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51 calles

Alfons Cervera

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Otro alboroto a cuenta de los símbolos franquistas. Ahora en la ciudad de Valencia. El Ayuntamiento ha cambiado el nombre de 51 calles que aún conservaban referencias a personajes afines a la dictadura. Ha sido una decisión que viene a cumplir el mandato de la Ley de Memoria que en 2007 fue aprobada durante el gobierno de Rodríguez Zapatero. Ya lo he dicho muchas veces: se trata de una ley que para alguna gente es puro cachondeo. Quien quiere la cumple y quien quiere se la pasa por el forro de sus pantalones. El mismo presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se vanagloriaba hace unos días de no cumplirla. “No doy un solo euro para las exhumaciones”, dijo. Y se quedó tan ancho. En cualquier otro país con leyes de memoria, Rajoy, esa misma noche, hubiera dormido en la cárcel. Pero éste no es un país normal en muchas cosas, y una de esas anormalidades se da cuando hablamos de memoria democrática. Al PP se la refanfinfla esa ley. Para ese partido y para quienes lo votan sólo existe una ley: la de su memoria personal franquista.

Sus familias de militantes y votantes vienen de ahí, del pozo hondo y oscuro de la dictadura.

Por eso siempre que se trata de cambiar algo que tenga que ver con el franquismo se rebelan los del PP, ponen el grito en el cielo, alborotan y a veces hasta se ponen a cantar el “Cara al sol” para dejar bien claro que su única obediencia se la deben sin duda de ninguna clase a su caudillo inolvidable. Miren si no el número que montaron los falangistas jóvenes y viejos en el entierro de Utrera Molina, ministro de Franco y suegro de Ruiz Gallardón. Ese esperpento, ese espectáculo tan indecentemente bochornoso sólo pasa en nuestro país. Sólo aquí. En ningún otro sitio. Y es que como dice el historiador Francisco Espinosa Maestre: cuando hablamos de memoria democrática, España es un país enfermo.

Eso somos: un país enfermo aquejado de la dolencia del olvido, del miedo al franquismo, de importarnos una mierda que la memoria republicana no aparezca -o aparezca apenas- en los índices programáticos de los partidos de izquierdas.

Decía antes que el Ayuntamiento de Valencia ha cambiado los nombres de 51 calles que, después de diez años de Ley de Memoria, aún tenían referencias franquistas. El Aula de Historia y Memoria Democrática de la Universitat de València ha investigado exhaustivamente el callejero urbano y ha hecho la sugerencia de esos cambios. El propio consistorio ha reordenado esas sugerencias y dispuesto la lista definitiva (siempre sujeta a otras sugerencias lo mismo de sensatas) de esos cambios. Pero ha sucedido lo de siempre: el PP y Ciudadanos han dicho que no. Así de claro, aunque hayan puesto en Valencia la excusa de que no ha habido consenso para esos cambios. En Alicante adujeron los del PP un defecto de forma a la hora de tramitar los cambios en el callejero y la justicia -¡ay, la justicia!- ha obligado a reponer los nombres franquistas en las calles y plazas. En Valencia han puesto la excusa de la falta de consenso. Ni falta de consenso ni gaitas: sencillamente el PP y Ciudadanos no quieren que se quiten los nombres franquistas de las calles y punto. Enseguida la derecha social, política y mediática han puesto en marcha su maquinaria destroyer y empezado a tope una campaña a favor de mantener los nombres franquistas de las calles y las plazas de la ciudad.

Estamos como siempre. La huella del franquismo es intocable. Ni defecto de forma, ni falta de consenso, ni excusas parecidas. Lo que molesta al PP y a Ciudadanos del ayuntamiento de Valencia es ver cómo los nombres de sus ídolos fachas desaparecen de todas las esquinas de la ciudad. La democracia no les gusta. Han pasado más de cuarenta años desde que murió el dictador pero no se resignan a que esa muerte sea definitiva. Son demócratas por obligación, pero no porque les guste. Intentan disimularlo, pero a estas alturas ya nadie se los cree. Les hablas de democracia y la piel se les llena de sarpullidos.

De momento, 51 calles de la ciudad de Valencia van a cumplir la Ley de Memoria. Otros nombres. Democracia contra dictadura. Una miaja de luz en cada esquina en vez de la turbiedad sombría del franquismo. Eso sí: si se les ocurre cantar el “Cara al sol” para desagraviar a sus antepasados, que el peso de la ley caiga con toda justicia sobre sus insultantes y pendencieros alborotos. ¡Menuda tropa!

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