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No habrá bolsos Gucci en el paraíso

José Manuel Rambla

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El paraíso fue hasta ahora el último consuelo de los desgraciados. La cotidianidad existencial resultaba tan triste, miserable, desdichada, mediocre, infeliz o desesperada para ellos que sólo en el otro barrio post mortem podían encontrar alguna esperanza. Hoy, sin embargo, inmersos en la actual fase líquida y precaria del capitalismo, ni siquiera podemos reconfortarnos pensando en ese Más Allá donde el descanso y la liberación venga a superar nuestra penas. Y ello no se debe al supuesto avance del materialismo impío que tanto alarma a yihadistas, evangélicos o incorruptas casposidades católicas, sino a la cruda certeza de que los mismos que en esta vida nos niegan el menor atisbo de felicidad, tampoco están dispuestos a permitirnos en la otra ni el más inocente de los caprichos.

La última prueba de esta intransigencia nos llega de Hong Kong donde los intereses de una gran empresa amenazan el futuro de una antigua costumbre funeraria. Se trata de la tradición de honrar a los difuntos mediante la quema de réplicas en papel de aquellos productos que en vida proporcionaron algún tipo de felicidad al finado. Fue así como al calor de esta práctica fue configurándose un variopinto catálogo de mundanas satisfacciones hechas en papel que podían abarcar desde una dentadura postiza a un coche, de un teléfono móvil a un bolso de diseño. Y en paralelo a este culto funerario fue surgiendo toda una red de establecimientos especializados en la venta de estas reproducciones destinadas a consumirse en las llamas para que su humo lleve consuelo a los espíritus en su eterno descanso.

Así ha sido durante siglos, al menos hasta hace unas semanas. Porque hace un mes la compañía fabricante de artículos de lujo Gucci dio instrucciones a su gabinete jurídico para que tomara medidas tras comprobar que entre las réplicas en papel ofrecidas a los difuntos no faltaban copias de algunos de sus productos. La empresa consideraba que esta peculiar práctica vulneraba los derechos de propiedad intelectual de la marca y envió una carta a una decena de estas tiendas funerarias donde se comercializan estos objetos para exigirles que retiren aquellos productos que reproducen algunos de sus productos.

La decisión ha provocado una fuerte polémica en Hong Kong ante la aparente insensibilidad de Gucci hacia una creencia muy arraigada en la antigua colonia británica. Unas críticas que no han caído totalmente en saco roto, hasta obligar al gabinete de comunicación de la empresa a reaccionar: esta semana la firma ha hecho público un comunicado pidiendo disculpas a quienes hayan podido sentirse molestos con su carta. Gucci ha intentado quitar hierro al asunto, insistiendo en su respeto a las tradiciones y ha querido tranquilizar a los afectados asegurando que nunca pensó en tomar acciones legales contra ninguno de los establecimientos dedicados a encaminar sus diseños de moda hacia las regiones de ultratumba.

Con todo, la firma italiana no ha aclarado si estas explicaciones suponen una revisión de su postura y, en consecuencia, permitiría a las tiendas la comercialización de estas réplicas en papel. Tal vez por eso, los vendedores han optado por curarse en salud y retirar de sus estanterías fúnebres cualquier producto vinculado con la marca. Así que, por el momento, en espera de que la Unión Europea negocie algún tratado de libre comercio con el Más Allá que clarifique los derechos de imagen, los pobres difuntos hongkoneses no podrán pasear con bolsos Gucci por estos nuevos paraísos de mala muerte. De modo que tendremos que ir acostumbrándonos: los dueños de este y el otro mundo no están dispuestos a consentirnos el más mínimo capricho que pudiera hacernos felices. Ni siquiera aquel que nos llega como una ofrenda convertido en inocente humo.

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