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Oro parece, Rosa no es

Simón Alegre

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Descartada toda expectativa de desencriptación del insondable armazón ideológico de UPyD por táctica omisión de los interesados y seguidismo del cuerpo electoral, nos queda como blasón identificador el manido concepto de regeneración.

En efecto, en esta palabra mágica y su liturgia se concentran los eslóganes de moda, obrándose el impactante fenómeno relativo a que un partido con una dirección de pedigrí predominantemente izquierdista alcance muy dignos resultados en distritos con altas rentas per cápita. Recibieron el apoyo mediático pertinente para desgastar al PSOE durante sus primeros compases y acabaron erosionando algunos de los apoyos más tradicionales del PP.

Ellos –en realidad, ella- lo vieron primero. Me refiero a lo que se pregona sintéticamente como “otra manera de hacer política”. La vía tercerista que oponen al establishment PPSOE ha cuajado como producto de marketing y existe una nutrida demanda dispuesta a confiar en el proyecto. Sin embargo, ¿cómo se plasma en su práctica partidista el atractivo mensaje regenerador?

Primeramente, resulta una broma de mal gusto que la lideresa Rosa Díez se erija en defensora de la limitación de mandatos a dos candidaturas. Ella, que ha pisado moqueta en prácticamente todas las instituciones políticas que un ciudadano pueda enumerar. Por otra parte, tras una apariencia de democracia interna y unidad –reforzada con mayoría albanesa- se atisban unos procesos electorales y congresuales atados y bien atados por los apparatchiks magentas. Esa dedocracia cesarista que ya en 2009 llevó a Mikel Buesa a apearse de la formación.

Con estas credenciales, cabe la cartesiana duda metódica respecto a la tan cacareada criba de nuevos militantes para evitar la entrada de arribistas. Una medida, en principio loable, pero también interpretable en función de repartos de beneficios y control de la organización. Asimismo, chirría especialmente la cerrazón ante cualquier acuerdo con Ciutadans, formación que se mueve en unos parámetros muy similares a los de UPyD. Peregrinas razones se han argüido para justificar esta renuencia, sinónimo aquí de competencia, dejando la estrategia pergeñada a la UPyD catalana con menos apoyo electoral que el partido de Carmen de Mairena.

A pesar de todo lo dicho, UPyD cotiza al alza en las quinielas electorales –sistema electoral hostil mediante- y, dada la tesitura, una pregunta retórica viene en nuestra ayuda a modo de llave maestra: ¿por qué lo llaman regeneración cuando quieren decir España?

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