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Sobre este blog

Reflexiones contextualizadas sobre la realidad valenciana en el marco propositivo de la Ciudad Construida (www.laciudadconstruida.com): urbanismo, economía y políticas públicas.

Reflexions contextualitzades sobre la realitat valenciana en el marc propositiu de la Ciutat Construïda (www.laciudadconstruida.com): urbanisme, economia i polítiques públiques.

Autores

Ramón Marrades @ramonmarrades

Chema Segovia

Vicent Martínez @vicentmartinez

Víctor Pons @vicpons

David Estal

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La tozudez de la esencia

"Horts urbans de Benimaclet. Foto: Arxiu La Ciutat Construïda"

Vicent Martínez

La esencia, del latín essentia, aquello que te define y te hace ser lo que eres, que te hace existir. Lo que queda cuando quitas todo lo demás. La última destilación del propio ser. ¿Cuál es la esencia de Valencia, aquello que la ha hecho tal y como es y sin lo que no se puede explicar? Probablemente esa esencia sea l'horta.

El paisaje humano único que rodea Valencia es el principal elemento definitorio de la ciudad. La extraordinaria fertilidad de la tierra de aluvión donde se asienta el cap i casal es lo que la hizo especial desde el principio, provocó su desarrollo en época musulmana y propició su pujanza urbana primera. La extraordinaria red de canalizaciones construidas por los árabes fueron el auténtico motor de la huerta valenciana, aquello que hizo que esta tierra fértil se convirtiera en un vergel sin comparación. La hizo deseable para vivir y comerciar.

L'horta ha configurado la estrutura económica, social y paisajística de Valencia a lo largo de casi diez siglos. Este hecho, que es bastante indiscutible, no se ha traducido en la época contemporánea en un excesivo amor por este elemento principal de la realidad valenciana. No es la primera vez que comentamos en este blog que la ciudad se empeña en vivir de espaldas a su propio yo pretendiéndose reinventar desde una modernidad vacía. Pero la esencia es tozuda, y se empeña en pervivir en nosotros, por más que determinadas personas y instituciones renieguen de su propia existencia.

Impulsada en su inicio por movimientos sociales de tipo conservacionista, la reivindicación de la huerta valenciana como elemento indispensable de la personalidad de la ciudad está cada día más viva. Tras décadas de considerar este paisaje humano como simple terreno para especular o edificar, tras años y años de maltrato y saqueo fruto de una concepción del progreso que ha sido hegemónica en nuestro entorno, l'horta sigue presente en el día a día de los valencianos: basta con asomarse a los límites de la ciudad por Benicalap, Campanar, Benimaclet, Castellar-Oliveral, Orriols, la Carrasca, la Punta... O basta con pasearse un jueves por la Porta dels Apòstols de la Seu y presenciar una sesión del Tribunal de les Aigües, una de las instituciones de derecho consuetudinario más antiguas de Europa. Obviar que en esencia los valencianos somos horta es tan estúpido como imposible. Aunque nos empeñemos en esconderla detrás de rondas y autovías y nunca hablemos de ella desde una sala noble de cualquiera de nuestras instituciones.

Más allá de los miles de persones que continúan viviendo de los cultivos, buena muestra de esta pervivencia social es el colectivo Per l'Horta, nacido hace algunos años a raíz de una ILP que buscaba la protección de este patrimonio cultural y histórico. Llama la atención positivamente su nueva iniciativa: una aplicación informática colaborativa para detectar y documentar las áreas de cultivo que en su día fueron arrebatadas a la huerta y consideradas zonas edificables y hoy están en desuso. La intención es, claro, reclamarlas de vuelta. Presten un segundo de atención para leer la idea, vale la pena.

Participación horizontal al margen de la administración que quiere incidir directamente sobre la configuración el espacio y la percepción que tenemos de él. Iniciativas ciudadanas demasiadas veces necesarias en esta ciudad ante la parálisis u hostilidad administrativa. En este tema no solo está Per l'Horta: tantos colectivos y personas que reivindican, a veces con su simple uso, este pedazo de nosotros mismos. Nótese aquí la simpatía hacia quien trata de poner en el lugar público que se merece el elemento principal de la configuración de la ciudad.

Si entendemos como patrimonio los monumentos históricos estáticos ¿por qué insondable razón no consideramos patrimonio cultural y social algo único y vivo como este paisaje humano? ¿Por qué nuestras administraciones se empeñan en obviar, cuando no directamente hostigar, aquello que nos hace únicos en el mundo? Lo que desde el punto de vista ciudadano es incomprensible también lo es desde la perspectiva del citymarketing. Dar la espalda a uno mismo y a tus elementos diferenciadores, cuando éstos son del calado y la profundidad humana y social que supone l'horta para Valencia, es una muy mala decisión. Por suerte, la esencia es muy tozuda.

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Reflexiones contextualizadas sobre la realidad valenciana en el marco propositivo de la Ciudad Construida (www.laciudadconstruida.com): urbanismo, economía y políticas públicas.

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Ramón Marrades @ramonmarrades

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