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“Sorprende que en España no tenemos partidos eurófobos ni opinión pública antiinmigración como en Europa”

Emilio Lamo de Espinosa, presidente del Instituto Elcano

Carlos Navarro Castelló

Emilio Lamo de Espinosa (Madrid, 1946) es doctor en Derecho por la Universidad Complutense, doctor en Sociología por la Universidad de California-UCSB (1979) donde amplió estudios a comienzos de los años 70 y done ha sido visiting professor.

Es Presidente del Real Instituto Elcano desde el año 2012, un centro de pensamiento y laboratorio de ideas creado en 2001 en España, cuyo objetivo, según sus estatutos, es “analizar la política internacional desde una perspectiva española, europea y global, además de servir como foro de diálogo y discusión”.

Lamo de Espinosa ofreció este jueves en Valencia una conferencia bajo el título 'Triunfo y fracaso de  Europa en un mundo post-europeo'.

¿Cómo se ha visto en el exterior el conflicto en Catalunya?

Ha habido cierta sensación de incomodidad en los medios de opinión sobre todo, no así en las cancillerías. Yo creo que el Gobierno español ha trabajado muy bien la relación con los ministerios de exteriores de otros países europeos y la prueba es que el éxito del independentismo en conseguir cualquier tipo de entrevista ha sido totalmente negativo. En ese sentido se ha hecho muy bien. Sin embargo, no se ha hecho nada bien en términos de la opinión pública y publicada de los medios internacionales. Yo hago un seguimiento diario de la prensa extranjera en su relación con España y después del 1 de octubre la reacción que hubo en los medios internacionales fue bastante negativa y puede decirse que el mensaje de los independentistas había conseguido bastante credibilidad. Hay que separar esas dos vertientes.

¿Por qué ha tenido credibilidad ese mensaje?

Yo creo que no ha habido otro mensaje alternativo. No ha habido una tarea con los corresponsales extranjeros que nosostros en Elcano sí hacemos. No ha habido tampoco una tarea de informar a la opinión publicada, a los grandes medios internacionales en general. En ese flanco no se ha dado la batalla a pesar de que hay elementos de sobra para darlos. Cuando se habla de la mala calidad de la democracia española y se nos acusa de neofranquistas, hay que recordar que los prinicpales organismos internaciones como el 'economist intelligence unit', que realizan estudios rigurosos de la calidad de la democracia en el mundo y que actualizan todos los años, en la lista de las 19 democracias más avanzadas del mundo, entre las que no están ni Francia ni Estados Unidos, España era la 18 el año pasado y este es la 19, es decir que es de las pocas democracias completas que hay en el mundo. 19 de 200 países. Por tanto hay elementos de sobra para acreditar la calidad democrática de España pero eso no se ha comunicado, no se ha hecho una tarea de información.

¿Tienen estudios propios al respecto?

Acabamos de finalizar el último estudio sobre reputación de España en el mundo y tan solo hemos perdido una posición, pasando del puesto 11 al 12 del mundo, lo cual quiere decir que el impacto de opinión pública en general sobre la reputación del país casi no se ha producido. Sin embargo, si te vas a los medios internacionales la imagen se había deteriorado mucho.

¿Cómo afectó el tema de la moción de censura a la imagen de España?

El modo en el que se gestó el nuevo Gobierno, la rapidez, el rigor constitucional con el que se ha llevado adelante, más allá de otras opiniones, la incorporación de dos personalidades que tienen mucho prestigio y que han dado una impresión muy positiva, como el ministro de Exteriores, Josep Borrell, o la ministra de Economía, Nadia Calviño, todo eso ha venido a cambiar de un modo bastante profundo la imagen que en este momento están transmitiendo los medios exteriores, de modo que lo que percibes es una sensación de que España regresa y de que hay una mayor calidad y comunicación y la prensa internacional en este momento está cambiando claramente. Puede que la personalidad de Quim Torra, su historial editor y las barbaridades que ha publicado estén ayudando también a cambiar ese mensaje. El discurso catalanista que era un discurso cultural de incorporación, de integración ha pasado a ser un discurso casi racista, casi xenófobo, claramente supremacista y por lo tanto eso no les está ayudando a ellos. En este momento su moméntum es negativo y el nuestro está siendo claramente positivo.

Por tanto los independentistas han logrado justo lo contrario de lo que perseguían con su nuevo Gobierno.

Efectivamente, para ellos eso ha sido negativo y para nosotros el Ejecutivo de Sánchez, Borrell, las ministras, ese gobierno feminista, han roto por completo su discurso de un país neofranquista, con una derecha casi fascista. Eso ya no es creíble, ha quedado cancelado.

¿Por qué se había llegado a esa percepción de país neofranquista?

