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Becarios precarios

Soledad García Delgado

España es el tercer país más desigual de la Unión Europea. Así lo indica el informe DAVOS España 2018 de Oxfam Intermón. No es de extrañar que tengamos unas elevadas tasas de pobreza, que en el año 2016 se situaban en un 22,3% y de paro, presentando una tasa del 16,55% en el último cuatrimestre de 2017 según la Encuesta de Población Activa. Ahora traslademos estos indicadores a la Comunidad Valenciana. Goerlich, en su libro “El empobrecimiento valenciano” señala una tasa de pobreza y exclusión social del 33% en 2015 y una tasa de paro de larga duración del 13,2% en 2017. Como siempre, los colectivos más afectados en estas situaciones son las mujeres, la juventud, las personas mayores y las niñas y niños. Pero, en esta ocasión, me voy a centrar en nosotros, la juventud, la gente de mi quinta como se suele decir.

Ahora te pregunto a ti que me estás leyendo, ¿has sentido alguna vez una intensa incertidumbre por el mañana? ¿Has sentido que no hay ninguna salida preparada para ti? ¿Has sentido que por más que avanzabas no llegabas a la meta? En definitiva, ¿te has sentido excluida del sistema o desprotegida por él? Si las respuestas a estas cuatro preguntas han sido afirmativas ya sabes cómo nos sentimos la juventud.

Pasar un periodo de prácticas es de lo más común entre los jóvenes. Los mismos jóvenes que realizan estudios superiores con la ilusión de conseguir una calidad de vida mejor que la de sus padres. Los mismos que ven que nada de lo que hagan es suficiente porque siempre se les pide más. Quienes ven frustradas sus ilusiones y sus sueños. Jóvenes que se ven obligados a irse a miles de kilómetros de sus hogares. Ya sean becas, prácticas curriculares, extracurriculares… Se trata, en teoría, de una forma de pasar del ámbito académico al ámbito laboral. Actualmente, las ofertas de trabajo que existen piden a personas jóvenes con estudios superiores, máster, idiomas y con años de experiencia. Es, sin duda, uno de los mercados laborales más voraces que se ha visto nunca. Sin embargo, ¿cómo podemos reunir experiencia si nos la piden en todos los puestos por muy básicos que estos sean?

Justamente ahí es cuando nos planteamos que realizar el máximo tiempo posible en diferentes puestos en prácticas o con becas es nuestra salvación. Pensamos que eso nos proporcionará la experiencia que tanto nos demandan. Lo que no llegamos a ver, es que nada es suficiente para las empresas de hoy en día. Aun así, nos vemos obligados a desempeñar cualquier tipo de función para demostrar nuestra valía a la sociedad.

Cuando consigues un contrato de prácticas, la cosa cambia radicalmente. Te das cuenta de que realmente la empresa no tiene ningún interés ni intención de formarte. Lo que buscan es aumentar su productividad a costa de tus horas. Muchas veces desempeñas tareas que nada tienen que ver con la formación que posees. Incluso caes en la cuenta de que estás haciendo las mismas funciones que una persona que acaba de coger vacaciones. Sin embargo, tu compensación económica, si es que recibes alguna, es mínima. De eso se aprovechan muchas empresas y administraciones, de no estar obligadas a remunerar a la persona becada. Por todo ello, hay empresas que parecen autovías de personas becarias.

En resumen, ser una persona becaria es sinónimo de tener una situación precaria. Es cierto que adquieres experiencia, pero no siempre te es útil porque no necesariamente está ligada a tus estudios. Por otro lado, puedes recibir una compensación económica ridícula o, incluso, no recibirla. Lo más seguro es que hagas más horas de las que firmaste en un principio. Y, con toda seguridad, llevarás la carga de responsabilidades que solo debería desempeñar una persona que esté empleada.

Final: Esto no es más que una de las tantas muestras de desigualdad del sistema social, político y económico español. Hay muchas organizaciones que luchan para acabar con la desigualdad y la precariedad. Una de las más destacadas es Oxfam Intermón. Su nueva campaña “Currosmierder” está enfocada a la precariedad laboral que vivimos los jóvenes. Porque, aunque no se consideren los contratos en prácticas como un empleo, lo son. Y vivimos una precariedad que es intrínseca al actual mercado laboral. Una precariedad que limita nuestras oportunidades de desarrollo profesional y nos impide avanzar. Porque somos uno de los colectivos más afectados no debemos de delegar nuestras reivindicaciones a las organizaciones y sindicatos. Debemos colaborar con ellos. Así podremos demostrarle a la sociedad que lo que se cuenta es cierto. Que en nuestras manos está el cambio.

*Soledad García Delgado, estudiante del Grado de Sociología en la Universitat de València y estudiante en prácticas en Oxfam Intermón València

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