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Amistades con dinero público

Mariano Sánchez Soler

“Donde no se obedece otra ley, la corrupción es la única ley. La corrupción está minando a este país. La virtud, el honor y la ley se han esfumado de nuestras vidas”. Así hablaba Al Capone en su última entrevista, publicada en la revista Liberty el 17 de octubre de 1931, días antes de que fuera encarcelado por fraude fiscal. Diagnóstico certero y cinismo criminal por partes iguales. Todo un ejemplo histórico para la reflexión.

¿La corrupción está minando también a nuestro país, o se trata de un mal endémicoque arrastramos desde hace siglos? ¿Qué hay detrás de cada caso de corrupción? ¿Cuánta gente colabora para que ocurra? ¿Sobre qué sedimento social y en qué condiciones políticas se da? Tras los mascarones de proa (Ortiz, Castedo, Alperi…), se contabilizan siempre decenas de funcionarios y empresarios de distinto pelaje; algunos de los cuales también se sientan en el banquillo, pero cuyos nombres apenas conocemos, mientras siguen en activo ciertos personajes sin los cuales la maquinaria alicantina de la corrupción no habría funcionado nunca.

En un año de gobierno municipal tripartito, desde el ayuntamiento de Alicante los dirigentes nos aseguran que la corrupción es cosa del pasado. Así lo repite el alcalde Gabriel Echávarri, del PSOE, quien ha declarado al diario La Verdad que en el ayuntamiento de Alicante “ha cambiado todo”. Y explica: “La imagen que tenía hace dos años era la de una institución opaca, donde no podía entrar nadie, solo los mismos; donde nadie podía hacer negocio en condiciones de igualdad, donde a los contratos solo se presentaba uno. Éramos imagen de corrupción, recurrente en toda España. Eso ya no ocurre.(…) En Alicante había una sociedad de la corrupción y ya afectaba a cualquier persona que no tuviera ninguna vinculación. Hemos sido inflexibles.”

¿Hasta qué punto son ciertas estas palabras? ¿O se trata solo de un barniz superficial? ¿Pura propaganda? ¿Un lavado de imagen para salir del paso?

Algunas evidencias llaman a laprevención, porque la red y la metodología de tráfico de influencias de andar por casa se conservan intactas, sin tocar. Algunas concejalías, incluso, han mantenido en puestos relevantes a los mismos funcionarios que trabajaron durante dos décadas para el PP con su manera de hacer las cosas.

Lo legal y lo ético

Lo legal y lo éticoEn el fondo se trata de dilucidar sobre lo legal y lo ético; también sobre lo delictivo, porque toda la diversidad y dimensión de la corrupción no cabe en el Código Penal, que siempre va detrás de las lacras sociales. Más allá de los grandes casos, como Brugaloel plan Rabasa, ha existido en Alicante una metodología relacionada con los sobrecostes, las facturas, el enchufe de familiares, las concesiones express, las dietas…

Todo, con el trasfondo de relaciones personales en paralelo a lo público. Todo con la fuerza de la amistad. Como muestra, un botón. En las escuchas del caso Rabasa, el empresario Enrique Ortiz pregunta a su hermano: “¿Cómo se llama el amigo de Víctor [se refiere al funcionario Víctor López, entonces jefe de Atención Urbana]que alquila sillas y escenarios? ¿Es Isjoma?”. Y ordena a continuación: “Primero tienes que llamar a Víctor y decirle que queremos presentarnos a ese concurso, que queremos ir con Isjoma”. Había en juego una contrata de seis millones de euros.

La amistad, un divino tesoro tan cotidiano como esta conversación, que consta en el informe policial del caso Rabasa, entre el empresario de cabecera y el eterno dirigente socialista local:

“ENRIQUE ORTIZ: Nos vemos y nos tomamos un café en el Popeye o por allí ¿vale?

“ÁNGEL FRANCO: No, mejor no.(risas) En un sitio más discreto.

“ENRIQUE ORTIZ: Bueno, dónde sea.

“ÁNGEL FRANCO: Hay congreso [del PSOE]. No sea que me acusen de que ya estás manipulando.

“ENRIQUE ORTIZ: Ah, sí, sí, sí. Déjate, déjate, déjate. ¿Ostias!. Y si no, el lunes tomamos café en el Tonazzi. O voy yo, ¿Me acerco a tu casa si eso?

“ÁNGEL FRANCO: Claro.”

El Popeye, el Tonazzi, su casa… La amistad entre los negocios y la política, la utilización de las relaciones personales y familiares, la complicidad del “yo haría lo mismo si pudiera”, las “conductas impropias de figurar entre las prácticas institucionales de un Estado de Derecho”(que escribió el juez del caso Rabasa), las transacciones privadas con dinero público... En este entramado, entre la legalidad y la ética,se encuentra la raíz profunda de la corrupción nuestra de cada día, más allá del Código Penal.

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