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Salvem: La “resistencia férrea” del Cabanyal ante la “ciudad neoliberal” de Barberá

Avenida Doctor Lluch, en el barrio del Cabanyal.

Voro Maroto

El barrio del Cabanyal concentra el número más alto de infraviviendas de Valencia, el 22%; vive bajo la amenaza de destrucción del 30% de la trama urbana de la zona y, víctima del mobbing inmobiliario y el abandono de las autoridades, el “descalabro” de esta parte de la fachada marítima de la ciudad se refleja con claridad en las calles, tomadas por “desorden (suciedad, escombros, solares, basura, drogas, etc.)”.

Y, a pesar de todo, el Cabanyal es un epítome de la “resistencia férrea” de los vecinos frente a los embates del urbanismo neoliberal, en este caso, los de la Valencia gobernada por Rita Barberá. Esa es la tesis de El oficio de la resistencia. Salvem y Viu al Cabanyal como formas de contención del urbanismo neoliberal, un trabajo de Beatriz Santamarina, profesora de antropología de la Universidad de Valencia.

El estudio, desarrollado entre 2009 y 2013, repasa el laberinto jurídico-político-económico que está destrozando el barrio. La aprobación en 1988, con mayoría del PSOE en el ayuntamiento, del plan urbanístico que abría la posibilidad de prolongar la avenida de Blasco Ibáñez hasta el mar. La aprobación, en 1998, ya con el PP de Barberá en el poder, de un proyecto que conectaría el centro de la ciudad con el litoral derribando más de 1.600 viviendas. Y la lucha, desigual, que desde entonces mantienen parte de los vecinos contra el todopoderoso ayuntamiento (1.000 millones de euros de presupuesto anual) y sus socios, aquellos con intereses urbanísticos en la zona. Una pinza entre el estado y la iniciativa privada para consolidar una Valencia neoliberal, dice Santamarina.

Pese a todo, los vecinos, representados por asociaciones como Viu el Cabanyal y, sobre todo, Salvem el Cabanyal, van ganando la batalla. La destrucción parcial del Cabanyal está en punto muerto a las puertas de unas elecciones que pueden dejar al PP sin la mayoría necesaria para acometer el proyecto. Y, en cualquier caso, los vecinos, con “pluralidad, tenacidad y  resistencia” y “su capacidad para presentar alternativas y para sobrevivir a los envites”, han demostrado  que hay “alternativas practicables y posibles” pese a la insistencia y presencia demoledora de «no hay alternativas» en el discurso hegemónico, dice el trabajo. Salvem el Cabanyal, en resumen, ha sido un “dolor de cabeza para los políticos locales por su férrea resistencia”.

Portes Obertes

Lo ha hecho sin apenas recursos más allá de la solidaridad y el entusiasmo, con “reivindicaciones clásicas, como las iniciativas judiciales y administrativas” y, con “nuevas formas reivindicativas” caracterizadas “por la creatividad y la imaginación  por su alto contenido simbólico”. Especialmente, gracias a Portes Obertes, la apertura de muchas de las casas del barrio a los visitantes interesados por las peculiaridades de la zona.  Portes Obertes ha funcionado al comunicar de manera “efectiva y directa el estado del barrio, contribuyendo con ello a denunciar la situación”. Además, da a conocer “los valores patrimoniales que contiene el Cabanyal (arquitectura popular, trama urbana, tradiciones, etc.) y, finalmente, ha ayudado como ”elemento de recuperación de la autoestima y cohesión identitaria de barrio, muy dañada por la política de abandono y por el progresivo deterioro“.Este es un vídeo del Portes Obertes 2013 de Sergi Tarín, periodista, activista y vecino del Cabanyal.

Gracias a ésta y otras acciones de esta índole, un barrio histórico (forma parte de Valencia desde 1898) y singular (casas bajas, trama urbana con calles paralelas y travesías, arquitectura modernista popular, fuerte identidad propia) aspira a sobrevivir al “mobbing inmobiliario” que ha provocado “la estigmatización y degradación generalizada del barrio”. Salvem el Cabanyal conseguirá su objetivo o no, pero es un “ movimiento de contención al urbanismo neoliberal que ha servido para frenar los planes iniciales del Ayuntamiento de Valencia. La resistencia vecinal ha logrado, por lo menos, retrasar el proyecto y forzar su reformulación”. 

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