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La batalla de Valencia en 2017

Luis Giménez San Miguel

Las escenas que hemos visto en Valencia este 9 de octubre, día de la Comunitat Valenciana, nos retrotraen tristemente a las que se vivieron en esa misma ciudad durante la Transición española, el conflicto político, social e identitario que se ha denominado como la Batalla de Valencia. Esos años de cambio político en España, que fueron dibujados por las nuevas élites como ejemplares pero que dejaron cerca de 600 muertos en las calles, tuvieron un episodio específico en el País Valencià, sus particulares años de plomo, más duros y violentos.

Tras la muerte del dictador en 1975, Valencia vio nacer en sus calles un nuevo movimiento de extrema derecha como reacción a las tesis de Joan Fuster, quien había propuesto en Nosaltres els valencians un nuevo horizonte político progresista para el País Valencià, integrado en lo que él mismo llamó Païssos Catalans. Este movimiento, els blavers, entonces se alzó como exponente del regionalismo valenciano más conservador, desfilando con la nueva bandera valenciana, la senyera amb blau, combinada con la española. Además de gozar de un importante apoyo social construido a partir de las reminiscencias del franquismo más radicalizado, desplegó una estrategia de tensión y violencia en las calles valencianas. Las bombas, las palizas y las víctimas mortales fueron una constante durante esos años.

Enfrente, els blavers se encontraron con unas fuerzas progresistas divididas. Por un lado, un PSPV que ya había abandonado las calles, institucionalizado y construyéndose como nueva élite dirigente integrada y obediente a Madrid, perdiendo toda capacidad de iniciativa política. Mientras, en la calle, lo mejor de la tradición de la lucha antifranquista, aquellos que más habían luchado contra la dictadura y que lo habían pagado con sangre –como alicantino querría recordar en este punto el asesinato de Miquel Grau-, abrazaron unas tesis políticas pancatalanistas que encontraron muy poco arraigo social en aquel momento. Fueron objetivo de los más violentos ataques de la derecha mientras gran parte de la sociedad valenciana les daba la espalda.

El conflicto se enquistó hasta que, pocos años después, con una ciudadanía ya cansada de la violencia, esperanzada y optimista por el desarrollo económico, la entrada en Europa y el nuevo pacto social en España, prácticamente desaparecieron todos los horizontes políticos fuertes a un lado y al otro y que habían protagonizado los años de plomo valencianos.

Las consecuencias de aquello fueron, además de los muertos, los heridos y el terror instalado en una parte de la sociedad, una nueva marea de apatía política, de destrucción de identidades colectivas y, al final, el abono para lo que vino años más tardes: la particular cultura valenciana del pelotazo y la corrupción impuesta desde las élites locales. Mientras eso ocurría, el potencial vital y creativo del pueblo valenciano se fugó a toda velocidad por las carreteras inundadas de discotecas. Nacía el fenómeno de la Ruta del Bakalao. Llegaba la larga hegemonía del PP valenciano.

Todo esto empezó a cambiar en 2015, con la marea de cambio político, el Pacto del Botánico y el nuevo gobierno tripartito valenciano. Había motivos para la esperanza. Y esta semana, en los momentos más tensos que ha vivido España por la crisis nacional abierta en Catalunya, volvemos a ver imágenes en Valencia que recuerdan a todo aquello durante el día de todos los valencianos. En un esfuerzo por la reavivar alianzas amplias para pedir un trato justo para los ciudadanos de la Comunitat, se constituyó La Comissió 9 d'Octubre, formada por Acció Cultural, Podem, Compromís, CCOO, UGT, Intersindical y otras fuerzas de la sociedad civil. Y volvemos a ver grandes manifestaciones con demandas progresistas siendo atacadas por ultras y fuerzas de extrema derecha, acompañados por un buen número de ciudadanos valencianos avivados por el peor de los odios y con ciertos apoyos institucionales. Además, y este es el drama del quiebre de la identidad valenciana, los ultras monopolizando el uso de la bandera española y de la valenciana.

Hemos visto en las pantallas de televisión y teléfonos móviles imágenes terribles de los ataques de estos escuadristas a la manifestación ante la inacción de los agentes de Policía. Como han pedido Podem y Compromís, dos de los tres partidos que forman el pacto de Gobierno valenciano, el delegado de Gobierno de la Comunitat debería dar explicaciones y, en su caso, presentar su dimisión. Todo recuerda demasiado a aquel trauma colectivo que vivió la sociedad valenciana y que ya parecía olvidado.

Sin embargo, destacaría a día de hoy tres elementos para la esperanza en el actual escenario y que no se daban durante la Transición. En primer lugar, la capacidad de una fuerza como Podem para articular una estrategia política que impugne el modelo social impuesto durante décadas por el PP y que ha colocado al País Valencià en una de las regiones más desiguales y golpeadas de España, que recoja el descontento ciudadano por el empobrecimiento de los valencianos y siga impulsando la marea de cambio político que recorre el Estado y ponga sobre la mesa un nuevo modelo de País Valencià socialmente justo.

En segundo lugar, la capacidad de Compromís para reconstruir una nueva identidad netamente valencianista y progresista, algo que no pudo construirse en la Transición y que además puede conectar con el arraigado sentimiento de pertenencia de las comarcas y a la vez con los sectores más dinámicos y avanzados de la sociedad civil valenciana.

Finalmente, y más importante, frente al peor conflicto identitario que quieren espolear los sectores más reaccionarios de la sociedad valenciana, y mientras éste crece con las formas más intolerantes por toda España, hoy se necesita más que nunca movimientos civiles que exijan diálogo y mediación, que enarbolen banderas blancas en favor de la paz y que exijan a todos los representantes que pongan en práctica lo que supuestamente es la esencia de la política: la capacidad de acordar. Eso mismo es lo que está pidiendo mucha gente, también en la calle desde el sábado pasado, y es que ha llegado la hora de que hablemos.

*Luis Giménez San Miguel. Periodista y asesor en la Secretaría de Análisis Estratégico y Cambio Político de Podemos.

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