello. Supone un cambio radical en el sistema de prestaciones públicas. Se tendría que implementar en conjunto con otros países europeos para evitar el efecto reclamo entre los miembros y establecer unas bases comunes, igual que con la política fiscal.

A la hora de activar la industria, ¿qué medidas debería tomar el Gobierno para solucionar la escasa competitividad de las empresas?

Invertir en I+D, cambiar la estructura de las empresas y buscar la forma de aumentar el tamaño o crear agrupaciones de empresas. Las muy pequeñas, que son mayoría, tienen menos capacidad de salir a los mercados, de dedicar recursos a la innovación y al cambio en el tejido productivo.

¿Hacia qué tipo de sectores deberíamos ir?

En sectores industriales, probablemente la economía valenciana acabe en los sectores tradicionales pero renovados. Industria agroalimentaria, del mueble, textil... pero moviéndose hacia los diseños y la innovación en lugar de hacia la producción.

¿El Estado debería fomentar políticas de consumo de proximidad? 

Hay que educar la cultura del consumo, pero no debe descansar en esto. El consumidor se mueve o por precio o por calidad, en función del nivel de renta. Pero hoy no se mueve tanto por la proximidad del producto. Debes ofrecer un producto de calidad, en el que hayan intervenido empresas de aquí.

Al final del libro señala que hay que buscar un crecimiento inclusivo. ¿Cuál es la estrategia?

Hay que buscar empleos que no sean a tiempo parcial, ni con salarios tan bajos. La mejor política contra la desigualdad es una de empleo de calidad.

¿Sabemos aprovechar toda la información de los análisis económicos?

Muchas veces no. No sabemos aprovechar la información estadística. Otra cosa es la implementación de medidas concretas, que requiere ponerse de acuerdo y voluntad política. No todos los analistas proponen las mismas medidas y los actores de la política económica deben llevarlo a la práctica.

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