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Revés al espíritu de Morella

Xavier Ribera Peris

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“La pau deu ésser

llibertat per a tothom,

amor de germans;

No temor de molts

sota el pes d’uns quants”

Josep Lozano, Alginet (1971

Hace agua la estima que rezuma la esencia del “Espíritu de Morella”. El estilo que aportó, en su día, Ximo Puig al Consell del País Valenciano, ha sufrido un duro revés. Malo es quedarse fuera del reparto, pero peor anticiparse a los acontecimientos y anunciar a todos los vientos lo que después no fue. Esta decepción ha dejado resquemor y bastante decepción entre los valencianos. Conscientes de que o las cosas no son como nos las cuentan o la consideración y la comunicación entre los gobiernos valenciano y de España son discordantes e ineficientes. ¿Cuál es papel en la coordinación socialista Madrid- València que desempeña el influyente ministro, José Luís Ábalos?

Dignidad

Aún resuenan en el Paraninfo de la Universitat de València, las palabras potentes del catedático de Història Econòmica, Josep Fontana. Glosaba, aquel 18 de diciembre de 1995, en torno a la personalidad de Vicent Ventura, emérito periodista valenciano, que ejercía como tal: “La societat per la qual hem lluitat – la que volem encara—és una societat de llibertat i tolerància, on la coerció i la violència no hi tenen res a fer.” Si soy sincero, no me importa una semana o un mes más de reclusión. Se lleva mal, con pesadumbre extrema, que se ningunee a los valencianos desde el gobierno de España, en la persona del president de la Generalitat, Ximo Puig y que se zarandee la candidez habitual de la consellera de Sanitat, Ana Barceló. Ambos tienen bien probada su aquiescencia y docilidad para con su partido, el PSOE. No tanto la defensa de la dignidad del pueblo valenciano. Que merece trato distinto a la displicencia y a la informalidad.

Compromís

Los valencianos estamos acostumbrados a ser relegados por los gobiernos de España – de todo signo—en correspondencia con la beatitud y a la ausencia de mordiente política. Todo nos parece bien. A cualquier desaire nos acomodamos. Algunos esperanzados pensaron que, con el acceso al poder de Compromís, en función de fusta y espuela, para los socialistas—atados de pies y manos desde Ferraz—los acontecimiento comenzarían a ser positivos para el País Valenciano. Todo se nos fue con la organización de la gira de despedida de Raimòn, iniciada en el teatro Principal de València –de infausta memoria en el ritual raimoniano—y clausurada a bombo y platillo en el Palau de la Mùsica, gentilmente cedido por el Ayuntmiento del “Cap i casal” que preside Joan Ribó, con orquesta municipal incluída.

Manca finezza

Manca finezzaNo hay entendimiento si unos se empeñan en estar por encima de los otros. Ya se vivieron pugnas y empellones épicos entre el “zar” Eduardo Zaplana—cuando era omnipotente--, antes de pillarlo con las manos en la masa, y la alcaldesa dilatada por 25 años, Rita Barberá. Ambos del mismo partido hegemónico en el consistorio y en la Comunitat Valenciana. Ciertos comentaristas, sitúan al president, Ximo Puig, entre la élite federalista del autonomismo español. Lo comparan, nada menos, con el lehendakari Íñigo Urkullu, a la hora de defender los colores patrios frente al Gobierno de Pedro Sánchez. A los valencianos en estas lides no sólo nos “manca finezza” –a la manera de Giulio Andreotti-. También carecemos de voluntad política de ser, conductores egregios para competir y la solera que proporciona un granero de ilustración y conocimiento eficaz como la Universidad de Deusto, llamada “la Comercial”. Ya he escrito que, a pesar de la bonhomía que destilan estas alabanzas a la situación política dominante en la Comunitat Valenciana, no estaban acertadas. Ni se corresponden con la realidad interna entre las fuerzas políticas. Ni sintonizan con la opinión pública de los valencianos. La semana pasada, discordante y ésta disgustada, en mayor medida.

¿Iguales?

Los valencianos están indignados. No por permanecer encerrados, sino por los reiterados síntomas—esto sí que es grave— de que no todos los territorios que conforman España, ni todos sus ciudadanos, son iguales para el Estado. Ni para los gobiernos de España, ni en la imagen que tienen las autonomías españolas, unas de otras. El País Vasco vemos que pacta sus condiciones a cambio de respaldos legislativos. Para Euskadi ni rige el principio de igualdad ni de equiparación. Ni el absurdo criterio provincial para clasificar la confinación. Hacen bien en saber lo que quieren y luchan por sus derechos. Catalunya cede y vacila a voluntad. Aunque Torra reclama para él y los suyos, 4.000 millones de los 16.000 de la pedrea que ha prometido el gobierno Sánchez para restaurar las autonomías. Madrid, autonomía de salón, tendrá más en función del síndrome centralista. Por el que nunca quienes patalean pueden salir más beneficiados que la capital del Reino.

Guardia de Corps

Los valencianos estamos imbuidos del “Espíritu de Morella”—aportación del president Ximo Puig y su guardia de Corps-- que aterrizó y se propagó por la Camunitat Valenciana a partir de mayo de 2015. Se asentó en junio de 2019, con el II Pacte del Botànic. Donde cada uno de los protagonistas del programa de gobierno se reservó su sueldo y puesto de mando. Ahora se trata de escuchar las voces discordantes. Que cada cual desempeñe el papel reivindicativo que le corresponde.

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