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El desarrollo de la economía digital no es una opción: urge una política activa

Algunos de los logos de las principales empresas tecnológicas

Andrés Pedreño Muñoz

Pese a los 5 millones de parados y una tasa de paro juvenil del 63,7 por 100, la economía digital no está entre las prioridades de los políticos, tampoco entre los moderadores, entrevistadores de TV o periodistas. Cierto es que si se revisan los programas electorales, la apuesta por lo digital está presente en todos. Lo que hay que preguntarse es si esto es suficiente.

Los debates de estas recientes elecciones se han centrado en lo que aparentemente preocupa a la gente (empleo, sanidad, jubilación...). Pero a continuación mucha de esa gente los juzga un tanto estériles y tópicos. Quizás el resultado fuera distinto si los líderes supieran ilusionar a un país con propuestas y estrategias sólidas de futuro, algo con lo que sustentar precisamente con qué se financiará el empleo, la sanidad, la jubilación...

Ningún líder político, en sus mítines o en sus apariciones en TV ha mostrado entusiasmo por destacar que su partido y él apuestan y creen en la economía digital. Quizás algún guiño en favor del emprendimiento, sin mucha concreción.  El debate político reciente se ha centrado en torno a la reforma laboral y aspectos concretos como las modalidades de contratación. Lo más urgente hubiera sido plantearse “QUIENES” van a contratar en los próximos años y “POR QUÉ”, “Dónde”, “Cómo”...

En Comunidades Autónomas como la valenciana, tras la devastadora acción de la burbuja inmobiliaria-financiera y décadas de megaproyectos e inversiones públicas ruinosas, todavía hoy el desarrollo de la la economía digital queda relegado a meritorias acciones locales o proyectos de empresas privadas.

La necesidad de construir una estrategia sólida en economía digital

La necesidad de construir una estrategia sólida en economía digitalQuizás los economistas y los políticos se limitan a dejar la generación de empleos en manos de las empresas, claro. Sin embargo, es importante plantearse con un poco más de ambición (en una era de disrupciones y avances tecnológicos masivos y de demandas tecnológicas apenas conocidas hace 15 años) preguntas como: ¿Qué sectores generan nuevos empleos? ¿Qué tipo de emprendedores? ¿Qué entornos propician la innovación y la economía del conocimiento? ¿Qué empresas tienen más futuro? ¿Qué mercados? ¿Qué condiciones favorecen la creación de empresas tecnológicas y de futuro?

Oyendo los debates y los discursos de algunos políticos parecería que toda las esperanzas se centran en el “viejo modelo”. Pero es difícil creer que nuestros políticos (y nuestra sociedad) confíen en una nueva burbuja inmobiliaria. O que animen a nuestros jóvenes emprendedores a que abran más bares y/o tiendas de ropa. O que esperen a que nuestro socorrido turismo tradicional dé todavía más de sí, o los servicios financieros, o servicios que responden a cientos de ineficiencias (subsanables digitalmente) de las administraciones públicas…

Un punto de partida interesante para abordar el tema sería plantearnos estas dos preguntas:

  • ¿Cuál es el modelo que permitirá retener y explotar el talento del millón y medio de estudiantes universitarios  en España?  Pregunta de una relevancia extraordinaria. Implicaría que nos creemos que la sociedad del conocimiento es una apuesta de futuro inteligente y viable. Un millón y medio de universitarios puede representar para un país un activo enorme (aun a pesar de una formación insuficientemente competitiva). O por el contrario, tal como ocurre ahora un problema de gran envergadura (diáspora y formar talento gratis para terceros países).
  • Muy relacionado con lo anterior: ¿Cuál es la apuesta “ilusionante” de nuestros políticos por los sectores de futuro, base de las economías dominantes del siglo XXI? Los sectores de futuro, la sociedad del conocimiento y la economía digital son tres pilares fundamentales de una economía moderna del siglo XXI. La competitividad y los empleos de calidad están ligados a esta apuesta de futuro. Fuera de ella está la precariedad, los bajos salarios y la presión competitiva de países emergentes y menos desarrollados.

Una economía moderna de nuestro tiempo necesita una economía digital fuerte. No sólo por el hecho de que nuestra sociedad es digital. La economía digital constituye uno de los principales impulsores de la productividad y competitividad de todas las empresas y, por añadidura, es también la causante de todas las disrupciones muy relevantes. Paralelamente a la digitalización de la economía tradicional, un país moderno debe anticiparse y tratar de impulsar sus propias disrupciones y no que le vengan dadas por terceros países. En suma, es imprescindible una economía digital fuerte.