Esa percepción en el exterior se había asentado entre las élites intelectuales, académicas, periodísticas, grandes medios de comunicación, no en la opinión pública en general donde prácticamente no ha cambiado y no ha llegado. Y entre las élites ha llegado porque no hemos comparecido, no ha habido un discurso alternativo, no se ha hecho política, no se ha construido una narrativa distinta.

¿El tema de la corrupción cómo ha afectado a la marca España y a la reputación del país?

En la propia España ha afectado muchísimo, es evidente que la corrupción, conjuntamente con la austeridad, con el periodo duro de ajuste de la crisis económica, han contribuido a desligitimar de un modo poderoso la credibilidad de las instituciones en España. Si me voy a los datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) que tiene series históricas de la legitimidad del sistema Gobierno-oposición, esas series se mantienen relativamente altas, alcanzan su máximo en el 2004 con el Gobierno de Zapatero y desde ese momento no hacen más caer en picado. Han empezado a repuntar hace dos o tres años. Pero durante el periodo de crisis la credibilidad de los parlamentos, de los políticos, de los partidos, de los sindicatos, de los bancos, se hunde. Lo único que se ha sostenido es la Policía, la Guardia Civil, el ejército, la Corona, la universidad y la ciencia, los medios de comunicación y poco más. Pero ha habido una pérdida de credibilidad de las instituciones y en eso la corrupción ha sido un elemento demoledor porque ha afectado a todos los partidos.

¿Y en el exterior de España cuál ha sido el impacto de la corrupción?

Fuera ha tenido mucho menos impacto porque casi todos los países han tenido fenómenos parecidos. No digo que no haya tenido impacto, pero ha sido mucho mayor el de las imágenes del 1 de octubre y de la Policía en Barcelona que el de la corrupción.

¿Y el cambio de política que se está empezando a ver con la llegada del Aquarius en cuanto a la acogida de inmigrantes y refugiados cómo se ve desde fuera?

La situación en España ha sido muy curiosa y diferente a la de la mayoría de los países europeos. Aquí hemos tenido una política encrespada, dura, difícil, no había Gobierno, no había mayorías, la crisis catalana... todo eso ha afectado y ha crispado enormemente el escenario político. Sorprendentemente, la economía ha ido muy bien a pesar de ello porque hay excelentes empresarios en España que se han lanzado a exportar. Y con todo este escenario, la sociedad no se ha crispado, dejando fuera el caso catalán. Y soprendentemente, en España no tenemos ni partidos eurófobos, no hay una opinión pública eurófoba, no hay una opinión pública en contra del euro y tampoco tenemos una opinión pública xenófoba o antiinmigración como la hay en toda Europa. Esto viene a demostrar una gran sensatez, equilibrio y prudencia de la sociedad española que ha sabido ver todo ese escenario de la inmigración con una actitud mucho más receptiva y abierta. A pesar de los atentados yihadistas, que los ha habido y duros, aquí no ha habido ni una sola movilización antimusulmana, en ningún sitio. Y esto es de destacar porque en este momento en toda Europa hay una movilización muy fuerte. Y aquí, por el contrario, hemos tenido el caso del Aquarius y el Gobierno ha decidido traerlo.

¿Puede haber un efecto llamada como dicen desde algunos sectores?

Podría darse un efecto llamada. Aquí hay que tener presentes dos cosas. Primero, que es evidente que el flujo de inmigración en España en su momento fuerte fue la crisis de los cayucos en la época de Zapatero. Eso se contuvo bastante bien, se desarrolló una política razonable de cooperación con los países de salida de los inmigrantes como Senegal, Mauritania o Marruecos, una política que por cierto la Unión Europea está copiando y la ha vendido como modélica. Eso se controló y la realidad es que hemos tenido un flujo limitado, incomparable con el caso de Italia.

¿Qué le parece el cierre de las fronteras ordenado por el Gobierno italiano?

Hay que entender la posición del Gobierno italiano, que no comparto, pero que sí comprendo porque el flujo que se cortó en la vía de Siria e Irak hacia Grecia y los Balcanes saltó luego como consecuencia de que Libia es un Estado fallido, en el camino de Libia a Italia y la penetración que ha habido ha sido brutal en los últimos años. Por tanto, hay que comprender la posición italiana, pero lo lamentable es que la Unión Europea ha sido incapaz y sigue siendo incapaz de frenarlo.

¿Cree que el tirón mediático del caso del Aquarius puede servir de punto de inflexión para que de una vez por todas la Unión Europea afronte el problema?

