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Sergio García rescata el club de golf quebrado de Carlos Fabra

Carlos Fabra, rodeado de guardias civiles.

Voro Maroto

Carlos Fabra va a dejar en manos del golfista castellonense Sergio García el club de golf La Coma, fundado por su padre en 1978 y aún presidido por el expresidente de la Diputación de Castellón. La ruinosa situación de la entidad privada –que debe varias nóminas y no paga el préstamo de 4 millones concedido por Bancaja, la caja de ahorros valenciana hoy integrada en Bankia- han hecho inevitable un giro en la gestión.

García, decimo octavo en el ránking mundial de golf y un jugador formado en La Coma, donde su padre aún gestiona la tienda y las clases, ha salido al rescate de Fabra. Ambos se reconocen amigos, hasta el punto de que una hermana de García fue nombrada –a dedo, como sus colegas- asesora en la Diputación de Castellón. El principio de acuerdo establece que García gestionará el club durante 10 años previa asunción de las deudas con los empleados.

Según Levante-EMV, el golfista tiene una opción de compra ejecutable durante ese periodo por la que debería pagar un millón de euros y afrontar la deuda bancaria de la institución, los 4 millones mencionados. La venta, tal como decidió la junta general de socios celebrada en septiembre, ha sido gestionada por una terna de socios entre los que no está Fabra.

La burbuja del Golf

Lejos quedan los tiempos en que un capo del PP valenciano como Fabra vislumbraba la construcción de al menos 18 campos de golf en Castellón. La Coma, como otros campos de la Comunidad Valenciana, ha entrado en barrena después de que el descenso del número de socios –de 1.300 en 2008 a apenas 600 ahora- haya reducido drásticamente los ingresos.

Con la actividad actual, apenas se sostienen los gastos ordinarios del club. Hacer frente a las inversiones acometidas en época de esplendor –el cambio en el sistema de riego costó dos millones- es ahora imposible. A priori, los mejores tiempos del complejo han pasado. Entre 2008 y 2011 acogió el Masters de Golf, un gran evento impulsado por la Generalitat que repartió hasta dos millones de euros en premios. García, precisamente, ganó la primera edición.

Fabra, de hecho, ya no juega mucho. Tal vez esté más ocupado en eludir la petición de 13 años de prisión por los delitos de cohecho, tráfico de influencias y cuatro delitos fiscales o en afrontar una nueva investigación de la Fiscalía, que ha abierto diligencias por la peculiar forma en la que la Diputación financiaba la corrida de la beneficencia.

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