Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Réquiem por un naranjo y otros gritos contra la crisis del campo

Recreación de la performance "Rèquiem de taronjer" que llevará a cabo el artista castellonense Josep Agost el próximo 19 de abril.

Belén Toledo

Castellón —

Un naranjo recién arrancado de la tierra, con raíces incluidas, recorrerá el próximo 19 de abril el camino desde un huerto en los alrededores de Castellón hasta la puerta del Ayuntamiento. Lo acompañará un cortejo fúnebre compuesto por agricultores y artistas. El árbol saldrá de la finca del pintor castellonense Josep Agost, que es el autor de esta “performance-procesión”, según él mismo la denomina.

Unos días antes de arrancarlo con una grúa, Agost colocará unas piezas de cerámica alrededor del naranjo y sobre ellas, pintará su sombra. Después, numerará las baldosas, las cocerá y las devolverá al sitio donde el árbol fue arrancado. “Dejará al menos su sombra plasmada en el sol donde nació en la esperanza de gloriosas cosechas”, concluye.

Esta es la acción reivindicativa más llamativa que en los últimos meses ha surgido de la sociedad castellonense para protestar por la situación de la agricultura. Pero no es la única. Después de lustros de quejas de boca a oreja de los labradores, y de protestas públicas y continuas de las organizaciones agrarias, este año la sociedad civil está también dando algunas muestras de preocupación.

De “Naranjeando” a “Lágrimas de azahar”

Campañas en las redes sociales, presentación de mociones en los ayuntamientos y plataformas alentadas por políticos se han sumado al coro de quejas. Hasta la tradicional forma de protesta contra los bajos precios consistente en regalar las naranjas a los consumidores se ha reinventado para convertirse en jornadas lúdicas de la mano de una familia de Burriana, con su iniciativa “Naranjeando”.

La causa de estos movimientos está en la campaña citrícola de este año. Después de varios lustros de rentabilidad nula o escasa, esta temporada ha dejado más del 40% de la fruta sin cosechar, según datos de la Unió de Llauradors. La crisis afectó especialmente a la clemenules, que es la variedad mayoritaria en la provincia y ocupa el 70% de la superficie dedicada a los cítricos.

Entre octubre y diciembre los agricultores obtuvieron por ella precios un 35% inferiores a los del año anterior, según la Unió. En diciembre, el precio rondó los 10 céntimos el kilo, muy por debajo de los 18 céntimos en los que el Ministerio de Agricultura cifra los costes de producción. “Me las pagaron a 15 céntimos el kilo, y las vi en mercados de París a 15 euros”, explica con enfado Agost.

De la lluvia a la naranja sudafricana

Las causas de esta ruina son varias. Primero, las lluvias de diciembre que en algunos casos estropearon el producto. Esto causó nerviosismo entre algunos agricultores, que se apresuraron a vender aunque fuera a bajo precio, según explican fuentes de organizaciones agrarias y de la Generalitat Valenciana. Se disparó la debilidad del productor castellonense frente al intermediario, ya de por sí acusada debido al minifundismo de la provincia, donde el 41% de las explotaciones citrícolas tienen menos de una hectárea, según datos del INE.

El resultado fueron campos enteros alfombrados de mandarinas que se echaban a perder al sol porque no era rentable recogerlas. Esta imagen causó la indignación de muchos. Entre ellos, Mónica Mira, periodista. Ella es la cara visible de “Lágrimas de Azahar”, una campaña en redes sociales que intenta “dar respaldo. Las asociaciones agrarias están mostrando el problema. Queremos que sepan que la sociedad castellonense está detrás, aunque no vivamos directamente de la agricultura”.

“Lo que tenemos claro es que queremos que sea una reivindicación distinta: desde la cultura, desde la música”, explica. Ahora están preparando una fábula “dirigida al consumidor. Que cuando compre naranjas de Sudáfrica a 40 céntimos el kilo, se preocupe de qué condiciones sanitarias y laborales permiten esos precios”. Esperan tenerlo en verano “para distribuirlo también entre los turistas”.

“La naranja cabreada” que pide dimisiones

La referencia de Mira a la naranja sudafricana no es casual. La Unión Europea permitió en 2016 que llegaran cítricos de ese país hasta el 30 de noviembre, un mes y medio más de lo que se había acordado en años anteriores. Los sindicatos agrarios insisten en que estos cítricos se solapan con los valencianos y provocan una caída en los precios, aunque el Gobierno central y la Generalitat lo niegan.

La importación de naranjas sudafricanas centra otra de las iniciativas reivindicativas surgidas en las últimas semanas. Se trata de una moción que la Asociación Provincial de Agricultores de la Clementina pretende que se apruebe en todos los ayuntamientos cuyos términos tengan un elevado peso de la citricultura, según adelantó el diario Levante. Ya la han presentado en Castellón y Burriana, entre otras muchas poblaciones.

La moción pretende que los consistorios pidan la dimisión de aquellos eurodiputados españoles que se abstuvieron o votaron a favor del acuerdo con Sudáfrica. Se cita a ocho miembros del PP y nueve del PSOE. Según José Montagut, secretario de la asociación y autor del libro “La naranja cabreada”, “el descontento con Europa está creciendo entre los citricultores valencianos porque la UE es la culpable de los problemas del sector”.

Abandono y envejecimiento

Este “descontento” se está transformando en abandono. Entre 2004 y 2014, según datos de AVA ASAJA, el cítrico fue el cultivo que más superficie perdió, con 24.552 hectáreas (-13,72%). El fenómeno está vinculado al envejecimiento de los agricultores. Según datos del INE de 2009, el 40,5% de los titulares de fincas citrícolas de Castellón eran ya entonces mayores de 65 años y sólo el 2,1% eran menores de 34.

La mezcla de envejecimiento y baja rentabilidad provoca que “después de la muerte del agricultor, el hijo hereda la tierra, y con él llega el abandono”, en palabras de Héctor Molina, agricultor de 39 años y miembro del Consejo Europeo de Jóvenes Agricultores, que el pasado 12 de marzo participó en unas jornadas técnicas sobre citricultura en Castellón.

Ante esta situación, también algunos políticos han recogido el guante. En Nules, la localidad donde nació la variedad clemenules, el Ayuntamiento ha impulsado la “Plataforma por la dignidad del labrador”, que agrupa a sindicatos agrarios, a varios ayuntamientos y a cooperativas. Su primera medida será redactar un manifiesto de protesta contra la Unión Europea. Para ello, recogerán firmas de apoyo.

La idea nació en un congreso sobre citricultura celebrado en enero en esa misma localidad. Entonces, hubo quien pidió una “revolución” para la citricultura. Una soflama que pareció tener poco impacto en el auditorio. Había poco público, y estaba formado en su mayoría por hombres mayores de 60 años a los que no les cambió el gesto de desánimo.

Etiquetas
stats