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Homenaje a los profesores y defensa de la educación pública

Carles Marco

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En estos días de confinamiento, imprevisibles y nunca imaginados, todos hemos elogiado al personal sanitario que está al frente, en primera fila, luchando contra este maldito coronavirus que ha puesto en jaque a toda la sociedad. También merecen nuestra admiración otros trabajadores sin cuya entrega y con riesgo de su salud no podríamos seguir adelante (farmacéuticos, celadores, cajeros de supermercados, y, por supuesto, los barrenderos y recogedores de las bolsas de basura). Quisiera yo aquí hacer un pequeño homenaje a los profesores que en estos días, atendiendo telemáticamente a su alumnado han redoblado sus esfuerzos en atenderles y triplicado su trabajo. Sin duda los profesores, como transmisores de los conocimientos y de los valores éticos que la humanidad ha ido acumulando a lo largo de los siglos merecen también nuestro aplauso.

Curiosamente fue el autor de La peste, el escritor Albert Camus, quien tras recibir el Premio Nobel, escribió entusiasta y conmocionado, esta carta a quien había sido su profesor:

“Querido señor Germain:

(…) cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, la mano afectuosa que tendió al pobre niñito que era yo, sin su enseñanza y ejemplo, nada de esto hubiese sucedido.

No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y le puedo asegurar que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso, continúan siempre vivos en uno de sus pequeños discípulos, que, a pesar de los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido. Le abrazo con todo mi corazón. Albert Camus.“

En esta carta Camus da una lección de que es de bien nacidos ser agradecidos, de que el triunfo del alumno es también el triunfo del profesor, y de que, por muchos adelantos tecnológicos, el profesor presencial es irreemplazable para animar a cada alumno y comprender a fondo qué estrategias de aprendizaje necesita para entender con ilusión cada asignatura.

Hoy que todo el alumnado está confinado en su casa algunas familias y personas han caído en la suposición de que no es necesario acudir a la escuela. Grave error. Las tecnologías de la información y la comunicación (TICs), y el proceso de enseñanza- aprendizaje a través solo de las pantallas, por muy útiles que puedan ser en ciertos tipos de enseñanza, por mucho apoyo que puedan prestar, no pueden sustituir al maestro en la obra general de la educación del alumnado. La relación interpersonal profesor/alumnado resulta más eficaz para una comprensión a fondo de la materia, para suscitar la motivación y el esfuerzo del alumnado. Únicamente de esta manera el alumno se sentirá acogido calurosamente y el profesor tendrá constancia de los problemas que cada alumno tiene tanto por sus talentos como por sus problemas y relaciones extraescolares. No podemos olvidar tampoco que solo dentro de la escuela pública los niños y adolescentes se socializan y ven que todos no son igual de ricos o de pobres: es posiblemente el único momento de su vida en que se hacen amigos al margen del estatus económico y sociocultural.

No podemos creer que la incorporación de las TICs y la enseñanza mediante pantallas son una panacea o un comodín para enseñar y aprender. No es realista pensar que el uso que los docentes hagan de lo digital difiera en gran medida del uso que hacen de lo analógico. La incorporación de las TICs dependerá de su ‘potencial curricular’ o, lo que es lo mismo, de la capacidad de los docentes para transformar las posibilidades de las tecnologías en soluciones prácticas para alcanzar los objetivos del currículo. Y más todavía: adaptar lo nuevo a lo que ya hay sin cambiar la selección de los contenidos, convirtiéndolos en significativos, y realistas al tiempo de que disfruta cada asignatura; si no cambiamos la estructura del currículo, también en el fondo permanecerán los usos tradicionales de los recursos didácticos, tengan el formato que tengan. (Dicho sea de paso: es un error pensar que todos los trabajos hayan de presentarse escritos con ordenador; algunos ejercicios vale la pena presentarlos a mano: incluso está demostrado desde las neurociencias que escribir a mano potencia la concentración y la memorización, amén de la interrelación de la viso-motricidad fina; no olvidemos aquel concienzudo oficio del amanuense). No se pueden cambiar las prácticas si las regulaciones curriculares en torno a las materias y contenidos permanecen idénticas. Solo si los profesores perciben que las TICs son compatibles con sus prácticas y las contemplan como un elemento que de verdad optimiza los aprendizajes, se decidirán a utilizarlas, y será correcto así hacerlo.

La Psicología y la Pedagogía han sufrido en el siglo XX y lo que llevamos del XXI una espectacular progresión, aportando múltiples estrategias y técnicas para mejorar la práctica docente, así como para proporcionar a los profesores la importancia del tacto pedagógico y las competencias y herramientas socioemocionales como la cercanía, la empatía, el autocontrol, la resiliencia, el equilibrio… en una dura profesión con adversidades, malestar profesional y depresiones. No podemos olvidar tampoco la importancia metodológica que cobra hoy la alternativa del aprendizaje cooperativo respondiendo a una sociedad multicultural y diversa como la nuestra. Libros de pedagogos y psicólogos a este respecto hay muchos.

No obstante, quisiera acabar este artículo insistiendo en algo que a veces se olvida por quedar embaucados con las TICs. Ser un buen profesor es un arte y una tecnología, pero solo el profesor que realice y domine una clase magistral podrá seducir y traspasar su interés y entusiasmo motivando. En ese sentido, vale la pena exponer algunas estrategias didácticas a cumplir: moverse a través de la clase; cambiar de sitio periódicamente a los alumnos; dirigirse a los alumnos de la zona marginal; utilizar la elección de puesto como indicador de autoestima y aprecio por la clase; exponer los objetivos con lenguaje claro; informar sobre lo que se pretende y cómo hacerlo; conectar los objetivos con tareas ya realizadas y con propósitos generales; utilizar ejemplos, analogías e información redundante para clarificar conceptos; mostrar trabajos anteriores de diversa calidad , y analizar aciertos y errores; utilizar el humor como estímulo para despertar la atención; utilizar el tono de voz, la fluidez verbal y el ritmo adecuado para no aburrir; acompañar la expresión verbal con gestos y movimiento corporal; plantear las informaciones como una novedad; hacer uso de referencias personales; promover el conocimiento significativo; reforzar la comprensibilidad de los mensajes; repetir solo lo fundamental; repetir cuando parece que no se ha entendido; reforzar el aprendizaje; presentar y sintetizar información actualizada; hacer intervenir al alumno; mostrar qué elementos contiene un argumento; enseñar a pensar, a razonar y a enjuiciar; enseñar a distinguir conclusiones sustentadas en datos de meras opiniones…

Todo esto solo se puede realizar correctamente en clases presenciales y nunca un ordenador tendrá la eficacia y adecuación de un buen profesor. Un buen maestro puede crear esperanza, encender la imaginación e inspirar amor por el aprendizaje.

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