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De la Vía Dolorosa a San Patricio

Xavier Ribera Peris

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“La gent contempla el punyent espectacle

amb els ulls humits i rodons d’espant”

Miquel Duran i Tortajada, València, 1938

Lanzan un televisivo informe sobre la pandemia y su fase de recuperación con testimonios en cuatro calles señaladas: la Gran Vía madrileña, la Rambla de Barcelona, la calle Sierpes sevillana y la calle Estafeta, por donde pasan reses bravas en los encierros pamploneses. Si alguien se fijara en una calle de València, sería elegida la calle de la Paz, la más rectilínea y de arquitectura homogénea, enfocada a la torre barroca de santa Catalina.

Vía valenciana

En el País Valenciano seguimos anclados en “La Via Valenciana”—industria versus agricultura--, libro substancial con el que nos obsequió Ernest Lluch, cuando vino a enseñar a València, huyendo de la Catalunya franquista, en los 70. Con este ensayo, de tesis innovadora, consiguió el Premio Joan Fuster en 1975. Junto con “Nosaltres els valencians” (1962), de Fuster, al que quiso responder y puntualizar Lluch, constituyeron dos aldabonazos en la aletargada sociedad valenciana.

Claudicación

Cuarenta y cinco años después de la aportación de Lluch, nos enfrentamos a la “vía dolorosa” de superar la crisis pandémica en inferioridad de condiciones. La realidad aplastante supera al victimismo. Luchábamos, antes de la avalancha viral,--recordémoslo—por la financiación justa para la Comunitat Valenciana. Claudicación que nos viene castigando, al menos desde principios del siglo XXI, en los prolegómenos de la frívola hegemonía del Partido Popular en la Generalitat. Demasiados lamentos en la escenografía reivindicativa, con manifestación incluida presidida por Puig , a la que se han sumado , de coz, los componentes de la oposición al Consell del Botànic I y II. En el capítulo de infraestructuras el ministro José Luís Ábalos, de raíces valencianas, ha consumado la gratuidad de la Ap 7, cuya concesión renovó sin miramientos, el expresidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana. Se ignora si hubo contraprestaciones personales, tal como se refleja en el trajín de millones— 11’5 probados-- que circulan por paraísos fiscales a su nombre y de sus testaferros. Y él en casa.

Agravios

El capítulo de agravios crece con los criterios de reparto de los fondos—16.000 millones—por el impacto de la pandemia. Sin olvidar el cajón de las promesas incumplidas que se empolva y crece en el Ajuntament de València, como recuerda estos días el alcalde Joan Ribó. En el apartado del transporte municipal para paliar las pérdidas --empréstito de 27 millones-- por coronavirus, València y su área metropolitana, han vuelto a quedar fuera de consideración y reparto para Madrid y Barcelona. Esta decisión también cae en la cesta del ministro torrentino, José Luís Ábalos. En cuya lista de ausencias figura el pendiente soterramiento de las vías de ferrocarril en su acceso a València. En Murcia resolvieron el problema cuando los ciudadanos invadieron las vías que cortaban y dividían la ciudad en un explícito dilema: O se escoden las vías o dejan de circular los trenes. Esta decisión quedó aplazada desde que Josep Borrell, ministro de Obras Públicas (1991-93) y Rita Barberá, alcaldesa 25 años, no se entendieron en el negocio de los solares edificables que jalonan los terrenos circundantes al Parc Central. La estación para AVE “Joaquín Sorolla”, después de diez años, sigue siendo provisional—y lo que le queda —. Más precaria que el aparcadero para el AVE en la ciudad de Villena (140 millones de euros), en el ramal alicantino de Madrid a “Levante”. Reinvento del Sureste a Murcia y Almería.

Ciudad partida

La ciudad de València tiene abierta la deuda del Consorcio de la Marina—secuela de los fastos de la Copa del América (2007-2010)-- heredada desde los gobiernos del PP. Cuyo lastre ni los gobiernos de los cuatro magníficos—Zaplana, Olivas, Camps y Fabra—ni Rita Barberá, consiguieron saldar. Así la Marina no puede cumplir su desembocadura portuaria para prolongar la red urbana de València. El Parc Central ha conseguido ordenar una parte de su superficie. Sigue partido e inservible en su mitad más próxima al centro de la ciudad por la playa de vías y los innobles barracones de Adif-Renfe. Inconcluso el proyecto de la Estación del Norte. La paralización de las líneas 10 y 11, ya iniciadas, de la red de Metro, aparca al “cap i casal” en su imagen de urbe fantasma. Especializada en iniciar proyectos, que la potenciarían, pero nunca acaban. Por incomparecencia y dejadez de las tres administraciones – Gobierno de España, Consell de la Generalitat y Ajuntament— reacios a coordinarse con voluntad política para llevarlas a cabo.

San Patricio

Podría realizar la televisión autonómica, el informe sobre la importancia cultural e histórica de la cafetería San Patricio,.Situadaa todavía en la plaza del Ajuntament , a los pies de la patética estatua de Francesc de Vinatea. Donde se reunían a diario, entre 1960 y 1992, “homenots” de la talla de Joan Fuster, Vicent Ventura, Trini Simó, Joan Reglà, Josep Fontana, Ernest Lluch, Josep V. Marqués, Emili Giralt, Damià Mollà, Miquel Dolç, Manuel Sánchis Guarner, Joaquim Maldonado Chiarri, Emèrit Bono, Francesc de Paula Burguera o Enric Beltrán, “Quimeres”. Junto a la legendaria Llibrería Dávila, en la que además de disfrutar de conversación, Paco te proveía de algún libro prohibido. En València, por originalidad, si no se considera el impacto de sus calles, al menos podría quedar reflejada la vitalidad social de las perdidas cafeterías con solera: Monterrey, San Remo, Hungaria, Balanzá, Sibaris y Lauria . O la Cervecería Madrid, para tener presente donde recae la capitalidad radial del Estado y sus ramificaciones.

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