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Incultos

Marcos García

Existe una frase recurrente atribuida normalmente a varios fascistas famosos, desde los nazis Göring o Goebbels hasta el fundador de la legión José Millán-Astray: “cuando oigo la palabra cultura echo mano a la pistola”. Sus orígenes son oscuros y, aunque al parecer tiene una génesis más literaria que política, la sentencia expresa bien una ideología oscurantista y violenta que encaja bien con el sentir del fascio. La de que el único destino de la cultura es sucumbir bajo las balas.

Por ese motivo es peligroso hacer afirmaciones tan atrevidas como se atrevió a enunciar el presidente de la Diputación de Valencia, Alfonso Rus, hace unos días. El máximo responsable de la corporación provincial y alcalde de Xàtiva afirmó que él era un inculto puesto que no estaba dispuesto a acatar el dictamen del diccionario de la Academia Valenciana sobre la unidad de la lengua.

Como tantas otras declaraciones de Rus, la sentencia puede parecer una baladronada, pero deja traslucir un desprecio absoluto por todas aquellas personas que se esfuerzan en comprender, sistematizar y hacer accesible el conocimiento desde un punto de vista científico. La afirmación pone al alcalde de Xàtiva en el bando de los que, frente a la cultura y la ciencia, prefieren chapotear en el fango de la ignorancia.

Quizá con ese alineamiento sea más fácil comprender por qué jamás ha asistido al homenaje que desde hace cinco años se celebra en su propia ciudad a las víctimas del bombardeo italiano durante la guerra civil. Arrojar luz sobre la historia, divulgarla, debe de parecerle también a Rus una pérdida de tiempo.

El bombardeo de Xàtiva fue un acto de guerra. Y en todas las guerras se cometen atrocidades. Más todavía a partir de la sistematización del asesinato que se vislumbra durante la primera guerra mundial y que durante la segunda, con la Guerra Civil Española como antesala, termina de eclosionar.

La fría aproximación histórica, científica, hace que la masacre de Xàtiva sea comprensible en una coyuntura bélica. Pero que algo se pueda comprender no significa que se deba justificar. Para eso sirve el conocimiento, para analizar las causas, para comprender las consecuencias y para evitar que algo así jamás se vuelva a repetir.

A veces reabrir las viejas heridas es la única forma que existe de curarlas definitivamente. Porque echando tierra sobre ellas sólo se consigue emponzoñarlas más. Pero claro, para airear determinados asuntos hace falta conocimiento, investigación y cultura.

La grandeza de la ciencia es que frente a la irracionalidad de los sentimientos siempre se pueden anteponer la fría lógica de los hechos. Aunque la transparencia y la racionalidad nunca han sido amigas de la incultura. Y todos sabemos que es más fácil pescar votos en las aguas revueltas por la ignorancia.

Algo que tanto Rus como el resto de miembros de su partido parecen estar ansiando. Ayer fue el valenciano, hoy es la historia contemporánea. Quién sabe. Quizá mañana se sientan legitimados para abolir las matemáticas. Que las sumas resten y las restas multipliquen. Igual así consiguen cuadrar de una vez las maltrechas cuentas autonómicas.

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