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Muere en Madrid el filósofo valenciano Jacobo Muñoz

Jacobo Muñoz.

Adolf Beltran

El filósofo Jacobo Muñoz Veiga ha muerto este viernes en Madrid, donde ejerció como catedrático de Historia de la Filosofía en la Universidad Complutense, en la que creó el departamento de Teoría del Conocimiento e Historia del Pensamiento.

Nacido en Valencia en 1940, era un hombre de libros, no solo porque en su juventud, con apenas 18 años, fundó la “revista de poesía y ensayo” La caña gris, en la que escribieron autores como José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Biedma o Juan Gil-Albert, ni porque en su ciudad natal su librería Lauria fuera un centro de reunión de intelectuales y gentes de la cultura que distribuía en los últimos años del franquismo títulos entonces censurados, sino por la exploración intelectual que desarrolló a lo largo de toda su vida.

“El marxismo no es, ciertamente, ciencia en sentido estricto. Es, ante todo, una de las grandes tradiciones emancipatorias del mundo moderno. Razón por la que, a propósito de él, no cabe hablar de crisis por la refutación de alguna de sus tesis o de alguna de sus prognosis. Sólo las verdades religiosas resultan irrefutables... Otra cosa es, desde luego, que alguno de los supuestos básicos del programa emancipatorio marxiano precise, al hilo de la evolución misma del capitalismo contemporáneo, de importantes reformulaciones”, escribía Muñoz en un artículo en El País en 1983 que sintetizaba su actitud filosófica y su compromiso.

Titulado significativamente Historia y emancipación, aquel artículo concluía con esta reflexión: “Que la emancipación no puede ser ya enfocada de modo primariamente económico- social y sólo en segundo. término ideológico y político, dada la presencia del Estado en la base productiva; o que la fragmentacion y pluralización del sujeto revolucionario por vías poco clásicas, a consecuencia, entre otros factores, del excedente de consciencia que permiten las actuales condiciones de trabajo; o que las resoluciones que parecen apuntarse -o no apuntarse- a la actual crisis civilizatoria, que tan disciplinante efecto está teniendo, no coinciden con las expectativas ortodoxas, son ya, por otra parte, tópicos también de cierta izquierda. Sólo que su horizonte es aún, a pesar de las apariencias, el contorneado por Marx. Y en el terreno que da sentido aún a su legado -y al de algunos otros-: el de las expectativas emancipatorias de una humanidad a cuya autoconsciencia social tanto contribuyó el autor de El capital”.

Discípulo de Manuel Sacristán, colaboró también con Emilio Lledó, y eso lo dice casi todo del rigor y la ambición de su empresa filosófica y cultural. El pensamiento contemporáneo, la teoría crítica y una lectura del marxismo que buscaba recuperar la capacidad del pensamiento dialéctico y su potencial de transformación política, tras la caída del estalinismo y en el contexto de renovación que catalizó en la revuelta de mayo del 68, fueron sus campos de interés.

Los autores que tradujo, prologó o estudió, de Wittgenstein a Lucácks, pasando por Adorno o Heidegger, los escritores cuyas obras publicó, en su estapa como director de la la editorial Grijalbo o de Materiales, como Goethe, Musil o Thomas Mann, y su magisterio sobre pensadores más jóvenes, como José Luis Pardo o Felipe Martínez Marzoa, cuyas tesis doctorales dirigió, dibujan la trayectoria de un intelectual preocupado por los grandes temas del pensamiento y la sociedad contemporáneos.

Sus Lecturas de filosofía contemporánea, de 1978, el Diccionario Espasa de Filosofía, de 2003, que dirigió y en el que colaboró con otros autores, su gran obra sobre Marx, de 2012, o Filosofía y resistencia, publicado en 2013, jalonan la evolución de un pensador preocupado por las grandes corriente teóricas de nuestro tiempo, a la vez que dotado de una formación filosófica de primer nivel.

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