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Primarias… y más allá

Cristina Mollà

Hace unos años, cuando la deslegitimación de la representación institucional partidista iba en vertiginoso crecimiento, la opinión pública y algunos partidos empezaron a vislumbrar en el sistema de “primarias” una posibilidad de combatir esa desafección y encontrar una fórmula para acercar la decisión directa a la afiliación y, por ende, a la ciudadanía.

EEUU es el ejemplo paradigmático de este sistema de valoración de las personas que se quieren presentar a ocupar un cargo electo conocido como “primarias” y que se basa en la participación de todas aquellas personas que deciden inscribirse voluntariamente para formar parte de una lista electoral. Aquello que varía de un lugar a otro es el proceso para llevar a cabo este sistema.

En nuestra geografía, la mayoría de partidos nunca fueron demasiado atrevidos, de manera que en algunos casos nunca se utilizó y en otros con muchas limitaciones (sólo para la afiliación, con listas ordenadas por preferencia, o únicamente para las cabeceras de candidatura, etc). Está claro que abrir en canal las estructuras orgánicas del partido, porque internamente estos procesos requieren de mucho diálogo y madurez democrática, y dejarlas a un lado para dar la oportunidad de decidir más allá de lo que diga el “comité” o la “ejecutiva” no ha sido una tarea fácil de digerir. La fiebre de las primarias llegó, eclosionó, y ahora está sufriendo una cierta involución. Porque, aunque las primarias se han asumido en el argot político y en muchos casos en la práctica, evidentemente no es oro todo lo que reluce, se trata de un proceso mucho más complejo que puede dejar heridas incurables.

Sólo la coalición Compromís diseñó para 2014 (elecciones europeas) y 2015 (autonómicas y municipales) un sistema en el que se abre la participación a toda la ciudadanía (mayores de 16 años) para confeccionar toda la candidatura y con un sistema de equilibrios de sexo y pluralidad. Con pocas modificaciones, ese mismo sistema se repetirá para las elecciones de mayo de 2019.

Realmente la diferencia es fundamentalmente conceptual: lo que para unos es una fórmula de confección de listas, que siempre es más cómodo “cocinar” o simplemente decidir desde las cúpulas centrales, autonómicas o provinciales de los partidos, para otros es un sistema de movilización del electorado, un ensayo de votación que se espera se mantenga y se amplifique en el momento de la votación real.

No sabemos si en las bases de la “primavera valenciana” o del movimiento del 15M, con los eslóganes de “no nos representan”, se apuntaba a nuevas formas de elección de los representantes institucionales entre las que se puede contar a un buen sistema de “primarias”. De lo que no cabe duda es de que estas serían imprescindibles para mejorar la participación política por estos lares. Y de que no se trata solamente de decidir unas listas electorales, se trata de ir… más allá.

*Cristina Mollà, periodista

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