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Haciendo Historia contra la violencia de género

Javier Caro

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Levantarse temprano, coger la ropa, la comida, recordar que hay que llevar algo morado. Así tiene la cabeza uno cuando le quedan pocos minutos para emprender un viaje hasta Madrid para hacer historia. Al llegar al autocar el sol aún no despuntaba en el cielo, de nuestras bocas al hablar salía vaho y las farolas comenzaban a apagarse. El viaje iba a ser largo, pero en el fondo eso era lo de menos. La violencia machista ha llegado a un punto de locura que es imposible de entender, tanto es así que el grito desesperado de sus víctimas ha cristalizado en una marcha, la primera contra la violencia de género en nuestro país, que demostró las ganas que tenemos de erradicar esta lacra.

El viaje en el autocar se presenta como algo tedioso, más no es así, la gente que como yo iba a asistir a la marcha para manifestar su indignación, hablaban y procuraban crear conciencia, cualquier lugar es bueno para ello.

El sol nos golpeaba en los cristales y nos despertaba. El autocar iba e silencio, un cierto aire de solemnidad se podía respirar en el ambiente, no nos acercábamos a una fiesta, era un acto de apoyo y de lucha, pero también de pena. Este año han muerto 45 mujeres, 10 de las cuales lo han hecho en la Comunidad Valenciana. Nosotros que íbamos desde ese territorio a la capital teníamos en la mente mostrar nuestro asco por esta ignominiosa situación. ¿En qué hemos fallado para que muera una sola mujer?. Evidentemente la respuesta es muy variada, desde la educación, pasando por el patriarcado, hasta la cosificación de la mujer (algo donde la publicidad tiene mucho que ver). Una de las fórmulas, aparte de las medidas judiciales y legislativas, es la educación. Hablar de igualdad en éste país es casi una broma. No pueden ser tratadas de forma desigual mujeres y hombres.

Cuando llegamos a la marcha la ciudad bullía, como ya he dicho, no había ambiente festivo, en realidad no había mucho que celebrar, sino más bien que lamentar. De las 44 mujeres fallecidas, 28 eran españolas y diecisiete extranjeras, veintisiete vivían con sus parejas y diecisiete no.

Los políticos no podían faltar, aunque la sociedad civil, asociaciones y colectivos, eran los que se habían esforzado para que la marcha saliera, para que se pudiera visibilizar el problema, para que dejara de ser una noticia que se olvida, para que ese número terrible tuviera caras y nombres. Como en toda marcha, se colaban personajes que no aportaban nada al acto, algunos reclamaban el advenimiento de la tercera República, aduciendo que con ella se terminaría esta lacra, otros hablaban del problema desde la óptica del comunismo, y también alegaban que con su estructura social todo esto ya se hubiera terminado. Cada vez que oía algo así solo podía reírme. ¿Decir o prometer semejante cosa, solo por conseguir atención de unos pocos, no es deleznable?, ¿no habrán lugares mejores para hablar del régimen político que quiere o necesita éste país?. En las manifestaciones o marchas se juntan personas con buenas ideas, y personajes que desean sacar rédito a todo. Solo en Julio murieron 8 mujeres. Como si viviéramos en una guerra cada poco tiempo leemos noticias de mujeres muertas. Hacemos porcentajes de sus óbitos y nos llevamos las manos a la cabeza. Parecemos un lugar de conflicto, donde mujeres y niños son las primeras víctimas, no parecemos en absoluto ese primer mundo que nos venden desde el televisor. Si alguien de otro país viniera aquí y escuchara las cifras no se creería que está en España, dudaría de la veracidad de los datos y se preguntaría, ¿cómo permitimos que le hagan esos a nuestras madre, hijas o hermanas?. Se preguntaría ¿qué hace el gobierno, y los jueces y la policía?. Dudaría de nuestro sistema jurídico que permite que 8 de esas víctimas hubieran presentado denuncias y dos tuvieran medidas de protección que no habían servido para nada.

Nos dio mucha alegría ver a tanta gente junta manifestando su apoyo a las mujeres y su repulsa a la violencia, a todo tipo de violencia contra cualquiera. La jornada estaba acabando, pero mientras sonaban en mi cabeza los últimos compases de la marcha, me preguntaba si no olvidaríamos pronto ese día, sino quedaría como un bonito acto sin consecuencias más allá de la noticia del día. Me preguntaba si al día siguiente seguiría en nuestra lucha diaria desterrar la violencia. No hizo falta que me recreara en mis pensamientos, por desgracia y como si se tratara de una cruel broma del destino, después de la marcha, una mujer murió en Vigo apuñalada por su hijo, otras fue asesinada a tiros en Córdoba y un hombre mató delante de su hijo a su mujer y a su suegra en Líria. No sólo han muerto esas mujeres, sino que también han muerto en vida sus huérfanos, 39 en total.

Por desgracia no se puede decir que la marcha fuera un éxito, porque en el fondo su meta y su mensaje fue desbaratado a las pocas horas por unos asesinos sin piedad. Pero sí que fue una demostración impecable de fuerza, de valor y de solidaridad, tal vez un toque de atención a los nuevos partidos, diciéndoles, “ellos (los viejos partidos) no pudieron acabar con esto, ahora os toca a vosotros”.

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