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La revolución de los tambores se llama Tymbals

El grupo valenciano, Tymbals Dipercusión, durante una actuación en el festival Formigues.

Laura Julián

Valencia —

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“Nos vamos de vacaciones… Y después al Rototom!” Un gran redoble de tambores marca el inicio del último ensayo del curso de Tymbals Dipercusión. El grupo valenciano consigue que vibren hasta las paredes de la sala en la que, como cada lunes y miércoles del curso, se reúnen para practicar los ritmos de batucada que más adelante tocarán en festivales, encuentros, conciertos y demás actuaciones.

Sobre la mesa, son un grupo compuesto por personas con diversidad intelectual y funcional y personas de apoyo perteneciente a la Asociación Asprona de València. El director de Tymbals Dipercusión, Manu Prieto, añade que son una batucada que rompe con todos los esquemas: “Somos revolucionarios, no solo porque se visibiliza a personas con diversidad intelectual en la percusión, sino que también adaptamos ritmos de la batucada tradicional y suena realmente distinto”.

El grupo lleva cuatro años consecutivos tocando en el festival Rototom Sunsplash junto a sus compañeros de Borumbaia Percusión, una batucada con gran trayectoria en València con la que además comparten edificio en calle Pepita. “A veces ensayamos ritmos que tocan en Borumbaia y cuando nos fusionamos todos es espectacular”. Este año repiten en Benicàssim, como también lo hicieron en el festival Percumón de Puerto de Sagunto y en otros tantos encuentros a los que acuden durante el año.

“Hay personas que iban del centro ocupacional a casa y viceversa. Al gustarles mucho la música, las familias les apuntaron a esta actividad que les abre a conocer a gente nueva, tener un grupo de amigos, viajes en bus, comidas, cenas, dormir en albergues, acampar en festivales… También hay personas que venían de tener una depresión”, explica el encargado de marcar el ritmo. Manu Prieto, de formación veterinaria, dejó todo para focalizarse en Tymbals. Previamente había formado parte como percusionista de distintos grupos valencianos, en la Asociación Andaluza de Nazaret, donde tocaba el cajón flamenco, o en la Unión Musical de Albacete.

Entre los objetivos que se marcaron al inicio de esta aventura que les ha convertido en una gran familia estaba fomentar la autonomía personal a través de una disciplina que se acerca a la musicoterapia. El resultado es un espacio en el que conviven muchas diversidades y todas se sienten cómodas porque encuentran su función dentro de esta batucada adaptada a personas con síndrome de Asperger, parálisis cerebral o sordera, entre otros.

“Al principio adaptábamos los ritmos a las necesidades de los alumnos y no hacíamos composiciones de batucada. Con el tiempo simplemente hemos traducido esos ritmos y son los alumnos los que van adaptándose. Ahora son capaces de tocar cualquier ritmo”, apunta el director.

Sacar la diversidad a las calles

En septiembre de 2020 cumplen diez años de actividad ininterrumpida. En un principio, ni tan solo contaban con instrumentos de batucada y decidieron nombrarse como Asprona Tymbals porque “timbales era un término más genérico”. Pero Manu quería conseguir todos los instrumentos necesarios para completar una batucada y, poco a poco, se hicieron con cuarenta instrumentos, que adquirieron gracias a financiación privada y con el dinero que recaudaban de las actuaciones. Eso fue hace cinco años.

Desde entonces la evolución ha sido “exponencial” y han notado esa mejoría conforme han  aumentado las actuaciones. “Cobramos por cada actuación porque somos un grupo musical, somos músicos, y Manu es muy buen maestro y buen director”, explica Álvaro, uno de los alumnos más mayores.

Actualmente Tymbals Dipercusión está formado por 27 alumnos y alumnas en edades comprendidas entre los 17 años de Luis y los 47 de Toni. Natalia con la dobra, Jéssica con el tambor, Marcos le “da vida” al surdo y Natxo sigue el ritmo con la misma mano en la que lleva tatuado el símbolo del infinito. “Me gusta la música porque me llena mucho y salto de alegría”, asegura Francisco que lleva diez años tocando en Tymbals.

El grupo también cuenta con catorce monitores y personas de apoyo, entre las que se encuentra Lucía Castroverde. La monitora resalta la importancia de “sacar a la calle una realidad existente”: “Una persona con parálisis cerebral en una silla de ruedas es capaz de tocar el repique, subiendo y bajando cuestas, y manteniendo el ritmo. Eso genera nuevas miradas”.

De cara al aniversario, quieren preparar vídeos recopilando sus diez años de historia contando la evolución del grupo con la colaboración de personas que han pasado por el proyecto “que han sido muchas”. El siguiente paso que darán como batucada será independizarse de la Asociación Asprona y continuar su camino por su cuenta para “abrir las alas” e incluso plantearse participar en festivales fuera de España.

No obstante, para dar ese salto necesitan más apoyo económico para pagar el mantenimiento de los instrumentos, el alquiler del local y algún sueldo para asegurar la supervivencia del grupo. De momento consiguen mantenerse gracias a las cuotas de las familias, patrocinadores y con el dinero que recaudan de las actuaciones.

En 2015, el grupo tuvo que renunciar a acudir a unas actividades inclusivas que se organizaban en Toulousse por falta de medios, que también incluía un intercambio de alumnos durante unos días en el país vecino. “En Francia no entendían cómo no nos podían ayudar económicamente para esto. A ellos les pagan el viaje y también un sueldo para las personas de apoyo”, explican Lucía y Manu.

En los próximos meses, lanzarán una campaña en redes sociales con el nombre ‘Diversidad me haces falta’, para reivindicar tanto la importancia de visibilizar la diversidad en la calle como la de este tipo de actividades inclusivas para todo el mundo. “A las personas con discapacidad intelectual les funciona porque aumenta sus capacidades sociales, pero ¿y a los monitores? Nos pasa lo mismo porque conoces gente, aprendes música, mueves el cuerpo, formas parte de algo con su propia identidad. Al final todos partimos de nuestro propio ritmo que es el del corazón”, cuenta Lucía, que lleva un año formando parte de este equipo dispuesto a continuar latiendo por su propia revolución.

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