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José Tuells: “Los opinólogos habituales se han transformado en epidemiólogos”

El epidemiólogo José Tuells.

Emilio J. Salazar

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José Tuells Hernández (1955, Tetuán) profesor de la Universidad de Alicante, epidemiólogo y especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública, es experto en la figura de Francisco Javier Balmis, apellido elegido por el Ministerio de Defensa en la lucha contra la epidemia COVID-19 para hacer honor a la hazaña capitaneada por este médico alicantino, quien en el siglo XVIII protagonizó la primera vacunación masiva de la historia.

La figura de Francisco Javier Balmis ha vuelto a la actualidad con el nombre de la operación del gobierno. ¿Nos hace falta un Balmis para atajar la pandemia actual o podemos confiar?

Hay que aclarar que el nombre de “Operación Balmis” lo han dado las Fuerzas Armadas, la Unidad Militar de Emergencias, a sus actividades de apoyo logístico en esta crisis. No es la primera vez que el ejército recuerda a Balmis, ya lo hizo hace unos años dando su nombre al Sistema de Información Sanitaria de la Defensa. Es un justo homenaje, ya que Balmis durante un periodo de su vida ejerció como cirujano militar.

Balmis fue un personaje controvertido, pero cumplió con éxito la misión de llevar la vacuna contra la viruela a los territorios de Ultramar. Se ganó el respeto de todos. Era un excelente planificador, tenaz y contundente en su toma de decisiones, no se arredraba ante las dificultades, encontraba soluciones y ejecutó su plan. Un hombre de acción.

Sin embargo, Balmis sigue siendo desconocido para el gran público, ¿a qué cree que obedece esta ignorancia?

Se le va conociendo poco a poco, se hizo una miniserie televisiva, hay versiones noveladas sobre la expedición, como la de Javier Moro, y el año pasado con motivo del bicentenario de su muerte hubo varios actos académicos, en sociedades científicas y centros docentes, recordándolo. Lo importante es que lo conozcan y les sirva de ejemplo a los jóvenes.

Usted es de los que opina que el gobierno lo está haciendo bien dentro de lo que cabe o que está sobrepasado por la situación.

Se observa una apariencia de improvisación y desconcierto que puede generar cierta incertidumbre. La ciudadanía, por su parte, está contribuyendo a mitigar la propagación de la pandemia. Cumpliendo los consejos sobre el lavado de manos, quedarse en casa o mantener la distancia social. La situación es nueva y cambiante, se trata de la primera pandemia de la historia contada en directo, con sensacionalismo, muerto a muerto, todo un espectáculo mediático. Por arte de birlibirloque los opinólogos habituales se han transformado en epidemiólogos. Las redes y los Whatsapps arden. Estamos encerrados en casa y a la vez hiperconectados, frente a todo ese ruido, la realidad muestra a sanitarios exhaustos y a pacientes que van falleciendo en la más estricta soledad.

¿La falta de material es responsabilidad del gobierno o de las comunidades autónomas?

Ellos sabrán, lo que se visibiliza es el resultado, que produce perplejidad por la sucesión de reacciones tardías y descoordinadas.

¿Ha influido en la crisis sanitaria los recortes sanitarios?

Es obvio que sí. Se ha ido perdiendo el espíritu de la Ley General de Sanidad de 1986 y no se ha puesto en marcha la de 2011, que nació recortada. Preveía la creación de una agencia estatal de salud pública que no se ha hecho realidad. Por el contrario, ha habido desinversión hospitalaria y adelgazamiento de la Atención Primaria.

En el primer mundo se ha focalizado la investigación en avanzar con el cáncer, enfermedades cardiovasculares, Alzheimer… ¿Nos equivocamos al haber dado por superadas las enfermedades infecciosas?

Es pura miopía, nuestra sociedad es egoísta y ombliguista, lo que no ocurre aquí no existe. La OMS ha dado por terminada una gran epidemia de Ébola en el Congo, están muriendo miles de niños por sarampión en África y la tuberculosis es la primera causa mundial de muerte por una enfermedad infecciosa. No están por tanto superadas, sin olvidar, además, que carecemos de una vacuna efectiva contra la malaria, el SIDA o la tuberculosis.

