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Casting Bonig, SL

Xavier Latorre

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Así cualquiera. El trabajo sucio se lo están haciendo otros. La jefa suprema de recursos humanos del PP valenciano, Isabel Bonig, se ha encontrado con espontáneos colaboradores desde el exterior que le están haciendo gratis la limpieza “étnica” que requiere su partido. El PP lo tiene la mar de bien para regenerarse sin contemplaciones. La dama de hierro de la derecha valenciana tiene las manos libres para cortar por lo sano. La fiscalía ha investigado a puñados a cuadros cualificados caídos en desgracia, la oposición política ha señalado a algunos dirigentes enfangados por la podredumbre de la comisión fácil o el trato de favor, los tribunales no paran de citar a personajes -en otros tiempos intocables- y de fijar vistas orales, la prensa sigue destapando sonados escándalos diariamente y la policía no cesa de rastrear itinerarios indecentes del dinero. Todo ello, sin duda, permite a la lideresa popular maniobrar a su antojo para superar la prueba del algodón.

Nadie ha tenido jamás la oportunidad de barrer a fondo su partido político, Bonig sí puede hacerlo. La depuración puede ser completa. No hay obstáculo alguno para que elija mejor que lo hicieron la última vez sus antecesores. Puede trazar sus propias líneas rojas. Fulanito fue visto jugando al golf en el Castellón de Carlos Fabra, no sirve; aquel aspirante a cargo orgánico le reía las gracias al empresario Ortiz en el palco del Rico Pérez, rechazado; aquel otro acompañó a Rita Barberá de visita pastoral por los mercados de Valencia, excluido; menganito viene recomendado por un exconseller del hoy atribulado Camps, descartado al instante. El nuevo PP lo tiene a punta de caramelo para rehabilitarse, pese a que seguramente se le colará inevitablemente algún aprendiz de embaucador y de tramposillo. La jefa de los populares valencianos tiene la oportunidad histórica de hilar fino. De ella depende que tengan una segunda oportunidad; no tiene porqué tragarse ningún sapo. Borrón y cuenta nueva.

A muy pocos se les presentan esas oportunidades de negocio político tan claras: puede renovar el fondo de armario de dirigentes a su antojo, sin hipotecas. Al contrario, haber tenido relación con los grandes capitostes del pasado pesa como una losa. Algunos tendrán que borrarse, con el photoshop, de las fotos de familia políticamente incorrectas. Se necesitan, pues, currículos inmaculados para formar parte del nuevo staff popular. No sirven antiguas credenciales, amistades peligrosas y cargos a las órdenes de algún exconseller desaprensivo. Hacen falta hojas de servicio impolutas. Bonig deberá partir de cero.

Estas navidades la presidenta del PP deberá regalar jamones y obsequiar con cestas de navidad pagadas con dinero real, nada de la caja B, a los colaboradores ocasionales que le han allanado el camino. Periodistas, jueces, policías, diputados aguerridos de la oposición,... Todos se merecen un detalle. La onda expansiva de los años de corrupción masiva ha alcanzado a muchos dirigentes y por ello se han creado muchas vacantes de cargos orgánicos. Bonig es hoy una agencia de colocación de nuevos dirigentes que mañana pueden mandar de la cosa pública autonómica; aunque, durante unos años, al nuevo PP todavía les resonará un eco lejano de la herencia recibida, salpicada de chanchullos indecorosos por todas partes. Bonig deberá hacer tabla rasa. Habrá que sanear la estructura orgánica de arriba abajo. ¡Qué difícil! Todo menos volver a las andadas. Son el partido que ha ensuciado el nombre de nuestra autonomía. Isabel Bonig ha comenzado a ejercer su nuevo cargo de directora de casting regional. Así cualquiera.

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