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La insoportable levedad de un abstencionista en tiempo de elecciones

Alfonso Puncel

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Ante unas elecciones hay un grupo de personas que se sitúan en una posición de debate existencialista, dubitativo, quedando atrapados en el círculo vicioso de preguntas y respuestas que les lleva a tener más dudas. Un círculo infinito que les lleva a la conclusión de quedarse quietos. Parecieran un personaje de Kundera en su obra cumbre, afirmando aquello de “El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive solo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni enmendarla en sus vidas posteriores” que es una forma más sofisticada del argumento “Nada se puede hacer, todos son iguales, estamos en manos de poderes ingobernables”. Pero eso es porque no ha escuchado a Mónica Oltra.

Con esa actitud lo único que consiguen es que otros tomen decisiones por ellos en base a sus propios intereses, en ocasiones radicalmente contrarios a sus propios intereses personales. Dudar es bueno si te lleva a tomar decisiones de las que te hacen mejorar y te hacen aprender, pero si la duda solo te lleva a permanecer igual, en un estado de queja permanente, entonces se convierten en personajes de la novela. Relativizando los hechos, todo se vuelve casual, fugaz, sin ninguna responsabilidad por parte del propio sujeto que queda en manos de poderes incontrolables. Una actitud que les permite disfrutar de su queja porque es lo único absoluto, rotundo y seguro. Pero la vida pasa y vivimos en sociedad en la que unos pierden, la mayoría, y otros ganan, unos pocos, pero en la que existen fórmulas para que la cosa se revierta. Ante esta afirmación, el abstencionista en lugar de reflexionar opta por negarla simplemente para seguir quejándose, disfrutando de su levedad, creyendo que su posición, en lo alto de su columna, como San Simeón el Estilita, por cierto inventor del cilicio, le otorga una altura de miras, una distancia de superioridad moral. Pero la política ofrece (ciertamente las ofrece) alternativas que, sin ser perfectas, pueden servir para hacer aquello que ayuda en un sentido u otro según los intereses de cada cual. La política es una de las actividades más nobles a las que se puede dedicar una persona, al igual que todas aquellas actividades humanas de dedicación a los demás, pero la política es un instrumento y como toda herramienta adopta la forma de la mano de la persona que la usa. Un martillo en manos de Abascal es un arma mortal (incluso un cenicero o una maceta por lo que dijo) mientras que para mí es un instrumento para colgar cuadros. Así, no puede ser lo mismo el uso de la política para quien ha robado aprovechando su posición, que para quien se autoimpone medidas para controlar que eso no suceda. No es el mismo uso de la política para quien recorta inversiones, que para aquella que invierte eficientemente logrando los objetivos con un menor gasto. No hace el mismo uso de esa herramienta (la política) para quien accede a ella desde una actividad profesional ajena a la política, de acción social o desde las bases de la militancia, o de todas ellas a la vez, que para quien se ha aupado a posiciones de responsabilidad con la finalidad de incrementar los ingresos de sus negocios o con la idea de convertirla en su propio negocio. Definitivamente, no es lo mismo.

La democracia interpela cada cierto tiempo a las personas y ahora nos interpela para gobernar la Generalitat, y de nada sirve permanecer en la levedad de la duda abstencionista y no tomar en consideración quién es quién en las candidaturas a la Presidencia a la Generalitat. No es lo mismo la política en las manos de Mónica Oltra que está con las inspiradoras Musas, en el teatro y en las bambalinas, es decir, en la elaboración de proyectos innovadores, en la complicada gestión administrativa y en la negociación activa, que quien está en el trantran de verlas venir o de verlas pasar o del “laissez faire, laissez passer” del cargo público con sueldo a final de mes.

No es lo mismo la política en manos de Mónica Oltra que habla desde el conocimiento y el convencimiento de lo que dice (sólo hay que oírla hablar en sus intervenciones o leer sus entrevistas para percibir ese convencimiento) que quien habla con tarjetas o discursos preparados para salir del paso o destacar la contradicción o el dato falso para obtener rédito electoral.

Definitivamente no será la misma política como instrumento para cambiar la vida de la gente (que de eso se trata, garantizar la vida, asegurar la vida, mejorar la vida) en manos de Mónica Oltra que en manos de cualquier otro de los candidatos. Todo el mundo lo sabe, por eso la derecha extrema y la extrema derecha la ataca y los políticos de medio pelo, la respetan por su capacidad y energía.

Quien esté en aquella posición de duda, en lugar de instalarse en la queja, le propongo que escuche a Mónica Oltra, y que después decida si le vota o no. En esas intervenciones encontrará una mujer que piensa en los sueños de los demás pero que no se limita a escuchar sino pensar en cómo puede convertirlos en realidad con ideas, gestión y política.

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