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Vivir es fácil con los ojos cerrados

Laura Vilanova

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Paramos en un semáforo, se nos acerca un hombre o una mujer a pedir algo de dinero y disimulamos mirando el móvil o trasteando con la radio del coche. Salimos del supermercado y un joven nos pide comida y corremos con la excusa de que vamos muy cargados. Pasamos junto a mendigos echados sobre una manta en el Paseo de Soto, en Alicante, y ni siquiera bajamos la mirada.

Escuchamos en las noticias que han detenido a un hombre que descuartizó a una chica en Torremanzanas. Nos sobresaltamos. Pero presenciamos una escena de violencia verbal entre una pareja en la puerta del colegio y callamos.

Nos enteramos que en el colegio de al lado han quitado el psicopedagogo y damos gracias porque en el nuestro sigue estando.

El vecino nos cuenta que le han despedido a sus 55 años y nos metemos en casa y cerramos la puerta como si así alejáramos el mal fario de nuestra familia.

Escuchamos que hay meses de lista de espera para operarse o para acceder a una consulta de especialidades en los consultorios de la calle Gerona o de Babel y damos gracias por el día que nos hicimos el seguro privado. ¡Y porque aún podemospagarlo!

Un banco roba todos sus ahorros al vecino jubilado del primero y nos congratulamos de no haber hecho caso al director de la sucursal de nuestra caja de ahorros de toda la vida.

Contamos en el edificio con tres pisos que han pasado a ser propiedad del banco y ni siquiera nos interesamos por dónde han ido a vivir sus antiguos propietarios.

Vemos en horas poco habituales al hijo del quiosquero que nos cuenta que le han quitado la beca y no puede continuar sus estudios. Y pensamos: ¡Ójala se solucione para cuando le toque estudiar al mío!

Ante este comportamiento no debería extrañarnos que Botín se empeñe en decir que el dinero está llegando a nuestro país a capazos o que los dirigentes del PP enfoquen su discurso en que el país se está recuperando y cierren los ojos alos tres millones de personas que viven con menos de 307 euros al mes.

Nosotros también cerramos los ojos cuando despidieron a los primeros tres compañeros de la empresa, no nos rebelamos cuando les bajaron el sueldo a los profesores de nuestros hijos. También miramos hacia otro lado cuando hicieron un ERE y tiraron a más de 1.000 compañeros de Canal 9 o cuando dejamos de ver albarrendero con el que conversábamos por las mañanas. Ahora cierran esa misma televisión autonómica, detienen a ex directivos de la caja que robó su dinero anuestro vecino jubilado, anuncian un brutal recorte de las becas Erasmus y seguimos en silencio.

Hace meses leí un artículo en eldiario.es en el que citaban a Georg Pieper, un psicólogo alemán experto en traumas y familiarizado con el trato a víctimas de catástrofes. En el artículo decían que tras visitar Grecia, Pieper calificó el estado de ánimo de la sociedad griega como de trauma colectivo: incapaz de sobreponerse a las dificultades, de rebelarse contra la injusticia y obrar en consecuencia…

¿Estamos nosotros también viviendo un trauma colectivo o es, simplemente, y copiando el título de la última película de David Trueba a propósito de aquella canción de John Lennon, que “vivir es fácil con los ojos cerrados”?

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