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En busca del centro perdido

Simón Alegre

Decía Maurice Duverger, el padre de la estasiología –la ciencia de los partidos-, que el centro no existe en política, en base a una concepción dualista de la presentación de las opciones en liza. Sí tenían cabida en este esquema, no obstante, los partidos de centro, como punto de encuentro de los moderados de izquierdas y derechas, las dos regiones equidistantes en las que se divide el centro de marras.

No es momento de incidir en si aquellos conceptos que se consideraban periclitados renacen de sus cenizas por una reversión del postmaterialismo sino de constatar que, entre nosotros, los valencianos, el centro político –a pesar de ser y sentirnos periferia física y mental- goza de excelente salud.

Efectivamente, síntoma de lo sufrido del concepto de centro es la propensión a apellidarlo. Tanto como a la democracia, lo que pone al concepto inmediatamente bajo sospecha. Y es que se puede ser de centro liberal, progresista o reformista, por citar sólo unos ejemplos socorridos, el último de ellos con popular pedigrí.

Ser de centro confiere homologación. Retrospectiva si se desea emparentar con la primigenia UCD e internacional en el seno de esa escena de formaciones que en democracias como la inglesa, alemana o francesa aspiran a erigirse –y en ocasiones lo consiguen- en bisagras de la gobernabilidad.

En definitiva, habida cuenta de la patente crisis de desafección política, ser de centro entronca con la radicalidad más absoluta y con conceptos como ciudadanía, regeneración o sociedad civil, tan maltratados por estos lares y que se convierten en palabrería huera si no se contrastan con una praxis realmente moderada y responsable.

Por otro lado, los estudios demoscópicos arrojan sistemáticamente un posicionamiento mayoritario de los votantes españoles, en términos de autoubicación, en las regiones centrales del continuum ideológico, toda vez que ligeramente escorado hacia la izquierda. No ha de extrañar, por lo tanto, que la oferta centrista empiece a dispararse por estos pagos hasta el punto de rozar la saturación.

Como caballo ganador de este segundo Tercer Espacio –por el originario pugnan Compromís e IU- se presenta UPyD y, esperando picotear del mismo alpiste, se amaga con el lanzamiento de Ciutadans a nivel estatal y el concurso de Asunción como su abanderado autóctono. El CDL, por su parte, flirtea con la formación de Albert Rivera, con su tercio de implantación valenciana y la circunscripción única de las elecciones europeas como ajuares prometidos.

Ante la visión subsidiaria de las problemáticas valencianas que caracteriza los proyectos anteriormente reseñados, Demòcrates Valencians trata de explotar su hecho diferencial, postulándose como el centro regenerador valenciano. Su apuesta por cobijar, desde la máxima de la proximidad, a partidos locales e independientes le ha granjeado éxitos como el principio de acuerdo con la Federación de Independientes de la CV, coordinadora que cuenta con una fuerte implantación en el sur valenciano, proporcional a la hemorragia que sufre el PP por dichas latitudes.

Por último, Ciudadanos de Centro Democrático –dirigido por el nulense David García- también trata de abrirse paso entre el maremágnum centrista, con el regionalista cántabro Revilla como deseado mesías de su singladura.

De manera que, si está interesado en el género, habrá de andar ojo avizor entre tanto stock. Como decía la letanía del anuncio: busque, compare y, añadimos que, por su bien, no le den gato por centro.

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