¿Qué opinión le merece el papel desarrollado por la OMS en esta pandemia?

La impresión es que a diferencia de otras crisis, en esta ocasión ha ofrecido un enfoque más epidemiológico que alarmista. Ha ido subiendo los niveles de alerta poco a poco, ha informado, ha propuesto que se hiciera vigilancia, es decir, seguimiento o trazabilidad de los casos y sus contactos, ha aconsejado sobre la distancia social y el pasado 16 de marzo su Director General dijo que había que hacer “tests, tests, tests”.

¿A qué atribuye las diferencias en las tasas de letalidad entre países y entre continentes?

A cómo se están recogiendo los datos. Cada país lo hace de forma y con criterios distintos. Todo parece indicar que el perfil de los que fallecen por COVID 19 es, sobre todo, de personas mayores y hombres.

En este milenio hemos tenido otras crisis sanitarias, como la del SARS en 2002 o el MERS en 2012, ¿en qué se diferencia con la de COVID-19?

El SARS de 2002 y el MERS de 2012 también eran coronavirus, pero fueron brotes limitados que se saldaron con 650 y 800 muertos, respectivamente. No llegaron a producir pandemia. Junto con el COVID 19, los tres tienen al murciélago como transmisor, bien de forma directa o a través de huéspedes intermedios, la civeta en el SARS, el dromedario en el MERS y los pangolines, serpientes o ratas en el COVID 19.

¿Había imaginado como epidemiólogo que algún día se iba a decretar en nuestro país el confinamiento de toda la población?

Era una idea remota e improbable, pero por desgracia, cumplida.

¿Las diferencias en la letalidad entre hombres y mujeres son comunes en otras pandemias?

Lo han sido, cada pandemia tiene sus propias características. En este caso no hay que aventurar el perfil de género hasta que los datos estén más elaborados y completos.

¿Ha estudiado a qué se deben las tasas de contagio entre el personal sanitario, comparando entre hospitales, servicios, categorías profesionales?

Faltan datos, se dan con cuentagotas, en España hay demasiados sanitarios afectados, más que en otros países. Ahora lo importante es que tengan suficiente material para protegerse, ha sido un despropósito la desprotección de nuestros sanitarios.

Entre los aspectos que debemos aprender para el futuro, ¿usted incluiría un protocolo de emergencia en centros públicos, residencias de ancianos, etc. para evitar pandemias?

Si algo está poniendo de manifiesto esta crisis, es la brecha de desprotección en grupos vulnerables, además de las personas mayores que viven solas o en residencias, hay otras en la más estricta marginalidad, sin hogar ni alimentos. Esto chirría con el autobombo sobre el estado de bienestar.

La mal llamada gripe española atacó principalmente a los jóvenes de 30 años, entonces se estudió que podía ser porque una parte población tuviera recuerdo de contactos con estos virus o similares. ¿Qué explicación se da de que en esta crisis actual se cebe con los mayores?

Faltan datos, no se han hecho tests. En los países donde sí se han hecho hay más enfermos o infectados entre la gente joven, pero están siendo casos asintomáticos. La falta de transparencia en los datos es una constante, no se dan los casos desagregados por grupo de edad, sexo, clase social, si son importados o no, etc.

¿Tener la vacuna lista antes de un año es una panacea o es posible?

Hay más de una docena de vacunas en desarrollo, algunas han iniciado las primeras fases de ensayos clínicos. Serán útiles dentro de un año o más, quizás para cuando pueda producirse una segunda oleada pandémica.

 ¿Es la única esperanza a la que acogerse en estos momentos o hay otras?

Actualmente no hay más defensa que mantener la distancia social, quedarse en casa y lavarse las manos.

¿Cree que la vacuna ayudará a disipar el movimiento antivacunas?

Esta crisis pondrá más en valor las vacunas si se desarrolla una que resulte eficaz y segura. Si esto no ocurriera, los contrarios a las vacunas podrían reafirmarse en sus creencias.

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