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Vivir junto a una zona industrial causa molestias; vivir junto a un gran puerto, también

El puerto de Valencia en dos imágenes de 1945 y 2018 del Instituto Cartográfico Valenciano.

Carlos Navarro Castelló

“Ampliar las áreas portuarias se está volviendo más difícil que antes debido a una creciente conciencia ambiental y la posterior oposición de la comunidad. Por lo tanto, parece que la era de la expansión de puertos fácil y libre de controversias ha llegado a su fin”.

Así se expresan los catedráticos de Estructura Económica de la Universitat de València (UV), Salvador del Saz-Salazar, Leandro García-Menéndez, junto a Olaf Merk, en su estudio 'El puerto y su entorno' elaborado para la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el cual coge como ejemplo el puerto de València y su polémica ampliación, que está siendo objeto de debate por contar un estudio de impacto ambiental absoleto (del año 2007 y previo a la modicación del proyecto) y por las consecuncias ambientales en el vecindario y en el medio ambiente.

El trabajo parte de la idea de que, si en la percepción social era claro que vivir cerca de una zona industrial causaba molestias, ahora también se perciben en el caso de las zonas portuarias y pretende, a partir de una serie de encuestas y fórmulas, cuantificar los efectos ambientales de la actividad portuaria desde una perspectiva económica y establecer así en qué medida afecta tanto al medio ambiente del entorno como a la calidad de vida de los residentes más cercanos: “Es necesaria la cuantificación de los efectos ambientales desde una perspectiva económica”.

Según refleja el informe, “a pesar de esta creciente oposición a la expansión del puerto, algunos puertos, como es el caso del Puerto de Valencia (PV), todavía se están expandiendo para acomodar futuros aumentos de tráfico. De hecho, como consecuencia del proceso de expansión experimentado en los últimos treinta años, ahora el Puerto de Valencia es el líder en el Mediterráneo occidental y el quinto más grande de Europa en términos de carga en contenedores según los datos proporcionados por los puertos marítimos europeos”.

Sin embargo, “desde un punto de vista ambiental, este proceso de expansión no es neutral ya que no podemos pasar por alto su impacto en el medio ambiente circundante”.

Así, el documento hace un repaso sobre las diferentes ampliaciones que ha experimentado el puerto y sobre sus consecuencias en el entorno: “La construcción de nuevos muelles, que sobresalen en el mar, ha afectado la hidrografía costera causando erosión en las playas cercanas debido a la menor disponibilidad de sedimentos”.

Como resultado de este proceso de expansión, “la superficie del Puerto de Valencia se cuadruplicó desde 1980, cuando tenía un área de 1,5 millones de metros cuadrados, en comparación con sus actuales 5,5 millones de metros cuadrados”.

El estudio concluye que se detectan “externalidades ambientales negativas y positivas. Mientras que las primeros son el resultado de la expansión del puerto para acomodar los aumentos actuales y futuros del tráfico marítimo, las segundas son el resultado de la transformación de áreas portuarias obsoletas en instalaciones recreativas como consecuencia de la creciente conciencia ambiental”.

Además, como conclusión destaca que “en un contexto de creciente preocupación ambiental por la expansión del puerto, surgen problemas ambientales como factor clave que configura el éxito actual de los puertos y su licencia para operar en el futuro con un apoyo local sostenible”

Por tanto, “la aplicación más amplia del método de valoración contingente en las expansiones portuarias y el desarrollo de la costa podría proporcionar una valiosa orientación a los responsables de la formulación de políticas”.

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