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Pesadilla y sueño para el 20D

Ignacio Blanco

Salta la sorpresa. Ciudadanos es el partido más votado en las elecciones generales, aunque el PP consigue ocho escaños más por su ventaja en las provincias menos pobladas. La desproporción del sistema electoral vuelve a quedar de manifiesto también en el resultado de IU-Unidad Popular, que con casi un 5% del voto a nivel estatal sólo consigue tres diputados. El PSOE queda por debajo del 20% y Podemos raspando el 15%, aún contando los votos obtenidos por las coaliciones en Catalunya, Galicia y la Comunidad Valenciana. Una hipotética unión de Podemos, IU y otros partidos de izquierda hubiera conseguido superar al PSOE y doblar escaños, al acceder a representación en muchas más circunscripciones, pero concurrir por separado ha penalizado a todas las partes. El resultado global garantiza un gobierno estable de PP y Ciudadanos, pero ambos partidos exigen la Presidencia del Gobierno para Mariano Rajoy y Albert Rivera respectivamente. Durante más de tres semanas escenifican una negociación programática, con la privatización de los servicios públicos y la flexibilización del mercado laboral como puntos clave del pacto, que encalla en la composición del ejecutivo y el reparto de puestos en los distintos órganos constitucionales. La falta de acuerdo está a punto de provocar nuevas elecciones, pero la presión de la gran patronal, y especialmente una reunión convocada por el rey y en la que participan los principales empresarios del país, consigue desbloquear la situación. Finalmente, Albert Rivera es investido presidente tras un discurso en el que anuncia mano dura contra la inmigración ilegal y una recentralización de las competencias autonómicas. Se abre una nueva era en la política española.

Salta la sorpresa. El PP pierde las elecciones generales en un día histórico que certifica el fin del bipartidismo. Ciudadanos y Podemos se sitúan como primera y segunda fuerza en un Congreso muy fragmentado, en el que PP y PSOE ocupan la tercera y cuarta posición. Alberto Garzón consigue fidelizar el voto ideológico de la izquierda y mejorar los resultados de IU-Unidad Popular. Las coaliciones de confluencia en Catalunya, Galicia y la Comunidad Valenciana se convierten en primera fuerza de sus respectivos territorios y constituyen grupos parlamentarios propios. Rivera busca el apoyo del PP y del PSOE para la investidura, ofreciendo a cambio un gobierno de concentración para hacer frente al desafío soberanista catalán. A pesar de las presiones del mundo financiero y de la intervención directa del rey, los tres partidos no se ponen de acuerdo en el reparto del nuevo gobierno y de los nombramientos en los distintos órganos constitucionales. Se someten sucesivamente a la doble votación de investidura Albert Rivera, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, sin alcanzar ninguno de ellos la mayoría necesaria para ser Presidente. Pablo Iglesias se ofrece a liderar un gobierno transversal pero su candidatura no llega a votarse por falta de apoyos. Dos meses después de la primera votación, el rey firma el Decreto de disolución de las Cortes Generales y convocatoria de unas nuevas elecciones para el domingo 1 de mayo. Durante la campaña, Ciudadanos, PP y PSOE se culpan mutuamente de los cuatro meses de parálisis institucional. Para aglutinar el voto rupturista, Podemos, IU y otros partidos de izquierda llegan contrarreloj a un acuerdo de confluencia y celebran primarias abiertas para elegir todas las listas y ratificar el programa electoral. El proceso consigue movilizar a más de un millón de personas y fragua en un liderazgo compartido por diferentes personalidades de la izquierda y activistas sociales. Las urnas dan un vuelco con una mayoría plural de izquierdas que negocia un gobierno provisional. En su discurso de investidura, Xosé Manuel Beiras anuncia la apertura de un proceso constituyente que concluye año y medio después con la aprobación por referéndum de la Constitución de una nueva República federal, social y plurinacional. Se abre una nueva era en la política española.

Entre la pesadilla y el sueño está la realidad, que nunca es blanco o negro. Existe toda una escala de grises. O, si lo prefieren, una amplia gama de colores. El 20D elijan el suyo. Yo seguiré con el rojo.

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