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Los CIE: Impunidad y sufrimiento

Alfons Cervera

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Fuera del tiempo destartalado que vive el PSOE, de su complicidad “abstencionista” con los de la “banda criminal”, de sus extrañas peripecias para apoyar a esa banda y luego desempeñar una “digna oposición” en el Congreso, fuera de esa amalgama de despropósitos hay vida. Quiero decir no una vida de exaltación feliz de lo que nos pasa (¿a alguien le está pasando ahora mismo algo que sea para echarse unas palmas como en las viejas y entrañables canciones de Peret?). Hablo de un tiempo en el que sigue habiendo vida y esa vida nos pasa de largo porque nosotros andamos en otra cosa, como dicen que decía John Lennon copiando a no sé quién. Mientras la política en su versión más marrullera ocupa todos los espacios de la información y del debate, hay que buscar casi con lupa lo que está pasando -mejor dicho: lo que sigue pasando- en los CIE, esos eufemísticos Centros de Internamiento de Extranjeros que son peor que las cárceles peores que se levantan en nuestro país. La rebelión en los tejados del de Aluche viene ocupando la última información sobre la crueldad de esas prisiones, unas prisiones que no hay manera de cerrar, aunque sea elocuente que lo que pasa entre sus muros es de una crueldad infinita e injusta desde todos los puntos de vista que lo queramos mirar.

Son cárceles ilegales porque los hombres, mujeres y niños que allí permanecen encerrados no gozan de ningún derecho. Es la increíble invisibilidad de la barbarie, precisamente en un tiempo en que hasta las calles se han convertido en la casa de Gran Hermano por la cantidad de cámaras que nos espían a todas horas estemos donde estemos. Lo de Aluche ha sido un pistoletazo de alerta. Como cuando se produce en el interior de un CIE alguna muerte o surge públicamente alguna denuncia sobre las terribles condiciones en que viven los presos. Los presos: vas por la calle, te miran los policías con recelo por el color de la piel, te piden los papeles y antes de que metas la mano en los bolsillos y abras la boca ya estás en una de esas cárceles clandestinas. El destino es la deportación, la vuelta obligada al sitio de donde escapaste porque, si te quedabas allí, o te mataban a tiros o te mataban de hambre. La huida desesperada a un paraíso que como todos los paraísos -menos los fiscales para los ricos- son mentira.

Ese prodigio de cinismo que es Fernández Díaz lo ha dicho hace casi nada ante las numerosas denuncias que pesan sobre esos centros de tortura. Lo leo en este diario: según el ministro de Interior, el control judicial es permanente y de ahí deduce que los derechos humanos en los CIE son respetados sin fisuras de ninguna clase. Y a eso le responde, con una energía y claridad envidiables, el juez Ramiro García de Dios, uno de los tres magistrados que -siguiendo la información de eldiario.es- se ocupan del control judicial del CIE de Madrid. Aquí las palabras del juez: “¿Qué concepto tiene el ministro de la dignidad humana?”. Y más adelante -en la magnífica entrevista que aparece en estas páginas- añade: “Es una falacia que no se vulneran los derechos humanos en el CIE ”. Qué más detalles se necesitan para que los gobiernos del cambio y los jueces que aún creen en la justicia entren de una vez a saco en la necesidad de clausurar para siempre esas cárceles que no constan en ningún inventario oficial del horror. Escuchaba el otro día a un alto representante del PSOE defender a capa y espada la abstención en la investidura de Rajoy y los motivos que llevaban a los socialistas a ese apoyo. Nombró una docena de razones (desde la reforma laboral a las pensiones de los pobres que juegan al dominó en el hogar del jubilado). Ninguna de ellas aludía a los CIE. Ninguna.

Ya va siendo hora de que se acabe con esa anacrónica vergüenza que llena de indignidad esta pobre democracia. En los CIE no hay derechos de ninguna clase. La población reclusa vive hacinada; sin los servicios mínimos de higiene y salubridad; sin que puedan expresarse en su propia lengua (lo que les impide ejercer la más mínima defensa ante los interrogatorios policiales); sin que conozcan otra cosa que no sea el miedo; sin que la vida, para esa gente que se encontró una cárcel en vez de un paraíso, sea algo distinto al horror que supone el sufrimiento en la más absoluta, injusta y vergonzosa invisibilidad.

Acabo con otra frase del juez Ramiro García de Dios: “Los CIE son centros de sufrimiento y espacios de impunidad policial”. Que lo sepan el ministro Fernández Díaz y el abstencionista del PSOE. Que lo sepan.

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