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Chirbes vuelve a Misent

El escritor valenciano Rafael Chirbes

Majo Siscar

Valencia —

Rafael Chirbes vuelve a Misent esta semana. Paseará por aquellas playas afeadas por el hormigón, por el terreno pisoteado por la especulación de unos cuántos y la ambición de muchos. Allí, en la otrora floreciente ciudad, y que pasó por una trituradora que él describió mejor que nadie; estudiosos de sus textos, lectores y hasta su editor, Jorge Herralde (Anagrama), reivindicaran su obra y su legado.

Entre el miércoles 9 de mayo y el sábado 12 se celebra en Valencia y Dénia –su Misent– el Congreso Internacional El Universo de Rafael Chirbes, el I simposio dedicado a la obra de, posiblemente, el mejor autor en lengua castellana de los últimos 30 años y que fue reconocido solo al final de su vida, interrumpida por un cáncer fulminante en 2015.   

Su escenario narrativo es ahora el espacio del Congreso. En ese puerto convertido en un elefante blanco de la burbuja y en el mismo ayuntamiento desde donde salieron planes urbanísticos devoradores que beneficiaban a unos pocos; desmenuzarán su obra y pondrán en valor la caída de máscaras que han sido sus libros: mordaces y pesimistas retratos históricos que desnudan la sociedad española del último medio siglo. 

“Organizamos el Congreso desde la contradicción de saber que Rafa rehuía estos saraos oficiales y científicos”, reconoce su sobrino Manolo Micó, director de la Fundación Rafael Chirbes, que preserva su legado.

El autor de En la Orilla o La buena Letra, vivió apartado de los reflectores y las tertulias literarias. Vivía  con sus dos perros en una casa entre la montaña y la costa, y sus contertulios eran los albañiles y agricultores del bar de un pueblo pequeño. Y es que como él dejó escrito, la literatura le importaba “un comino”, lo que quería era explicar la realidad, necesitaba un motivo para escribir. Tuvo muchos: señalar los despojos de la Guerra y rescatar la memoria de la posguerra, denunciar la doble moral, la impostura, la corrección, la ambición o el resentimiento.

Desde los 90 era reconocido internacionalmente, pero el gran público lo descubrió con Crematorio, Premio Nacional de la Crítica 2007, que se adaptó en una serie televisiva porque hizo la mejor radiografía del “milagro español”, antes de que estallara la crisis.

 

“Chirbes fue un autor clarividente que vio lo que nosotros no vimos hasta que nos cayó encima la crisis, por eso no tuvo el éxito que debió haber tenido en aquellos años. Lo considerábamos un aguafiestas y, desgraciadamente, resulta que el aguafiestas tenía razón”, señalaba la filóloga Agustina Pérez en la Feria del Libro de Valencia estos días. Una feria que todavía no le da el reconocimiento que se merece. Solo hubo una presentación sobre él, y sus libros no estaban en la primera línea de las librerías.

Chirbes, el mejor escritor valenciano contemporáneo, heredero de Max Aub ­–sobre el que escribió mucho, como recoge su ensayo El novelista perpejo (2002) sufrió también cierto exilio público. “El mundo literario es muy efímero. Triunfan las obras menos molestas para el poder, que son las que se llevan los reflectores y los lectores, tenemos una sociedad civil muy desmovilizada que no quiere carga ideológica y emocional, justo lo que ofrecía Chirbes en sus libros”, explica Micó. Por eso, ahora desde la Fundación hacen esfuerzos para seguir difundiéndole. “Pese a la contradicción de saber que el Congreso no sería del agrado de Rafa, es la única manera de generar pensamiento, artículos y reflexión sobre su obra”, añade Micó.

París-Austerlitz, su novela póstuma

París-AusterlitzLa fundación también gestiona los derechos, por ejemplo su novela póstuma, que entregó a pocos días de morir, Paris-Austerlitz (2016), y donde vuelve a las obsesiones más personales –el amor, la soledad, el aislamiento, el sexo y la familia– que ya aparecen en su primera novela Mimoun, de la que ahora se cumplen 30 años. Mimoun está escrita en Marruecos donde vivió dos años como profesor de español. Chirbes vivió antes en Paris, donde escapó de la represión franquista y se aisló diez años en un pueblo de pocos habitantes en Extremadura. Desde allí viajó por todo el mundo como periodista de una revista de viajes y gastronomía, Sobremesa, cuyos artículos muestran el Chirbes gourmet y bon vivant que conoce bien el mundo que luego critica en Crematorio (2007).

Para acercarse más humanamente al personaje, hay que ver el espectáculo #TerritorioChirbes, Ese hombre tiene un mundo en la cabeza, donde el dramaturgo Toni Tordera hace una reinterpretación de un autor que le “impresionó mucho, me fascinó” ya al leer Mimoun. Con la obra plástica de Carmen Calvo como apoyo en el escenario Tordera se acerca a la vida interior de un personaje cuyos tres primeros libros están escritos en primera persona. El dramaturgo se mete en la cabeza y los fantasmas de ese hijo de ferroviarios que fue internado en un colegio en Ávila al morir su padre a los 8 años. Lo hace a partir de una reinterpretación de textos de Chirbes guionizada por el también escritor Alfons Cervera.

“Me interesaba muchísimo Chirbes, no solo por ser un escritor enorme, sino esa faceta de hombre viajero que luego se aislaba del mundo para preocuparse por su vida y su literatura”, explica Tordera y asegura que para meternos en su cabeza ha recurrido a los fantasmas familiares del escritor, que él mismo abordó en Mimoun y Paris-Austerlitz. La obra se puede ver el martes 8 de mayo en el Centro del Carme de Valencia y el sábado en Dénia en el marco del Congreso.

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