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Cristina Mollà

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Me disculpan quienes piensan que estos días no se puede hablar de otra cosa que no sea Cataluña. Aunque como periodista sigo con apetito voraz estas noticias y como ciudadana considero que estamos ante una de las mayores crisis de nuestra democracia actual, me gusta tener cierta perspectiva para ver que aquí, en nuestro “petit gran país”, están pasando cosas muy importantes, históricas, de las que también tenemos que hablar. Acontecimientos que tratan de hacernos la vida más fácil, más feliz, más justa y libre. Hechos que no ocupan las portadas de los periódicos ni abren telediarios, equivocadamente a mi entender, pero que suponen un gran avance como sociedad y que surgen de un ejercicio que hace falta practicar más en estos tiempos: el DIÁLOGO. Y con todo ello me refiero al Pacto Valenciano contra la Violencia de Género y Machista.

Nacido del acuerdo entre 63 organizaciones, instituciones, universidades, partidos políticos, medios de comunicación, entidades cívicas, del ámbito de la justicia, fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, este Pacto tiene un objetivo global: “poner de relieve la necesidad de que cualquier tipo de maltrato contra las mujeres sea considerado un conflicto público y social, superando el ámbito doméstico”. Una expresión que puede parecer grandilocuente si no fuera porque a continuación se exponen 293 medidas concretas. Y eso es lo relevante. Un salto cualitativo en las políticas públicas en materia de igualdad. Conseguir un compromiso unánime y una responsabilidad compartida. Y es que al lado de todas estas acciones se señala con nombre y apellidos quienes son los organismos, instituciones o entidades encargadas de llevarlas a cabo. De esta manera, cada ciudadana y ciudadano puede, en un ejercicio de rendición de cuentas, comprobar los cumplimientos. Ya no son palabras huecas sobre papel mojado, sino que se garantiza que la gestión del Pacto se pueda evaluar. Y esto es lo que refuerza la confianza ciudadana en la calidad democrática de gobiernos y sociedades como la valenciana. Así que es un orgullo vivir donde vivimos y tener un músculo institucional y cívico que, en este tema, sí nos representa a todas y a todos. Un gran reto a día de hoy teniendo en cuenta que el patio está cargado, entre otras cosas, de mucha testosterona. Así que, además, estamos ante un gran ejemplo de lo que es feminizar la política.

El Pacto Valenciano contra la Violencia de Género y Machista sitúa la desigualdad y todas las formas de maltrato, macro y micro, como un conflicto social y público y por tanto necesita de esfuerzos comunes para desterrarlo de nuestras vidas y relaciones. El Pacto quiere hacer visible lo invisible, apelando a la ciudadanía para unir fuerzas y construir una sociedad inclusiva y en paz. Fíjense la seguridad que podemos tener cuando sabemos que tenemos una red que nos acompaña y que nos apoya. No estamos solas. Pero a la vez somos corresponsables, junto a la otra mitad de la población, los hombres, con los que tenemos que llevar a cabo este cambio decisivo.

Yo también he firmado el Pacto Valenciano contra la Violencia de Género y Machista como mujer, trabajadora, madre y valenciana. Y es una pequeña aportación, porque la gran aportación es la que hacemos cada día, con los ejemplos, conductas y valores que trasladamos a nuestras hijas e hijos, con nuestras parejas, en nuestro entorno. Día a día. Esa es la aportación que individualmente podemos hacer a este Pacto autonómico por el bien común. Suma't al pacte.

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