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El IVAM presenta la parte más personal de Julio González y su contexto

Laura Julián

Valencia —

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Cuando el Institut Valencià d'Art Modern (IVAM), hace ahora 30 años, compró la colección de Julio González (Barcelona, 1876-París, 1942) adquirió también material personal del artista que ha permanecido impasible al tiempo en el fondo documental del museo valenciano. Fotografías de su familia, cartas personales, un certificado de soldador, revistas que ya hablaban de González como “el maestro” del metal o libros de su biblioteca, son algunos de los documentos que, junto con más de 200 obras, se exponen a partir de este jueves 11 de abril en ‘Materia, espacio y tiempo. Julio González y las vanguardias’.

Cada dos años, la Galería 2 del IVAM muda de piel para mostrar una nueva visión del trabajo del escultor catalán. La colección Julio González es la más importante del museo, con más de trescientas obras entre esculturas, pinturas, dibujos y piezas de orfebrería. Para esta ocasión, se ha vinculado su obra con las vanguardias de principios del siglo XX y, en especial, con el contexto parisino de la década de los 20 y 30. “La exposición está conectada con obras de artistas que trabajaban cerca de él en París, de su círculo o incluso amigos suyos como Picasso, Torres-García o Luis Fernández”, apunta Irene Bonilla, una de las comisarias de la exposición, que se ha ocupado de la parte documental de la exposición.

La primera sala inicial titulada De Barcelona a París (ca. 1900-1920) da la bienvenida con un recorrido que sitúa a Julio González en su contexto familiar. Sus padres tenían un taller de orfebrería en Barcelona y una tienda donde comercializaban sus creaciones con el sello ‘González e hijos’. Se muestran obras primerizas en bronce de González como Eva -una de las más representativas-, acuarelas y dibujos de su hermano Joan, y revistas y documentos que evidencian el momento de ebullición que se vivía en la Barcelona de finales del siglo XIX y principios del XX, así como la parte más modernista de su legado.

Ya en la década de los 20 y situada en París, en el bloque Planos y volúmenes, González se relaciona “más íntimamente” con la escultura y evoluciona en la técnica que lo convirtió en un pionero de la creación en hierro. “Realiza obras figurativas aún, dibujando la figura humana, las formas redondeadas y los dibujos preparatorios porque quería ser pintor; y también se expone un gran tema recurrente suyo que es el de las maternidades”, explica Bonilla. En esta sala están tres obras cedidas al IVAM por dos años del Museo Reina Sofía de Pablo Gargallo y Manolo Hugué.

“En París, se vincula con grupos de artistas que se reúnen para reivindicar su tipo de arte, la abstracción frente a la figuración. También hay un apartado dedicado a Torres-García, joven uruguayo con quien establece una relación muy personal, y es el que le lleva a círculos donde admiraban a Julio González, pero donde él prefería no participar”, cuenta la conservadora. Muchos artistas como Pevsner, Vantongerloo o Sophie Taüber-Arp, se habían establecido en la capital francesa atraídos por la efervescencia cultural. Es también en esta época cuando Picasso solicita la colaboración de González para una serie de pequeñas construcciones que requerían la técnica de la soldadura, aunque su amistad había empezado en Barcelona.

El tercer bloque Dibujar en el espacio es “una de las frases que ha quedado de Julio González porque con hierros crea formas espectaculares con un material duro y noble”. En esta última sala, se aprecia un cambio hacia “la abstracción total”. “Estamos en los años 36 y 37, Julio González ya es un personaje conocido y admirado por todo su círculo”, apunta.

En 1937 a Julio González le invitan a participar en el Pabellón de la República Español en la Feria Universal de París, donde Picasso presentará su Guernica. Según la comisaria, Julio González quería exponer La mujer ante al espejo como “obra cumbre” de su carrera, pero se decantaron por La Montserrat. “Muestra el rostro de una mujer pavorosa, una madre, una mujer campesina que grita despavorida por el terror de la guerra”, describe Bonilla. La obra, expuesta en el Museo Stedelijk de Amsterdam, representaba más el contexto de la República. Una réplica a menor escala de La Montserrat y la escogida por González para la exposición de París, comparten ahora sala en el IVAM.

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