Una economía que no apueste por la economía digital quedará anclada en el pasado. Precisamente en los siglos XIX y XX un país que no apostaba por la industrialización / terciarización se veía abocado no sólo al subdesarrollo, sino a padecer una agricultura pobre y atrasada. Hoy la historia se repite con la “digitalización”. Los países que no apuesten por la economía digital, tendrán una industria y unos servicios atrasados y escasamente competitivos.

Un debate poco productivo: la economía digital y la destrucción versus generación de empleo

Un debate poco productivo: la economía digital y la destrucción versus generación de empleoCon frecuencia, el debate se plantea en términos escasamente productivos, al menos si se quieren maximizar los beneficios de la economía digital. Hace poco Gregorio Martín (2015): “Digitalización y desempleo”, 6.01.2015, planteaba en el diario El País el tema de la destrucción de empleo. Aunque llevara razón (destrucción masiva de empleos vs generación compensatoria insuficiente), en casi nada cambiaría la necesidad ineludible de una fuerte apuesta por la economía digital.

En realidad, para los economistas este problema no es nuevo. Ha sido un debate recurrente relacionado con la tecnología en los dos últimos siglos. Y pese a predicciones de signo negativo, los sistemas económicos y las políticas económicas se han ido adaptando y han propiciado suficientes empleos bien a través de nuevos sectores, generación de empleo público y nuevas regulaciones laborales.

Pese a la popularidad y aumento de la literatura sobre los riesgos de la  automatización (puede verse también Andrés Ortega (2014): “Robots contra las clases medias”, en eldiario.es, hoy por hoy, los países o regiones que más han desarrollado su economía digital presentan actualmente un mercado de trabajo más sólido y con menos desempleo.

En el peor de los casos, los países podrían regular el “reparto” de la escasez trabajo. Sin embargo, si no hay actividad económica relevante no habrá nada que repartir. Sugiero para los pesimistas la lectura del el discurso del economista jefe del Banco de Inglaterra en el Congreso de la Unión de Sindicatos británicos, incluso lejos de Jeremy Rifkin en soluciones, puede que su análisis nos aporte una visión más pragmática, dado que el Reino Unido ha sabido entender mejor la economía digital que el conjunto de la UE.

Al igual que en los siglo pasados con la industrialización, la economía digital (y otros sectores de futuro) tienen retos impresionantes y un potencial de generación de nuevas actividades inmenso. En esto último es en lo que hay que poner foco. En los próximos años se crearán muchos “googles”, “facebooks”,  “amazons” especializados. Hay que concentrarse en una cantidad enorme de negocios relacionados con la economía digital y los sectores de futuro. Es algo que en muchos países asiáticos se percibe con mayor claridad; no desde Europa, cuyos reguladores y desde la “vieja economía” nos sentimos “colonizados” por las nuevas y gigantes empresas tecnológicas sin otra respuesta posible que la de una regulación defensiva y proteccionista.

Que se hable de que la “destrucción creativa de empleos” no se cumpla con la digitalización, efectivamente tiene mucho que ver con la educación. Esta última sí puede cambiar en gran medida el balance “creación-destrucción” de empleos.

En Estados Unidos (absorbiendo talento mundial) hay numerosos puestos de trabajo vacantes sin cubrir, la gran mayoría relacionados con la economía digital. Incluso en Europa se calcula que actualmente existen 900.000 vacantes relacionadas con la economía digital.

Lo que no hemos comprendido es que los empleos que necesitaba hace medio siglo la industria o la construcción eran fácilmente trasvasados sin más desde la agricultura, y su adaptación fue sencilla para las empresas. Ya la terciarización fue una llamada de atención a la necesidad de cambios profundos en nuestros sistema educativos.

Hoy en cambio los empleos y emprendedores que necesita la economía digital no se improvisan. Ni la robótica, el IoT, Big data, el e-commerce o el marketing digital, permiten asimilar con facilidad los empleos equivalentes en la vieja economía. Todo lo contrario. Las empresas perciben que los especialistas formados en los sectores tradicionales, respecto a sus equivalentes en los sectores digitales, constituyen una restricción más que una ventaja. La Universidad del futuroUniversidad del futuro que necesita la economía digital es radicalmente distinta. Y esto es parte del problema que sí hay que resolver con urgencia.

