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Estética, mediática… reformismo social?

Josep L. Barona

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El futuro del gobierno de Pedro Sánchez se pinta incierto. En todos los medios y corrillos se enfatiza la minoría parlamentaria y muchos auguran que el fracaso abocará pronto a un adelanto electoral. La estrategia político-mediática que ha guiado los nombramientos del equipo ministerial -en directo y en diferido-, ha generado ríos de tinta y una presencia abrumadora en los medios. Ese es el primer éxito de Sánchez. A primera vista, el gobierno parece sintetizar la estética renovadora y juvenil al estilo Ciudadanos, con una pizca de frivolidad mediática, y un programa político de frases cortas, que en buena medida podría asumir Podemos.

Vivimos tiempos de caducidad programada y compromisos efímeros al estiolo de Groucho Marx: “estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros”. Mandan las encuestas. El paisaje de fondo, el bosque oculto detrás de los árboles o ministras y ministros, no es otro que la ardua transformación de la sociedad española, y esa no es una cuestión estética ni mediática. El reformismo social que necesitamos no consiste en recortar servicios públicos y derechos civiles, sino en transitar desde la precariedad, y la desigualdad creciente hacia cotas más altas de libertad, justicia social y bienestar en todos los ámbitos. Redistribuir la riqueza. Lograrlo en tiempos convulsos no es sencillo, pero, como escribió Dante Alighieri: “Los lugares más oscuros del infierno están reservados a quienes pretenden ser neutrales en tiempos de crisis moral.”

En apenas diez días se ha producido un verdadero terremoto en la percepción social de la política en España. Y esa revolución mediática seguro que ha de tener un impacto electoral a corto plazo. Quizá ese es uno de los efectos buscados. Sin duda, antiguos líderes políticos venerados y venerables han envejecido de repente como el retrato de Dorian Gray. Nunca es tarde para asumir la imagen implacable del espejo y disfrutar del retiro.

Si la estrategia política de Sánchez consiste en aplicar reformas sociales progresistas haciendo suyo el aforismo de Quintiliano “Suaviter in modo, fortiter in re” – suave en las formas, firme en el fondo-, bienvenida sea esa política mediática. Si, por el contrario, todo se queda en las formas y resulta ser puro attrezzo mediático, el fracaso, su fracaso, será estrepitoso. Porque la exitosa puesta en escena se estrellará con el realismo parlamentario y su dinámica institucional. ¿Habrá entonces una conversión al populismo mediático tan denostado? Así es la democracia institucional. No sé si el hijo de Sancho logrará un híbrido del Quijote y su escudero, o si acabará devorado por su delirio como el Caballero de la Triste Figura. Ojalá triunfe Quintiliano y la inteligencia política, por el bien de la sociedad española.

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