Ojalá este caso permita que se identifique de una maldita vez, al menos dos cosas. La primera es el control de fronteras, la Unión Europea es una unión política, de ciudadanos, por tanto las fronteras deben ser vigiladas conjuntamente con una financiación conjunta. Y en segundo lugar, hace falta una política de inmigración, de control de flujos y de gestión de flujos. Esto ya ocurrió con la entrada en Alemania tremenda, no se ha solucionado, sigue sin solucionares y me temo que no se va a solucionar y esto es preocupante. En ese contexto, yo creo que hay que diferenciar lo que es una actitud humanitaria, como el caso del Aquarius, en el que el Gobierno ha tomado la decisión, creo que razonable por razones humanitarias, de acogerlos, pero existe el riesgo de que, si a eso se le da mucha publicidad, pues acabemos teniendo un efecto llamada y esa actitud positiva de la sociedad española frente al tema de la inmigración pueda acabar dando la vuelta.

¿No cree que ha habido un excesivo afán de protagonismo de los políticos y que se ha llegado a convertir en un circo mediático la llegada del Aquarius?

Se está haciendo un poco de demagogia con este asunto y es peligroso. Es indiscutible que un flujo incontrolado de inmigrantes crea enormes tensiones, por tanto, hay que gestionarlo bien y luego gestionar el proceso de integración, sin que aparezcan guetos, cosa que en España por suerte no ha pasado, y por eso no hemos tenido ningún problema. Se ha hecho bien, curiosamente sin que ningún Gobierno haya diseñado una política de integración. La han ido diseñando más bien los ayuntamientos y ha salido bien. La prueba es que no tenemos guetos ni una actitud antiinmigrante.

Cambiando de tema, ¿estamos mejor o peor desde el encuentro entre Trump y Kim Jong-un?

No se sabe realmente cuáles han sido los acuerdos, pero no parece que hayan sido muy importantes. Que se haya abierto un camino de esperanza es bueno, pero no hay garantías. La tensión creo que sigue ahí. El resultado de la cumbre de Singapur está más orientada a la ciudadanía de Estados Unidos de cara a las próximas elecciones de noviembre próximo, más que a conseguir una solución al problema. Trump ha hecho electoralismo.

¿Qué le pareció la puesta en escena del encuentro?

El problema fundamental es el presidente Trump y toda la parafernalia, la teatralidad, el narcisismo, el postureo constante de un presidente que no sabe si va o viene. Está generando enormes incertidumbres y tensiones. En lugar de estar contribuyendo a crear un mundo abierto y liberal, con instituciones fuertes, lo que está es cerrando América, construyendo muros y, en el fondo, destruyendo las instituciones. En este momento lo que tenemos es más que un mundo de instituciones fuertes, un mundo de hombres fuertes con instituciones débiles y esto no es un buen orden.

¿Tienen algo que ver las redes sociales con lo rápido que se suceden últimamente acontecimientos y decisiones de gran trascendencia?

Tenemos la capacidad de comunicar y la rapidez de las redes sociales. que lo que nos genera son muchas profecías autocumplidas y autonegadas. Con el Brexit, todos los sondeos daban ganadora la continuidad en Europa. Cuando los sondeos dan ganador a alguien, los partidarios de ese algo se inhiben y se desentendienden, mientras los partidarios en este caso del Brexit, se activan y se movilizan. Resultado, todos daban cuatro puntos de ventaja a la continuidad y finalmente gana el Brexit por esa diferencia. Y todos se llevan las manos a la cabeza. Son cisnes negros, eventos poco probables que ocurren justo porque se había previsto lo contrario. Son lo que en sociología llamamos predicciones autonegadas. Se hace una predicción correcta, eso provoca unas reacciones.

¿En qué estudio se están centrando actualmente en el Instituto Elcano?

Lo primero que hay que destacar es que el Instituto Elcano se financia básicamente con fondos privados, es importante resaltarlo. Lo que hacemos es estudiar los intereses de España en el exterior en todas las dimensiones. Recientemente le estamos prestando mucha más atención al tema africano. Comenzamos con un trabajo que se titulaba 'Mirando al sur' que viene a decir que los españoles siempre miramos al norte, a Europa, al oeste a América latina, pero nunca al sur. África está a tan solo 15 kilómetros y España es el único país europeo con fronteras en África y su crecimiento demográfico es espectacular. Está creciendo económicamente y se está estabilizando políticamente. Es un riesgo enorme la presión del mundo africano sobre el norte de África. Pero es a su vez una oportunidad para las empresas españolas de infraestructuras, de energías, de finanzas, de residuos urbanos, de sanidad. Es una región gigantesca creciendo enormemente, que va a tener 1.200 millones de habitantes de aquí al año 2100. La edad media de África está por debajo de 20 años, en Europa está en 44 ó 45, la presión es enorme y hay que aprender a lidiar con ella y el mejor modo de contener la presión es fijarla en el territorio. Para eso hay que contribuir a que crezca, que haya industria y economía, empleo, que los jóvenes estudien. El crecimiento de África es muy importante para España, de modo que prestémosle más atención y miremos más al sur.

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