En cualquier caso, si fuera cierto que la destrucción masiva de empleo es inevitable y que el desarrollo de la economía digital no genera suficientes empleos compensatorios, estamos condenados en aras de la competitividad y supervivencia a incrementar la productividad de nuestros sistemas económicos, apostando por la economía digital. Llegado el caso, una economía competitiva y sólida puede financiar actividades públicas muy intensivas en mano de obra. Hoy la necesidad de una mejor asistencia sanitaria o educativa, el tratamiento del medio natural, servicios especializados nos darían una gran cantidad de empleos que la productividad de la “vieja economía” no puede financiar.

El dilema por ejemplo no es dudar sobre si el sector turístico debe ser o no digital. El dilema es si se adopta una actitud pasiva observando cómo la tecnología se desarrolla en Asia / Estados Unidos o se asume una estrategia activa para lograr un cierto liderazgo en un sector estratégico para un país como España. Esto es, si nuestro país se convierte en los próximos diez años en una potencia en tecnología aplicada al turismo y en exportador de esta tecnología al resto del mundo.

Razones por los que la economía digital debe estar entre las prioridades de políticos (y entrevistadores, moderadores de debates...)

Hay razones  muy sólidas por las que a un país o a una región  le conviene impulsar una economía digital fuerte.

Me refería recientemente a la brecha creciente entre los países digitales y analógicos. Los primeros con un un tejido productivo más competitivo y resistente debido a una digitalización más intensiva y mejor orientada. Pero también al desarrollo de la economía digital. No acometer por ejemplo una estrategia activa en torno al concepto de “industria 4.0” puede tener graves repercusiones para la competitividad de la nuestra economía.

Boston Consulting Group estima que, en 2016, la contribución de la Internet para las economías de los países del G-20 será de 4.2 billones de dólares (cifra que supera a todo el PIB de un país como Alemania). No hay crecimiento relevante para la economía tradicional si no se acompaña de duros ajustes salariales. En la economía digital en cambio sí hay una oportunidad.

Aun contando con la destrucción masiva de empleos, aquí lo estratégicamente relevante es desarrollar una economía digital propia. No dependendiente de Estados Unidos, Asia o Alemania. Será la forma de paliar tales efectos y generar excedentes para combatir el desempleo. La alternativa para Europa es aceptar un modelo dependiente y con tintes proteccionistas, o liderar y desarrollar una economía digital propia que tenga entidad en el ámbito mundial.

Cada vez hay más sectores afectados por las disrupciones de la economía digital. Un país que no tenga una economía digital fuerte estará en desventaja a la hora de asimilar cambios como los que tienen que acometer la banca o el sector del automóvil. Cada vez son más los sectores afectados por fuertes disrupciones derivadas de la revolución digital.

De la mayor importancia: la tecnología digital ha revolucionado la educación. Los países deben elegir entre una educación que ha evolucionado lentamente durante siglos o transformaciones de hondo calado que se correspondan con la demanda de una sociedad digital del siglo XXI. Los MOOCs son sólo la punta del iceberg. Hay toda una “industria de la ciencia” que requiere de nuevos planteamientos de competitividad para las universidades, los centros de investigación y sus respectivos modelos de transferencia de tecnología.

Urge una toma de conciencia política sobre la situación de desventaja de nuestras startups digitales y la insuficiente apuesta por el tipo de emprendimiento que se corresponde al siglo XXI. No estamos aprovechando un mercado de 500 millones de hispanohablantes, ventaja única como país europeo. Y el marco europeo no aporta soluciones, sino restricciones en materia digital. Hoy en día los emprendedores digitales se encuentran en desventaja incluso para entender los tres ecosistemas de la economía digital que hoy conviven en Internet.

El futuro es digital. Un país se la juega si no desarrolla todo su potencial en comercio electrónico y eso exige cada vez una mayor asimilación de innovación tecnológica. al margen del marketing digital y su complejidad a corto plazo, desde la realidad virtual hasta las criptomonedas pasando por los drones.

No puedo extenderme aquí más. Para una extensión y mayor detalle de estos y otros aspectos puede verse en un reciente artículo en mi blog: 13 razones para apostar por la economía digital.

Hay un discurso político muy fragmentado tanto en España como en las Comunidades Autónomas. Hacen falta nuevos retos y grandes objetivos capaces de dar respuesta a las necesidades de los jóvenes y la construcción de un futuro apasionante, complejo y diferente que por derecho les pertenece.

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